Último Capítulo

3.1K 139 55
                                    





Las experiencias de la vida, nos cambian. Para bien o para mal, lo hacen. Es imposible que volvamos a ser la misma persona, después de haber sufrido un daño. Nuestra perspectiva cambia, nuestra actitud también. Y tal vez, ni siquiera lo hacemos a propósito. Simplemente, sucede. Te despiertas un día y ya no eres la misma persona. Y a veces, ni siquiera sabes cómo regresar a ser quien eras.

No estoy culpando a Anahí por haberse marchado. No estoy diciendo que sea responsable de mi actitud o de mis sentimientos. Ahora más que nunca, me alegro de que lo haya hecho. De que tomara la decisión de luchar. Porque lo consiguió. Está mejor de lo que nunca la he visto, y eso me llena de orgullo y felicidad. Es todo lo que deseé desde que conocí parte de su historia. Pero así como su aparición, cambió mi vida. Su marcha también lo hizo. Y no es culpa suya. Probablemente sea mía, por pensar que no iba a suceder, que iba a ser capaz de soportarlo. Por negarme durante todo un año, a aceptar que me dolía su ausencia. Porque ese ha sido el mayor problema; he tratado de fingir que estoy bien con tanto ahínco, para demostrarme a mí misma que no podía dolerme, que ahora mis emociones están acumuladas y son como globos en un mundo de alfileres. Siento que si las dejo salir, todas van a ser alcanzadas y destruidas.

‒No quisiera ser esa pobre planta ‒interrumpe una voz, sacándome abruptamente de mis pensamientos y trabajo.

Alzo la vista y ahí está Marta, junto a la puerta, con los brazos cruzados bajo su pecho y alzando ambas cejas. ¿Cuánto tiempo lleva ahí? Si ni siquiera escuché la campana.

Vuelvo a dar un hachazo, pretendiendo continuar con mi labor de cortar o asesinar estos tallos.

‒Oye, a mí ni se te ocurra ignorarme. ‒advirtió volviendo a irrumpir mi tranquilidad.

‒¿Qué? ‒hablé por fin, alzando la vista para mirarla ‒¿Vienes a abogar a favor de tu nueva amiga?

Una de sus cejas permaneció alzada, mientras con la otra trataba de fruncir, lanzándome una expresión algo indescifrable.

‒¿A ti se te metió el olor de tanta marihuana en el cerebro?

‒Aquí no hay marihuana. ‒espeté frunciendo el ceño.

‒Pues parece.

Nuestras miradas se quedaron fijas la una en la otra durante varios segundos. Como si estuviéramos haciendo una competencia de aguante. Pero finalmente, ganó ella, porque negando ligeramente, volví a descender la vista para continuar con mi trabajo.

‒¿De verdad piensas ignorarme? Porque mira que tengo muchísima paciencia para estar aquí de pie toda la mañana hasta que decidas hablar. Recuerda que soy psicóloga.

‒¿A qué viniste, Marta?

‒A darte esto ‒comunicó, lanzando un sobre que se interpuso entre las flores de mi mesa de trabajo ‒Es la calificación de tu proyecto. Llegó ayer.

Agarro el sobre y lo miro durante un instante. En esta cosa tan pequeña, está escrito mi futuro profesional. Y no es eso lo más importante, o lo que me podría interesar, sino que además, también está escrita la calificación que aquellas personas decidieron darle a nuestra historia. Pero sinceramente, no creo que sea el mejor momento para descubrir lo que hay en el interior del sobre. No me siento preparada, ni con ánimo de saber si finalmente, soy o no soy, graduada en psicología. Así que, lo aparto colocándolo a un lado.

‒Gracias ‒murmuré ‒¿Necesitas algo más?

‒Que dejes de comportarte como una niña de cinco años ‒concluyó, haciéndome levantar la vista de nuevo ‒Bueno, no. Porque una niña de cinco años, al menos patalearía, gritaría y se encargaría de que el mundo tuviera bien claro por qué está enfadada. Pero tú, actúas más bien como una adolescente herida; te encierras en ti misma, te cabreas con el mundo, y que no se nos ocurra intentar llegar a ti, porque lanzas rayos x con la mirada.

La Luz De Tu MiradaWhere stories live. Discover now