Mitla

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Empezaba a despertar, mi cuerpo aún estaba adormilado

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Empezaba a despertar, mi cuerpo aún estaba adormilado. Y el sueño dominaba mi conciencia.

Lo primero que vi, fue el hermoso domo decorado con brillantes colores. Y la luz de lo que parecía ser el sol entraba por aquella cúpula. Por más que trataba de imaginarme en que lugar nos encontrábamos mi imaginación no llegaba a una conclusión, y quizás era preferible no saberlo.
A mí mente de pronto llegaron las imágenes de lo que había sucedido con Nahek y casi grito como una loca. ¿Había sucedido? ¿Era su esposa?
Me moví lentamente hasta voltearme por completo y no había nadie. Estaba sola, mi cuerpo estaba en contacto directo con las sábanas. Demasiadas preguntas cruzaban velozmente por mi mente.
Me levanté y cubrí con la sábana. Miré en todas direcciones, me di cuenta que mis cosas estaban ahí. Sólo Nahek podía haberlas traído.
Pero no había rastro de él, me sentí rara. Era un alivio, no sabía como sentirme al respecto. Era un nuevo para mí. Era su esposa pero no lo era, mi concepto de esposos incluía un: Si acepto y un vestido blanco en la iglesia. ¿Y si no era lo que Nahek esperaba?
Mi corazón empezó a latir rápido, estaba nerviosa y abrumada por una sensación que desconocía, no me arrepentida, pero me llenaba de ansiedad la reacción de Nahek.
Busqué entre todas mis cosas algo de ropa. En lo que trataba de averiguar donde iba a guardar todo aquello, y donde estaba Nahek.
Encontré una blusa blanca y unos jeans. Faltaba más ropa, seguí buscando hasta que di con lo que quería. Me di cuenta que no había ni un solo par de zapatos. De sólo pensar que Nahek me había traído solo envuelta en una toalla me daba una vergüenza terrible. Aunque era ya su dama. Tenía que empezar a acostumbrarme, a hacerme la idea. Ser dama de los muertos era un titulo que aún no me sentía del todo preparada para asumir. Nahek tenía demasiada responsabilidad y yo tendría las mismas responsabilidades. Debía de empezar a investigar más acerca de lo que eso conllevaba.

Terminé de vestirme y descalza empecé a curiosear aquél lugar. La primera vez que había estado ahí sólo recordaba los libros y la cúpula de cristal. Estaba demasiado nerviosa enfrentando a Nahek por lo que ahora ya había pasado.

Sentí un calor en el pecho al recordar su mirada sobre mí. Tan sólo recordar los momentos con él, hacían que un calor subiera a mis mejillas.
Seguí caminando, mientras trataba de apartar esos pensamientos de mi mente. Encontré una puerta que estaba entreabierta. Quizás no debía entrar, pero acalle ésos pensamientos, diciéndome a mí misma que después de todo pronto seria mi hogar. Quizás rescataría a mí familia y obligaría a Adam que borré sus recuerdos. Para disimular me casaría con Nahek como cualquier mortal y viviría feliz con él.
Sonaba tan fácil pero era más complicado llevarlo a cabo. Sabía que cada vez que me acercaba más a Nahek, me alejaba más de mi familia.

Abrí la puerta y está no hizo ruido al abrirse. La puerta cedió sin ningún problema. Aquella habitación parecía más un salón de baile, el piso parecía ser de madera, era algo acogedor. No sé por que sentía que a pesar de ser todo tan real, este espacio más bien era creación de Nahek. Nahek era quien le daba vida a este lugar. A esto que era lo más parecido a su hogar. Quizás era el concepto que había aprendido sobre un hogar para los humanos, de ahí que fuera una casa.

Cuando la muerte se enamoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora