∆ C6: El Hijo de Rick.

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|Narra Katie|

Durante el camino Rick nos contó sobre lo que sucedió con su grupo. Por lo visto, se refugiaban en una prisión que ellos mismos se encargaron de limpiar, de habilitar al menos un bloque para poder vivir por un tiempo. La protegieron y estuvieron estables por varias semanas hasta que el tipo ese de la tanqueta que se hacía llamar Gobernador, atacó el lugar como buen envidioso. Al incendiarlo y ser invadido por completo de caminantes, tuvieron que huir —cada quien por su cuenta— separando el grupo por diferentes caminos.

—Por cierto —me quité una aleta de la mochila y me la apoyé en el pecho. Abrí el cierre y saqué las armas de Rick—. Ten.

—Gracias —las tomó amablemente, guardando cada una en su lugar—. Por un momento pensé que iban a salir corriendo con ellas.

—Lo pensé —confesé—. Aprovecharme de tu terrible aspecto pudo darle ventaja.

—Nosotras somos como el policía bueno y el policía malo —divagó la castaña—. Yo soy la buena, está más que claro.

—No puedo negarlo —me encogí de hombros, devolviendo la mochila a su lugar.

(...)

Caminamos durante una hora más o menos. Mis pies estaban comenzando a doler al igual que mis piernas, porque a pesar de tener buena resistencia física, tenía tiempo sin hacer ejercicio, por lo tanto, mi cuerpo no estaba acostumbrado a una caminata así de larga. Tras la depresión que tuve después de la muerte de mi padre, me dediqué a no hacer nada más que estar encerrada en mi cuarto viendo series y escuchando música.

—Llegamos —informó Rick caminando en dirección a una casa.

Nos acercamos, el hombre abrió la puerta y se hizo a un lado para que mi amiga y yo entráramos.

—Que casa tan bonita —comentó la castaña, fascinada.

—No es nuestra —cerró la puerta—. Es decir, no es de nuestra propiedad, pero sí temporal. Ustedes me entienden.

Asentimos para que el hombre no se extendiera explicando si la casa era suya o no.

—Papá, ¿eres tú? —escuché la voz de un chico en el piso de arriba.

—Sí —le respondió—. Baja, tenemos visitas.

—Está bien —segundos después, escuché que alguien baja las escaleras—. Mucho gusto, yo...

Un millón de norteamericanos y tenía que ser exactamente este imbécil.

—Genial —rodeé los ojos dejando el bolso en uno de los sofás.

— ¿Qué haces aquí? —frunció el ceño.

—Nosotras somos la visita —indicó Ashley un poco incómoda por la situación.

—No fastidies —le dijo a la castaña mientras terminaba de bajar los últimos escalones. Luego, me miró—. Si tenemos que salvarte todo el tiempo pues entonces vete y salva tu propio culo.

— ¿Disculpa? —alcé las cejas, atónita.

—Muy bien —el adulto dio un paso al frente interrumpiendo nuestra pelea—. Suficiente.

— ¿De dónde se conocen? —cuestionó mi amiga con una ceja levantada.

—No es tu problema —contestó con fastidio.

—Ya te estás pasando, respeta —defendí a la muchacha—. Ella no tiene nada que ver en esto.

—Basta —exigió Rick—. Parecen unos niños.

Sentimientos Encontrados. (Carl Grimes)Where stories live. Discover now