Suegros

38.6K 3.8K 291
                                    

Me sentía débil, pero al sentirme cerca de Nahek me sentía segura. Me abracé a él, y su aroma inundo mis sentido.

Había algo que me incomodaba y esa era la sensación extraña que oprimía mi pecho. No podía sacar de mi mente la mirada vacía de Leo. Él iba a estar bien, Nahek me hubiera dicho si algo iba  a sucederle.

Llegamos al hospital, todo era confuso. Doctores corrían bajo el mando de Isa, se llevaron a Leo. 

A mí me llevaron a urgencias para suturar la herida. Ardía, me inyectaron un calmante y caí en un sueño profundo. Pero Nahek estaba a mi lado. No iba a soltar su mano, el velaría mi sueño.

Habían tantas preguntas. Tantas cosas que quería saber.

  — Estás bien.—  Escuché una voz.

Estaba delirando o soñando.

— Lo estoy, pero...— 

— ¿Que hacemos aquí?— Dijo con resignación ironía aquella voz.

Asentí, vi una especie de luz, era cegadora, azulada y purpurea.

— Estoy atrapado Ángela, pensé que era una pesadilla, pero no lo es.— 

— ¿Atrapado?— 

— Atrapado, no sé como regresar. Pero me encontraste.— 

— ¿Encontrarte?No estoy entendiendo nada Leo. ¿Donde estas atrapado?— 

Volteé a todas partes tratando de buscar, sabía a quién buscaba, era a Leo.

— Me protegiste, ¿es por eso que terminaste aquí?— 

— Era mi deber.— 

— No, no lo era.— 

— Debieron ser demasiados tranquilizantes para soñar contigo.— Escuché su risa.  

 — No estas soñando.—

  — Hagas lo que hagas, no pongas tu vida en riesgo por mí Ángela. Tienes una misión más importante.— 

De pronto vi una línea brillante, como una cadena muy fina que brillaba de color oro. Y este brillaba con la misma intensidad. Esta cadena estaba atada a mi dedo corazón, y daba vueltas, era larga, al menos te daba esa impresión.

Esta cadena me llevaba hacia esa niebla purpurea. La seguí caminando con nerviosismo.

Al final me encontré en una inmensidad aterradora. Aquel paisaje bien podía ser el del mismo infierno.

Una oscuridad interminable, solo que habían unas figuras esferoides flotando en medio de esa oscuridad. Cientos de almas estaban entrelazadas, figuras oscuras que fluían a su alrededor, como si resguardaran algo. Pero estas almas estaban condenadas, ese era su castigo, custodiar lo que había ahí.

 De pronto escuché su voz, como un susurro.

— Te dije que no vinieras.— 

 Volteé a verlo, su aspecto era diferente, estaba demacrado. Su vida se estaba escapando. La cadena dorada tenía fin, el otro extremo estaba atado a su dedo corazón. ¿Era posible? ¡No podía ser cierto!

— Debes regresar, debes hacerlo pronto y no mires atrás.—  

Leo me tomó de la mano y me llevaba corriendo hasta el punto donde estaba.

Entonces desperté sobresaltada.

Lo primero que escuché fue esa espantosa máquina que sonaba al compás de mi corazón. Luego el olor a hospital invadió mis sentidos.

Cuando la muerte se enamoreWhere stories live. Discover now