Hablemos de...

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Nahek me miró unos instantes. Como si buscara la re confirmación de mi respuesta, de que me llevara a casa.

Me abracé a él, y el enredo sus brazos en mi cintura. Sentí como recargaba levemente su cabeza sobre la mía. Se sentía tan bien estar tan cerca. No era tan malo, pensar en todo una eternidad de Nahek.  

Sentí como el viento se arremolinaba alrededor nuestro, y después solo calma.

Abrí los ojos y me topé con una habitación decorada estilo victoriana. Muebles que eran de lo más antiguos, tenía un gusto bastante lujoso. El centro era lo más parecido a una cúpula o a un observatorio.

— Bueno este es mi lugar.—

Yo miraba alrededor, solo había libros de todos los tamaños, colores y quizás de todas las épocas.

Los colores oscuros destacaban casi en todas partes. Me sentí como en algún pasaje de una novela de vampiros. 

— Adam y yo pensamos que era mejor quedarte en este lugar. Además quería que vieras mi mundo... tuyo también, es decir, no exactamente el mundo de los muertos, pero digamos que lo ustedes llamarían casa, es algo así como la entrada al mundo de los muertos. 

Algo en medio, y quiero que lo conozcas.— Me dijo Nahek, un poco nervioso, adoraba eso de él. Adoraba su inocencia.

  — Creo que sería lo más cercano a conocer tu departamento.—  Le dije bromeando.

— Creo que si, sería lo más cercano.—  Concluyó él. Algo en mi se agito, el estar sola con él me había recordado hablar sobre un tema que me daba vueltas en la cabeza. Un tema que era algo del que jamás había querido saber, hasta conocerlo. Y refrenar esos deseos, esos impulsos por él era cada vez más difícil.

Además quería saber que tanto abarcaba la clausula de ser su dama. Era algo como su esposa ¿no? Eso era una compañera en todos los sentidos. ¿Pero también él pensaba sobre aquel tema tabú? Ni siquiera me había imaginado en una situación con un hombre, un simple mortal. Y sin embargo deseaba tanto entregarme a él de todas las formas posibles. No podía negar que lo imposible, lo impensable había sucedido.

En mí había surgido un sentimiento, una necesidad por Nahek. Lo amaba, tenía que aceptar que lo amaba, aunque me sentía culpable, confundida por ello. Por ese sentimiento hacia él. Pero lo amo.

Agradecía tanto que ya no pudiera leer mis pensamientos, o me sentiría muy avergonzada de ellos, ni yo misma creía hasta donde este ser me afectaba, me trastornaba.

Incluso ahora que acababa de saber que estaba en coma Leo, pero no me preocupaba por que encontraríamos la manera de traerlo de vuelta. No estaba muerto, solo atrapado en otro plana o mundo.

Nahek se quedo pensativo un momento. Creo que temía llevarme a ese mundo lleno de sombras al que pertenecía. 

Le sonreí un poco sonrojada por los pensamientos que pasaban por mi cabeza. Y lo besé, un beso fugaz que lo invitaba a llevarme a ese mundo, a su mundo que de alguna manera era su prisión personal. Lo que me hacía sentir Nahek era el choque de tantas emociones, ternura, compasión, amor. Pero sobre todo quería llenarlo de besos, de caricias. Quería hacerle saber que ya no estaría solo. Que estaba dispuesta a pasar toda una eternidad a su lado.

Además quería que no siguiéramos enojados. Y tal vez había un modo de hacerle saber que Leo no significaba nada para mí, más que un amigo.

Quizás si yo... y él...

Al caminar por aquel gran salón me paré justo en medio de aquella gran cúpula que tenía un techo de cristal y podías ver el cielo, aunque la vista era más parecido a que estuvieras en alguna parte del espacio. Lo cual no tenía sentido. Pero nada de lo que me había estado pasando tenía sentido. Ni siquiera haberme enamorado de la muerte. De Nahek.

Cuando la muerte se enamoreWhere stories live. Discover now