Cuando la muerte se enamore

Tierra de los muertos

Estaba esperándola fuera del cementerio. No tan cerca. Evitaba los cementerios. Al contrario de lo que se podría pensar, que me pueden encontrar fácilmente en uno.... Pues, no es del todo cierto.

Soy el guardián de los muertos, soy la muerte. Pero los cementerios son su reino. Y así ha sido desde que creció mi interés por la humanidad.

Quizás deba reclamar el trono, pero eso significa mostrarme de la manera en la que yo me veo. En la que me vi la primera vez cuando tuve conciencia de mi existencia y de mi tarea.

Mientras yo niegue esa parte, mientras yo no ponga un pie en la tierra de los muertos, yo podré seguir siendo como me plazca, tomar la apariencia que me venga en gana.

Pero eso significa no poder contactarme con ella. Ni siquiera echar un vistazo a sus pensamientos. Y moría por saber, por tener una pista.

Claro que era una incoherencia, no es como que yo pueda morir.

Estaba impaciente. Llevaba mucho rato en el cementerio. Y no podía hacer nada para evitar que él se acercará a...

En ese instante la vi salir, venía sola.

Lo primero que quise hacer fue hablarle y exigirle que se mantuviera lejos de él. Había visto la manera en la que ella había reaccionado al recordarlo. E incluso podía sentir la manera en la que se culpaba. 

Nuestra conexión era algo que aún no podía entender. La vida y la muerte a veces estaban difusas. Yo podía sentir, estaba muy seguro que de alguna manera ella me había humanizado. Pero yo en cambio no sólo le había permitido vivir. 

Le había perdonado la vida y ahora de alguna forma la muerte la mantenía con vida. Pero en cambio había tenido que pagar un precio alto.

Y al parecer había cometido un error que tarde o temprano ella y yo íbamos a pagar. Podía sentirlo, si eso tiene algún sentido.

Vi como entraba a su auto y por un instante sentí su confusión, su soledad.

A pesar de todo ella se sentía sola. Tan sola como yo me había sentido hasta ese día que la vi o mejor dicho ella me miró.

Luego sentí temor. Y quise decirle que no se preocupara. Pero ese sentimiento lo reconocí a la perfección.

Había algo que tarde o temprano tenía que decirle, si es que su amigo no se lo había dicho ya.

Esperaba que no recordará del todo cómo había muerto.

Y esperaba que ella no recordara esos momentos con él. Quizás había sido... ¿Como es que dicen los humanos? ¿Egoísta?

Creo que esa es la palabra que utilizan cuando haces algo que solo puede beneficiarte a ti.

Después de todo para mí no existe el bien y el mal, solo la muerte y la vida.

Y la vida no es algo que haya experimentado del todo, solo la he observado, sin entender las reacciones o sus sentimientos. Hasta el día que la conocí.

Había decidido bloquear sus recuerdos. En principio para que ella lo superará, pero también era para que dejara de pensar en él.

Para que no sintiera nada por él.

Pero no podía dejar de preguntarme que pasaría cuando ella se enterara de mis acciones.

Podía defenderme, sólo seguía esos impulsos que jamás había sentido, y que no sabía cómo controlarlos.  

Pero ahora sabía que en los humanos esas acciones eran reprobadas.