Capítulo doce

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Visto un sencillo vestido veraniego de flores y una diadema, también de flores, sujeta mi cabello. Me maquillo lo básico y bajo las escaleras hasta llegar a la puerta. Cuando abro la puerta, alguien toca mi cara.

-¿Desde cuándo soy un timbre?- pregunto abriendo un ojo.

-Desde que has abierto la puerta antes de pulsarlo- contesta Aaron- ¿Ya está lista, señorita tardona?

-Sí, señor "tarda mucho", "aligérate", "soy un tarado".

-¿Debo suponer que estás imitando mi voz?- alza una ceja.

-Deberías- le corrijo.

-Pues debo decirte que deberías entrenar más- lo empujo con el brazo.

Lo sigo hasta su coche, ya que no tengo ni idea de cómo es ni dónde está. Me abre la puerta como todo un caballero, para que pase primero y me siento en el lado del copiloto.

-¿A dónde vamos?- pregunto entusiasmada- Debería haberte dicho antes que no me gustan los restaurantes que son muy caros o a los que tienes que llevar ropa de marca para entrar, prefiero ir a un bar de cómida rápida- le suelto todo de golpe.

Me mira nervioso- Obviamente. Yo no tenía pensado nada de eso. ¿Qué te crees?- vuelve a mirar al frente- ¿Qué te parece si pasamos por un McDonald's y después nos vamos a un sitio donde yo venía de pequeño a pensar?

-Eso no es lo que tenías pensado para esta noche, ¿verdad? Te lo has inventado sobre la marcha- él asiente rascándose la nuca y yo río- Pero vale, es un buen plan.

(...)

-¿Falta mucho?- pregunto por décima vez.

-Te pareces al burro de Shrek, Hillary- dice rodando los ojos.

-¿Y qué quieres que haga? Llevamos una hora en carretera. ¿Te aplaudo? ¿A dónde ibas tú cuando eras pequeño? Madre mía. Seguro que cuando llegabas a casa, te castigaban.

-Tienes que entender que yo antes no vivía aquí.

-No me llevarás a Carolina del Norte, ¿verdad?- llamo su atención.

-Pues claro que no, tonta. Para ir allí, tendría que conducir por horas y horas- alarga la última palabra.

-¿Qué hiciste con tu casa? O sea, ¿la vendiste?- curioseo.

-Sí, la vendí cuando pasó lo del accidente. No creía poder vivir allí solo, con todos aquellos recuerdos. No me resulto difícil, ya que había una pareja que siempre ha estado interesada por la casa.

-Oh- es lo único que puedo decir.

-Ya hemos llegado- frena el coche y aparca al lado de unos árboles.

-¿Aquí?- asiente- Pero si aquí no hay nadie, esto está más solo que la una.

-Mejor, así tenemos más intimidad- lo fulmino con la mirada- Además, es normal que no haya nadie, venía aquí para "pensar", o sea, estar solo.

De mientras que Aaron coge las hamburguesas, voy inspeccionando el lugar, pero a lo lejos, solo veo árboles y más arboles.

-No creo que quieras ir allí, solo hay bosque, podrías perderte- dice Aaron a mis espaldas.

Volteo y voy hacia él- ¿Piensas sentarte en el suelo?

-Claro, ¿dónde si no? Perdóname que te diga, señorita tardona, pero aquí no hay ninguna silla.

Decido ignorarlo y me tumbo encima de la parte delantera del coche, para admirar las estrellas.

-Chica lista- tras decir eso, se tumba a mi lado. Su brazo está en contacto con el mío.

-Esto es precioso- admito observando el cielo de noche.

-Como tú- coloca los brazos tras su cabeza y sigue mirando al cielo.

Los colores suben a mis mejilllas e intento alejar esta situación incómoda- Procura no abollar el coche- intento no reírme y parecer una persona seria.

-¿Me estás llamando gordo?- alza una ceja.

-Puede ser.

-Te vas a enterar- empieza a hacerme cosquillas y yo exploto a carcajadas. En un intento de hacerle cosquillas a él, cae del coche al suelo.

-Eso ha tenido que doler- me mira obvia- Anda, coge mi mano- se la extiendo para que pueda subir otra vez, pero, en vez de eso, tira de mi brazo haciendo que quede encima de él.

Estúpida Hillary, no deberías haber hecho eso. Sus ojos conectan con los míos. Posa la mirada en mis labios y luego, vuelve a subirlos. Empieza a acercarse, pero, me levanto de inmediato.

-Deberíamos irnos, ¿verdad?- suelto de repente.

Se levanta al momento y no me mira. Normal, yo tampoco puedo hacerlo ahora. Me da demasiada vergüenza.

-Sí, se está haciendo tarde y tengo que llevarte a casa- me da la razón.

El camino hasta casa es silencioso, nadie habla y no sé por qué. Como si nos hubiéramos besado.
Decido romper el hielo- ¿Me puedes dar un beso? ¡No! Quiero decir, que si me puedes dar una hamburguesa- digo nerviosa.

Joder, eres imbécil. Ya la has cagado.

Él suelta una carcajada a la par que sacude la cabeza. Me pasa la comida y miro a la carretera a través del espejo frontal del coche. Espero que el resto del camino no sea así.

|Frágil|® [TO #1]Where stories live. Discover now