EPÍLOGO

3.9K 176 63
                                    



Este es uno de los paisajes más bonitos que he podido ver jamás. Cientos y cientos de vides a mi alrededor, ocupan las hectáreas del mayor viñedo que existe en la mismísima Toscana Italiana. No se ve nada más a lo largo de los kilómetros. Mire hacia dónde mire, sólo hay montañas repletas de uva, un pequeño camino de tierra que las recorre y un radiante sol alumbrando esta media mañana de uno de los países más bellos de Europa.

Árboles, olor a uva, pájaros revoloteando, sol, vida.

Respiro profundamente.

Pura vida.

Siento mi teléfono vibrar en el bolsillo de mi pantalón y trato de hacer malabares para sacarlo y atender la llamada. Una instantánea preocupación me invade al ver el nombre de quien llama.

‒¿Está bien? ‒pregunto preocupada sin siquiera saludar. ‒¿Cómo está?

‒Bien, ‒responde la voz al otro lado ‒Está bien. Y yo también. Gracias por preguntar.

‒¿Seguro? ‒insisto ‒¿Estás haciendo todo como te lo indiqué?

‒Dulce, sé perfectamente lo que hay que hacer; comida, agua y tres paseos al día. No es más que un perro.

‒Vuelves a referirte a White de esa forma, ‒comienzo a advertirle a mi hermano frunciendo el ceño ‒Y te juro que te quedas sin la comisión que te prometí por cuidar de él. ¡No es sólo un perro, animal!

‒¡Lo sé! ¡Lo sé! ‒exclama entre risas burlonas ‒Es el niño de tus ojos. Menos mal que tu hermano soy yo.

‒Activa el altavoz ‒pedí ignorándolo ‒Quiero hablar con él.

‒Madre mía... ‒no lo veo, pero puedo asegurar que está rodando los ojos ‒Todo tuyo.

‒¡Hola cachorro!

‒¿Cachorro? ¡Tiene tres años!

‒Cállate. ¿Te está cuidando bien el idiota de tu tío? Mira que si no, lo dejamos sin dinero. ‒aseguré como si realmente me estuviera entendiendo ‒Tú vigílalo. No sé quién estará cuidando a quien.

Escucho un sonoro ladrido que casi rompe uno de mis tímpanos.

‒¿Te responde? ‒pregunta Daniel ‒No me lo puedo creer. Esto me da un poco de miedo. Además, si no me vas a pagar.

‒No subestimes la inteligencia de tu sobrino ‒sonrío con orgullo ‒Siempre ha sido muy listo. Y por supuesto que no te voy a pagar. Esto lo haces por amor a tu hermana.

‒Hablando de familia y de amor, ¿cómo está mi cuñada? ¿nerviosa?

Detengo mi mirada sobre ella en cuanto la menciona. Unos metros por delante de mí, sentada sobre una pequeña esterilla en medio de los árboles, realiza sus ejercicios diarios de yoga, como si el mundo fuera completamente ajeno a ella en este momento. Estoy segura de que ni siquiera se ha dado cuenta de que ya estoy de regreso. Y no es porque esta pequeña Scooter celeste no haga un ruido espantoso, no. Sino porque durante sus ejercicios, ya puede caer un meteorito a su lado, que nada la va a sacar de ese momento consigo misma. Me encanta contemplarla mientras lo hace. Ya sea aquí, en los viñedos de su familia, o en nuestra propia casa, cuando me levanto para ir a trabajar y el olor a café me invade en cuanto pongo un pie fuera de la habitación. Me sirvo una taza y salgo al porche, para observar cómo frente al lago, le da la bienvenida a nuevo día entre estiramientos y posturas con las que yo me partiría la columna si intentara hacerlas. Siempre está White a su lado. Y siempre, comienzo mis mañanas, analizando lo perfecta que es mi vida desde que los días empiezan así. Incluso el café preparado por ella, sabe infinitamente mejor. Ni siquiera sé a qué hora exactamente se levanta, sólo sé, que es su rutina diaria y cuando termina esos ejercicios y me descubre mirándola como una imbécil, sonríe, me roba el café y me da un beso antes de que pueda protestar. Luego nos prepararnos para ir a correr juntas durante algunos minutos y después, cada una comienza su jornada laboral.

La Luz De Tu MiradaWhere stories live. Discover now