XII

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De un sobresalto me despierto, completamente aterrorizada. Puedo sentir mi respiración agitada y una especie de sudor frío recorriendo mi frente. No era más que una pesadilla y a pesar de eso, aún continúa invadiéndome la sensación de temor.

No es la primera vez que sueño lo mismo. Últimamente, me despierto en plena madrugada, habiendo vivido una experiencia horrible mientras dormía. En ocasiones, recibo una llamada telefónica de Marta, diciéndome que encontraron a Anahí desmayada en el piso de su habitación. Otras veces, soy yo misma, la que va a buscarla y la encuentra en dicha posición, quedándome absolutamente paralizada. De diferentes maneras, mi subconsciente desarrolla este temor interno que me es imposible controlar. Aunque lo cierto, es que al abrir los ojos y darme cuenta de que sólo fue un sueño, mi corazón vuelve a sentir liberación.

Me siento en la cama aún algo aturdida y dirijo mi mirada hacia el reloj despertador, que marca exactamente las 6:55 a.m, apenas faltan cinco minutos para que suene. Así que decido apagarlo antes de que su sonido me rompa los tímpanos.

White aparece rápidamente por la puerta, moviendo su cola con entusiasmo, como si le resultara completamente indiferente lo temprano que es.

─Buenos días, pequeño ─comienzo a acariciar su cabeza mientras recibo lametones en mis manos. ─Es hora de comenzar un nuevo día ¿No crees?

Verlo a él, tan contento como siempre, sin duda hace que olvide por completo el miedo que minutos atrás sentía.

Es cierto lo que acabo de decir, ahora comienza un nuevo día. Y a pesar de la pesadilla, el simple pensamiento de que en una hora la veré, me hace levantarme con fuerza, dispuesta a empezar el ritual de cada mañana, para estar junto a ella, lo más pronto posible.



Una hora más tarde, me encuentro absolutamente desesperada en medio de una hilera de coches que parece no avanzar. Ya debería estar llegando a La Cascada y sin embargo, llevo minutos sin que mi coche se mueva más de dos centímetros. Por lo que decido pulsar el altavoz de mi teléfono y seguidamente, la tecla de abreviación que me comunica directamente con el centro.

─Centro de salud mental, La cascada, ─Responden después de varios tonos ─Buenos días, ¿En qué puedo ayudarle?

─Buenos días Carla, soy Dulce. ¿Podrías comunicarme con el despacho de la Doctora Andoni?

─Por supuesto, Doctora Andrade, aguarde un segundo en lo que desvío la llamada a la oficina de la doctora.

─Gracias.

Transcurren unos segundos hasta que comienzo a escuchar de nuevo la señal indicando que la llamada está entrando. Un tono, dos tonos...

─¿Dulce? ─Escucho justo antes de que suene el tercer tono ─¿Estás bien? ¿Ocurre algo?

─No Marta, tranquila, es solo que llevo treinta minutos parada en el tráfico y esto parece no avanzar. Quería avisarte de que me iba a retrasar.

─¡Ah! No te preocupes. ¿Estás muy lejos?

─A unos diez minutos simplemente. Pero no entiendo lo que sucede, debe haber habido un accidente.

─Está bien, tranquila. Te esperaré para hacer la ronda. Pasa por mi despacho cuando llegues.

─Vale, gracias.

─Que te sea leve la espera ─dijo riendo.

─Si en cinco minutos esto no se mueve, dejo el coche aquí y llego caminando.

La Luz De Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora