veinticuatro

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Caminando por la avenida, Sebastian deliberaba entre si era correcta o no la manera en que quería actuar.

No se acobardaría ahora, ya estaba medianamente decidido.

«Lo haré, lo haré, lo haré» se repetía, dándose aliento.

Entró en el café con el paso firme, tratando de mantener la cabeza fría.

Evitando su habitual costumbre de hacer su pedido, fue directo a la última mesa del lugar.

Allí estaba Ciel, sumergido en un nuevo libro. Al alertarse por su presencia, lo observó con nerviosismo; aún teniendo en mente lo del día de ayer.

Le plantó un beso en la mejilla. 

—Me lo debías —explicó, sonriéndole con fingida ingenuidad—. ¿Puedo acompañarte?

—Uh... Claro —contestó, dudoso.

Sebastian se sentó frente a él y comenzó la guerra de miradas.

Sus pupilas se dilataban, los deleitaban, los delataban...

Se convirtieron en ladrones, robando sus miradas y cometiendo un mutuo crimen de seducción.

No hablaron, solo se la pasaron soñando sin un reloj que contara los minutos que permanecieron mirándose.

Él ✧ sebacielDove le storie prendono vita. Scoprilo ora