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Al entrar al conservatorio el día siguiente me parece que nada ha cambiado, que estos cinco años no han existido y que sigo teniendo diecisiete años.

Todo está tal y como lo recordaba. Los pasillos llenos de gente que va a su próxima clase en las horas puntas. Gente que inunda de sonido el silencio de los pasillos al salir de sus respectivas clases. Chicos y chicas riendo con sus amigos y aprendiendo lo que más les gusta: La música.

Subo a la primera planta en busca del aula de mi antigua profesora de piano. El aula sigue siendo la misma: la 146.

Abro la puerta encontrándome con la señora Finnigan sentada detrás de la mesa mientras anota algunas cosas en su cuaderno de siempre. En cuanto me ve se levanta emocionada y viene hacia mí para abrazarme.

- Cuéntame todo sobre Londres - me pide, más bien me exige, cuando nos sentamos.

- El conservatorio de allí era enorme y... majestuoso. No sé si me explico. Todo era a lo grande, todo tenía esos detalles que lo hacían más bonito aún. Era sofisticado y precioso. - le cuento recordando cada rincón, cada esquina del conservatorio.

- Tiene que ser genial... - murmura. - Ya me hubiese gustado a mí poder haber ido allí, haber estudiado allí.

- Me encantaría volver. Han sido los mejores años de mi vida.

Nos quedamos un rato más hablando en el aula. Yo contándole sobre mis clases y sobre la gente que conocí, sobre mis profesores (que ni de lejos eran mejores que ella).

Tristemente, entre risas y anécdotas, ha llegado la hora de dar mi propia clase a los chicos del conservatorio. Con sólo pensarlo se me pone la piel de gallina. La señora Finnigan me acompaña a la sala en la que me están esperando todos esos chicos y chicas llenos de esperanzas, de ideas y de ilusión.

- Lo vas a hacer genial - me anima mi profesora antes de que yo suba a la tarima donde se encuentra el piano.

La sala es rectangular y muy grande. Hay una tarima gigante pegada al fondo de la sala con un piano precioso encima. Hay muchas sillas en las que están sentados chicos y chica de distintas edades observándome.

- Bueno... Hola a todos - empiezo a decir. - Espero que nos lo pasemos todos genial hoy, aunque sinceramente estoy muy nerviosa así que lo siento si meto la pata - murmuro a lo que ellos ríen. - Bueno como ya sabréis me llamo Brooke, tengo veintitrés años y os puedo asegurar que para mí la música es algo más que sólo notas en un papel o un instrumento emitiendo sonido - miro a cada uno de los chicos y chicas que están allí mirándome con asombro e intriga. - Empecé a tocar el piano con siete años. Yo el piano nunca lo he visto como un objeto, sino como algo con lo que expresar lo que siento, de poder ser libre. Mi infancia no ha sido nada fácil, pero eso no viene a cuento, la cosa es que la música me ayudó en muchos momentos malos de mi vida. Con diez años entré al conservatorio. Me daba clases la señora Finnigan. Ella ha sido uno de mis soportes durante todos estos años. Crecí, pasé por la adolescencia y con diecisiete años viví muchas experiencias increíbles, pero que ahora solo quiero olvidar porque las echo tanto de menos que me duele pensar en ello - sin darme cuenta cierro los ojos mientras digo esto ultimo recordando todas las tardes que Aiden y yo pasábamos juntos. - En esa época tenía miedo escénico, no era capaz de tocar delante de alguien, excepto de mi profesora. Pero gracias a un buen amigo pude superarlo. Ese año mejoré mucho en piano y poco antes de cumplir los dieciocho tuve la suerte de recibir una beca para irme a estudiar al conservatorio de Londres - seguí contando. Muchos chicos me miraban con asombro y otro se les veía en la mirada el deseo de superarse y llegar a estudiar fuera. - Allí he pasado mis últimos cinco años y han sido los mejores de toda mi vida. También aprendí a tocar el violín en Londres, así que ahora soy pianista y violinista. La música me llena y me consume. Yo vivo para ello y para nada más, es lo que me hace feliz y no lo cambiaría por nada. Allí he llegado a conocer a grandes músicos y personas fantásticas. Me hubiese gustado quedarme allí, pero desgraciadamente no pude, aunque ahora estoy cumpliendo mi sueño de ser algo más en el mundo. De que la gente me conozca. Y estoy segura de que vosotros podéis llegar a donde estoy yo o incluso más alto, sólo hay que querer y esforzarse. Nada que merezca la pena es fácil.

En cuanto termino la introducción todos se ponen a aplaudir, algunos incluso se han levantado mientras siguen aplaudiendo.

Igual esto no iba a ir tan mal como pensaba...

Vida Perfectamente ImperfectaWhere stories live. Discover now