∆ C25: Oportunidad.

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|Narra Katie|

— ¿Estás seguro? —inquirí acercándome con cautela—. Cinco caminantes no son una horda.

Él, en medio de su ataque de pánico y nervios, rodeó los ojos con hastío.

— ¡Por supuesto que lo estoy! —se defendió—. Habían más de treinta caminantes dirigiéndose a nosotros.

— ¿Y cómo pasó? —preguntó Maggie—. Algo tuvo que atraerlos y nosotros no hemos hecho ruido.

El padre bajó la cabeza y jugueteó con sus manos. Miré sus gestos y enseguida fruncí el ceño al darme cuenta de lo que estaba pasando.

—Habla —ordené.

Él subió su mirada como si lamentara existir y nos vio a todos con miedo. Sus ojos casi pedían misericordia.

—Tal vez yo... —se tomó unos segundos para continuar—. Estaba caminando en el bosque cuando me encontré con esa horda.

Lo mato.

— ¿Y entonces? —insistió Ash, expectante.

—Dos se me lanzaron encima haciendo que los otros también se acercaran; logré huir pero ellos me persiguieron por el sendero, no se rindieron.

— ¡Por supuesto que no! —habló Abraham de la nada. Estaba furioso—. Son caminantes con hambre de comerse la mierda que tienes como cuerpo.

—Cada día me pregunto si tú acaso eres suicida —musité, pensativa, dirigiéndome a Gabriel—. Porque tengo ganas de asesinarte y tú haces todo lo posible para que yo quiera cumplir con mis deseos.

—Yo no...

— ¿Dónde está el autobús? —le interrumpió Carl.

—Atrás —dijo Abraham.

—Salgamos por la puerta trasera, rápido —ordenó Maggie.

(...)

Luego de recoger todo a velocidad luz y en silencio sepulcral, subimos al autobús para partir a Atlanta. No tuve remordimiento hacia Gabriel porque, al fin y al cabo, ya nos íbamos de la iglesia, sin embargo, aún no entendía por qué tuvo que venir con nosotros. Nadie dijo que era parte del grupo, era un inútil, de todas maneras no servía, era incompetente. Solo servía para causarnos dolores de cabeza. Entendía que al menos Eugene era inteligente y nos caía bien un cerebrito, pero, ¿qué podía ofrecernos Gabriel? ¿La palabra de Dios? Por favor, necesitábamos gente que supiera pelear, no leer la biblia.

Pero ignorando mi humilde opinión sobre el padre Gabriel, hablemos sobre la posición incómoda en la que me encontraba. Justo al final del autobús había un banco para tres personas, pero dada la situación tuvimos que sentarnos cuatro: Carl, Tara, Ashley y yo. Íbamos súper apretados y en realidad no sentía el aire correr por mis pulmones. Necesitaba estirarme, me estaba dando calambre en el brazo izquierdo y ya no sentía mi pierna derecha, quizás exageraba, pero la claustrofobia me estaba jugando una mala.

— ¡Cuidado! —advirtió Rosita de copiloto.

Abraham giró el volante hacia la derecha, luego a la izquierda y repitió aquello hasta perder el control del autobús y volcarnos. Nosotros cuatro aquí atrás no teníamos de dónde sostenernos así que casi salimos volando por todo el interior del autobús. Mi espalda baja dolía con insistencia al igual que mi cabeza y mi cuello. Sentía un ardor en la frente, creí que me había hecho algún hematoma así que al llevar mis dedos al lugar, noté que sangraba; era bastante sangre por lo que deduje que era una herida que necesitaba puntos, sin embargo, salí de mi ensimismamiento cuando un llanto de bebé llegó a mis oídos.

Sentimientos Encontrados. (Carl Grimes)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz