XIX

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Unidas de la mano, y riendo sin parar, corrimos entre los árboles hasta llegar a la casa. El camino de vuelta fue perfecto para que nuestra ropa, a causa de la pequeña brisa, perdiera un poco de humedad y dejara de soltar agua. Cosa que no sucedió con nuestro cabello, que continuaba empapado.

No habíamos puesto un pie en la pasarela de madera, cuando White apareció por aquella pequeña puerta que le daba acceso a la casa y corrió hacia nosotras, entre ladridos de alegría y movimientos exagerados de su cola. Se nos abalanzó y dio varias vueltas a nuestro alrededor mientras avanzábamos hacia la entrada. Esa siempre era su forma de dar la bienvenida. Y Anahí parecía adorarla, ya que se entretuvo a jugar con él mientras yo abría la puerta.

─¡Dios! ¿Por qué se le cae tanto el pelo? ─exclamó, al entrar dos segundos después de mí.

─Me hago la misma pregunta cada vez que veo la alfombra de mi casa ─sonreí ─Y el sofá... y el asiento del coche... y...

─Vale, vale, lo capto ─interrumpió ─Tienes un perro con alopecia.

El comentario y verla intentando despegar las matas de pelo blanco de su cuerpo mojado, me hicieron expulsar una risa casi inevitable.

─La verdad es que últimamente desprende más de lo habitual. A lo mejor es como los árboles, cuando pierden sus hojas en otoño ─me encogí de hombros y me incliné para acariciarlo ─O quizás está estresado. ¿Estás estresado, guapo?

─Oye, oye, oye ─me detuvo Anahí, apartando mis manos del cachorro y colocándolas alrededor de su propia cintura ─Así que, ¿no soy la única a la que llamas guapa?

─Sí. Al él lo llamo guapo y a ti guapa. Así que, eres la única.

─¿Y quién es más guapo de los dos? ─susurró acercándose a mis labios de forma sugerente.

─Me defenderé de esa pregunta recordándote, que ya te había advertido, que es el amor de mi vida.

Sus labios y sus ojos se abrieron enormemente, al tiempo que se separaba a observarme, con una expresión de total indignación.

─¿Sabes lo que te digo? Que me voy a bañar. Ahí te dejo con tu guapo.

Antes de que pudiera alejarse demasiado, llegué hasta ella y la abracé por la espalda, consiguiendo que se detuviera al sentir mis brazos rodear su cintura.

─Celosa... ─susurré en su oído.

─Idiota... ─contraatacó.

Con un movimiento rápido, giré su cuerpo para que quedáramos cara a cara. Observando una sonrisa en su rostro.

─Oh... ¿Ahora quieres un beso?

─Es que, él es muy guapo ─me encogí de hombros ─Pero tu besas demasiado bien. No me puedo resistir.

─Con que...¿no te puedes resistir?

Negué ligeramente con la cabeza y una sonrisa, mientras sus labios se acercaban peligrosamente a mi boca.

─Eres la única adicción que no puedo controlar.

─¿Por qué resulta tan difícil estar separadas más de un minuto? ─preguntó, haciéndome sentir su respiración golpeando.

─Porque yo te molesto, tú finges indignación, pones cara de niña berrinchuda, me derrites, te encanta derretirme... ─sonreí ─Y la cadena vuelve a empezar una y otra vez...

La Luz De Tu MiradaWhere stories live. Discover now