Catorce de Febrero

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Normalmente despierto sola. No necesito de una alarma como Mia aunque la de ella muchas veces me ha despertado a mí cuando el sueño es mucho mayor que mi consciencia, pero hoy no me despierto sola ni me despierta la alarma de Mia.

-¿Escuchas eso?- me pregunta Mia con una voz soñolienta.

-Si- respondo con el mismo tipo de voz- ¿Qué es?

-Parece un camión o algo así.

Miro la hora y veo que es inútil que me vuelva a quedar dormida. Incluso, la alarma de Mia estaba por sonar. Ayer pasé todo el día, al igual que todos, ayudando a mis tíos con el nuevo jardín que quieren hacer. Quedé tan cansada que me quedé dormida de inmediato y la verdad es que aun me siento bastante cansada. Me gustaría seguir durmiendo hasta la hora del almuerzo, pero no creo que sea buena idea. No quiero perderme el desayuno y los mejores huevos revueltos que han existido en este mundo.

Veo que Mia, con todo el esfuerzo del mundo porque también está cansada, se levanta de su cama y se acerca a sus cajones para buscar ropa. Por primera vez en la vida mi mejor amiga está siendo menos perezosa que yo. Deberíamos grabar este momento y dejarlo para el recuerdo.

-¿Qué día es hoy?- pregunta con el ceño fruncido en mi dirección.

-No tengo idea- respondo.

En vacaciones es fácil perder el hilo de los días. Uno no sabe que día es, tanto el número como el día de la semana. Las vacaciones es como un espacio en donde el tiempo pierde importancia, al menos los que no están trabajando o haciendo algo importante. Yo contaba los días para saber cuando se acabarían las vacaciones, pero decidí que eso era tonto ya que no iba a detener el tiempo con eso. Intenté usar el gira tiempo- collar que me dio Matty para navidad, pero no funcionó. Infantil, lo sé, pero tenía que intentarlo, ¿no?

Mia se acerca a su mesa de noche en donde está su celular. Lo revisa y agranda los ojos de la sorpresa.

-¿Por qué pones esa cara?- pregunto.

-Mierda- es lo único que responde.

Comienzo a preocuparme así que me levanto de mi cama lo más rápido que puedo y me acerco a ella. Su mirada está fija en su celular así que yo también fijo mi mirada ahí. Lo tiene en la pantalla de bloqueo por lo que lo único que se ve es la hora y la fecha.

-¿Qué tiene que sea catorce de febrero?- pregunto y una mirada de Mia me lo recuerda todo- Oh, mierda.

-Últimamente dices más malas palabras que antes- comenta Mia- Estoy orgullosa de ti- bromea.

-No puedo creer que ya sea San Valentín- comento a mi vez ignorando su chiste, aunque anoto en mi cabeza que debo dejar de decir tantas malas palabras.

-Tampoco yo.

Nuevamente escuchamos el ruido del camión. Es como si estuviera retrocediendo. Los camiones tienen una molesta alarma cuando están retrocediendo y es bastante aguda por lo que es el doble de molesta de lo que me gustaría.

-Es San Valentín- dice Mia como para ella misma- Oh, ¿qué hizo papá ahora?

El papá de Mia es como el dios de los regalos para el día de San Valentín. Siempre le regala algo gigante e innovador a su esposa. Lo encuentro de lo más tierno que hay en el mundo. Se nota que ellos se aman mucho.

Mia y yo bajamos al primer piso vestidas solo con pijamas. A estas alturas da igual, todos en la casa nos han visto vestidas con las indecentes ropas que componen nuestro pijama. Aunque más el de Mia que el mío. El pijama de mi amiga se basa solo en una playera antigua de Matty. Mi amiga, cada vez que Matty bota algunas ropas que ya no usa, las recupera y las usa como pijamas. Hace lo mismo con Julian. Mia ama las ropas de sus hermanos.

Noventa Días (SDLV #2)Where stories live. Discover now