VII

2.3K 125 33
                                    







Considero que en este momento, soy absolutamente capaz de cerrar los ojos y recrear en mi mente, todas y cada una de las manchas y marcas que tiene el techo de mi habitación. Debo llevar horas en esta misma posición. Acostada boca arriba, como si estuviera observando el cielo estrellado más interesante del mundo. Ya he contado ovejas, cerditos, cabras, incluso leones, y ni siquiera esa granja ha conseguido que sea capaz de pegar ojo. Morfeo parece no querer visitarme esta noche y la desesperación comienza a impacientarme.

Dado que además de eso, mi estómago comienza a crujir por el hambre, después de resoplar completamente resignada, decido levantarme a la cocina en busca de un vaso de agua y algo de comida, con la esperanza de que actúen como somnífero. Son las 4:03 de la mañana, eso quiere decir, que si me durmiera en este preciso instante, dormiría 2 horas y 57 minutos. Pero obviamente a eso debemos restarle el tiempo que tardaré en ir a la cocina, comer y volver. No, mejor no calculo el resultado. Además ¿Por qué demonios no puedo dormir, si no soy capaz ni de mantener los ojos abiertos cuando me levanto?

Observo como White está acostado sobre su cómoda cama para perros, situada en la sala y alza la cabeza en cuanto siente mi presencia.

─¿Tú tampoco puedes dormir?

¿Será cierto eso de que las mascotas, concretamente los perros, son capaces de dejarse influenciar por el estado de ánimo de su dueño? ¿Y que reciben las buenas o malas vibraciones de cualquier ser humano?

No sé si será cierto o no, pero si es así lo compadezco, pues sus únicas preocupaciones deberían ser; comer-dormir-salir a la calle, y no aguantar mi insomnio y mis quebraderos de cabeza.

Me sigue hasta la cocina, sabiendo que seguramente recibirá algo de comida él también. Así que lo primero que hago es servir un poco de ese pienso que tanto le gusta, en su recipiente, al que rápidamente ataca como si llevara semanas sin ser alimentado.

Busco entre los armarios algo rápido y fácil que no precise de preparación, pero al ver que lo único apetecible son unas galletas a punto de acabarse, recuerdo que debo hacer la compra. Los supermercados deberían estar abiertos a esta hora, así al menos, mi insomnio resultaría productivo.

Una vez de vuelta en la sala, decido tumbarme en el sillón y encender la tele mientras disfruto de mis últimas galletas y un vaso de leche caliente, que terminó siendo la sustituta del agua. En la televisión a estas horas no hay más que programas de tele-tienda en absolutamente todos los canales. Juegos de cuberterías, milagrosos aparatos que te hacen parecer culturista sin necesidad de pisar un gimnasio, otros extraños aparatos que no sé para lo que sirven, y dada su forma, prefiero no saberlo. Y así, un largo etcétera de productos que probablemente alguien esté comprando en estos momentos.

White no tarda sino unos minutos en aparecer de un salto sobre el sofá, dispuesto a hacerme compañía y apartar mi atención de esos anuncios publicitarios tan "interesantes", nótese la ironía.

─¿Por qué no podemos dormir? ─Pregunto observando cómo recuesta su pequeña cabeza sobre mi estómago.

Nunca he sufrido de insomnio, de hecho, mi capacidad para quedarme dormida es bastante rápida y profunda. Y no son muchas, por no decir ninguna, las ocasiones en que algo ha conseguido robarme el sueño. Aunque si es cierto, que siempre he sido una especie de ave nocturna, para quien la inspiración aflora en las noches con más intensidad.

La Luz De Tu MiradaWhere stories live. Discover now