Capítulo tres

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-Hillary, lleva estos platos a la mesa 7- me dice Edward, el camarero.

Obedezco sus órdenes y los llevo. Mi jornada está a punto de acabar. Casi son las tres de la tarde. Cada dos por tres, cojo mi móvil para ver si tengo algún mensaje de Emma avisándome de que ya está aquí. Pero todas las veces que lo he cogido, ha sido en vano, la bandeja de mensajes sigue vacía. Antes de irme de casa, mi hermano seguía dormido, así que, no tuve tiempo de decirle nada.

-Ya puedes irte, Hillary, tu jornada de hoy a terminado.

-Oh, muchas gracias- desato el nudo del delantal y lo dejo sobre el escritorio del despacho.

Me despido de todos y abro la puerta, sintiendo la fresca brisa de verano. Cuando estoy a punto de cruzar la puerta de casa, mi teléfono comienza a sonar, avisando de un mensaje. Lo cojo torpemente y logro ver el mensaje entre el poco brillo del teléfono.

Emma

Pronto llegaré a tu casa.

Levanto la vista del teléfono y me concentro en la carretera.

Levanto la vista del teléfono y me concentro en la carretera

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"No me puedo creer que de verdad se vaya a ir".

Así lo has querido.

Entro y veo una serie de maletas esparcidas por el salón.

-Veo que has preparado las maletas tú solo- digo cuando lo veo entrar por la puerta.

-Falta la tuya.

Me tenso ante sus palabras- Sí, ya la preparé ayer.

Oigo el claxon de un automóvil y observo por el cristal de la puerta, que mi prima se encuentra dentro. Nos saluda con una gran sonrisa y hace un gesto con la mano para que vayamos. Mi hermano intenta coger todas las maletas él solo, pero se le van cayendo por el camino.

-Anda, yo te ayudo.

Cojo algunas maletas y me dirigo con él hacia el coche. Emma sale del coche y mete las maletas en el maletero.

-Así que tú eres mi primo pequeño, ¿no?- dice ella revolviéndole el pelo con una mano.

Mi hermano asiente y le da un abrazo.

-Usted primero- le dice mi prima en tono servicial.

Cierra la puerta cuando el pequeño entra. Él me da palmaditas al asiento que tiene al lado para que me siente junto a él. He empezado a llorar. Le hago un no con las manos. Me mira confuso y cuando empieza a entender, empieza a darle palmadas al cristal del coche.

-¡Hillary! ¡No! ¡Hillary! ¡No me dejes solo! ¡Vente conmigo!- empieza a gritar. Se le van formando pequeñas lágrimas en los ojos.

No puedo evitar los sollozos. Lágrimas se acumulan en los ojos y van bajando, hasta tocar mis pómulos. Una llega a mis labios y puedo notar su sabor salado.

-Tranquila, está en buenas manos. Llámame con lo que sea. Espero que te vaya bien. Te quiero mucho- Emma me abraza y luego sube al coche.

Mi hermano empieza a patear otra vez el cristal- ¡No! ¡No, no, no! ¡Hillary! ¡Por favor! ¡No!

Tapo mi boca con una mano y varios sollozos más siguen a las lágrimas. Lo último que recuerdo de mi hermano, es verlo patear el cristal y gritar mi nombre a los cuatro vientos, después de que perdiera el coche de vista.

Puedo percatarme de que varias personas que se encuentran en la calle, se han parado y me miran preocupadas.
Entro corriendo en casa y cierro la puerta tras de mí. Me escurro en la puerta hasta que mi trasero toca el suelo. Es ahí, cuando cubro mi cara con las manos y suelto todo lo que tenía dentro. Más lágrimas comienzan a salir y empienzan a mojar mi camiseta. Creo que podría formar un río con ellas.

-Ahora sí, estoy sola- consigo decir entre sollozos.

Empieza a dolerme el pecho y la cabeza me da vueltas. Sujeto la cabeza con mis manos e intento aminorar el dolor. Es imposible. Mi pecho escuece, en alerta de un próximo ataque de ansiedad.

"No, otra vez, no".

Inhala, exhala, inhala, exhala. Intento controlar mi respiración. El dolor empieza a disminuir, hasta que deja de doler. Me enseñaron esta técnica la última vez que estuve en el hospital. Pero debo hacer algo. No puedo vivir así, con miedo a que pase algo mayor. ¿Pero el qué?

De repente, un recuerdo me invade.

*Flashback*

-Mira, Hillary, lo que debes de hacer es dejar de pensar en la muerte de tu madre- la doctora se pasea por la sala con un archivador en la mano.

Reviso por undécima vez la bata blanca de hospital que llevo.

La doctora sigue hablando- Deberías ir a un psicólogo.

La miro incrédula- ¿Me está llamando loca?

-No, no, por Dios Hillary, no- niega repetidas veces- La gente que va al psicólogo, no va porque esté loca, si no por cosas totalmente diferentes. Podrían ayudarte a controlar tus ataques e incluso, a dejar de tenerlos.

Mi cabeza da vueltas a su solución. ¿Podría funcionar?

*Fin Flashback*

Y eso mismo es lo que me estoy preguntando ahora. A lo mejor debería ir. Sería lo mejor para todos.

Empiezo a subir las escaleras para subir a mi habitación. En los pasillos, veo cuadros. Cuadros en los que salimos mi hermano y yo, otros con mi madre y mi padre, y otra todos juntos.

"En ese momento todos éramos felices".

Hay un cuadro en el que salimos mi hermano y yo haciendo caras raras. En otro, yo salgo dándole un beso en la nariz y él a mí en la barbilla. Sigo andando cabizbaja, a paso lento.

|Frágil|® [TO #1]Where stories live. Discover now