Haré que seas mi destino

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Deslice mi mano entre la mano de Leo

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Deslice mi mano entre la mano de Leo.  Sentía como corrían lágrimas por mi rostro en silencio. Estaba llorando y no sabía bien por que. ¿Estaba renunciando a una parte de mi vida? ¿Era por esos niños? ¿Era por mí? ¿Por Nahek? O quizás que iba a hacer daño a alguien más que no lo merecía.

Era mi amigo ¿Como podía verlo de otra forma? Yo misma había visto ese futuro que desaparecía, que se alejaba de mí. No me había puesto a pensar en lo que estaba renunciando. Pues ni siquiera sabía si iba a ser posible que en un futuro yo pudiera tener hijos con Nahek. Aunque eso no me hacía sentido, Nahek era algo a a parte de los humanos y era el Dios de los muertos. Pensar en un futuro así con él era casi imposible. Pero también habían pasado muchas imposibilidades en tan poco tiempo.

Sentía un hueco enorme carcomiendo mi interior. Un dolor indescriptible me recorría por la garganta, hasta el estómago.

Leo estaba inmóvil, rodeado de esas máquinas que tanto odiaba. El sonido que salía de ellas era una tortura, al igual que el olor a hospital que aborrecía.

Sentí un ataque de pánico de ansiedad. Me faltaba el aire. Salí corriendo de la habitación. Las palabras que me acababa de decir aquella mujer me habían dejado helada. 

Caminé con pasos largos y torpes a través del hospital hasta salir al jardín que lo rodeaba.

Traté de que mi respiración se calmara. ¡No podía estar pasando! ¡El destino estaba equivocado! ¡Leo no es parte de mí! Leo no puede ser mi destino. El destino estaba en un terrible error.

Nahek era mi destino, es a quien amo. Nada de lo demás tenía sentido.

Aun sentía la mirada de esos niños a travesadas en el corazón. Nunca nacerían. La realidad me estaba aplastando poco a poco y con grandes y pesados trozos de realidad que nunca me habían pasado por la cabeza.

Aun así estaba dispuesta a renunciar a todo ello, por que mi vida ya no era esa. 

Mi respiración se normalizó. ¿Que iba a pensar Nahek de que fuera en busca de Leo? Sin importar lo que pensará debía ir por él, tenía que traerlo de vuelta. Era lo menos que podía hacer por él. También se lo debía a Adam y a Amelia. Lo traería de vuelta y haría su vida con Amelia.

De pronto me sentí acompañada. No me animé a dar la vuelta. Ese perfume amaderado que me volvía loca me confirmaba quien era. No era otro que mi ángel oscuro. 

  — Ahora entiendo tantas cosas Nahek, entiendo tus celos. Tu insistencia con Leo. ¿Siempre lo has sabido?—  Le pregunté.

— Sé que tienen un alma que se les asigna, pero no sabía que era él. Aquella mujer me lo dijo la primera noche que fui humano.— 

— ¿Ahora que sabes la verdad, tú...?—  Nahek no se atrevió a preguntar, pero imaginaba por donde iba el asunto. ¿Como iba reaccionar cuando supiera que iba a ir en busca de Leo?

Cuando la muerte se enamoreWhere stories live. Discover now