Capítulo diecisiete.

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Joaquín miro el teléfono de su escritorio angustiado, ¿debería llamar el o esperar a que Vany le llame después de una pelea?

Recordaba haber tenido muchas peleas con sus antiguas novias por pasarlas de largo o responder si a todo, esto último lo había hecho como consejo que le había dado su profesor de español antes de dejar la escuela pero al parecer a las chicas no les gustaba siempre esa respuesta, mucho menos cuando lo que preguntaban era si lucían gordas o estaban feas. Por un momento se preguntó si Vany se molestaría que alguna vez le dijera algo parecido sin pensarlo. Inmediatamente sacudió su cabeza, no tenía por qué preocuparle lo que pensara de él esa chica y mucho menos tenía que atormentarse de no decir nada debido a que ni siquiera la había visto, lo cual lo llevo a otro pensamiento, ¿Cómo era Vany?

El chico dirigió una mirada disimulada al escritorio de Lila, si era su mejor amiga debería tener al menos una foto. Y no era porque le interesara mucho, era más bien porque... porque... ¿Qué tal si Vany era en serio un viejito pedófilo?

Joaquín soltó un suspiro queriéndose ahorcar con el cable de su computadora, debía de dejar el tema, estaba pensando ridiculeces y aunque debía admitir que la curiosidad le carcomía la cabeza opto por concentrarse en otra cosa.

Siguieron pasando los minutos y lo único audible en su zona de trabajo eran el click de las teclas del computador mientras revisaba unos estados de cuenta, pero a pesar de estar haciendo eso estaba pensando en mil cosas más.

¿Llamaba o no llamaba?

-Vany dijo que ella llamaría- Se recordó a sí mismo en voz alta. Un minuto después meneo la cabeza. –Pero yo fui el que me comporte mal con ella.

Finalmente tomo su celular rendido y marcó el número de la chica, esta vez asegurándose de tenerlo correcto. No se reconocía.

Un tono...

Dos tonos...

Tres tonos....

Cuatro tonos...

Cinco tonos...

-En seguida salgo papá, ya voy en camino, espérame en la cafetería, llego en cinco. Excepto si hay tráfico, sabes, el día de hoy marca como que habrá mucho tráfico, ya sabes la posición del sol y eso, yo digo que esperes otros quince minutos pero pensándolo bien creo que me detendrá un payasito en el semáforo, mejor espérame veinticinco minutos... No, mejor treinta siete, el viento me dice que se me terminara el combustible... mejor una hora, eso del combustible tarda mucho. Te llamo cuando el payasito se vaya, adiós.

-Soy Joaquín.

-¡Joaquín! ¿Qué tal te trata la vida?- Se escuchó como al otro lado Vany ponía algo de música para Camuflajearse el ligero sonido del agua al caer. Tremenda mentirosa.

-¿Con que ya vas en camino eh?

-De hecho.

-Vaya, no sabía que te podías duchar en tu auto.

-¿Pusiste cámaras depravado? Mira que no me llaman Vany la destructora por nada.

-No hay que ser un genio o tener cámaras para deducir que se te olvido alguna salida y ahora finges que vas en camino cuando en realidad estas recién recordando.

-Y luego yo soy la acosadora.

-La diferencia querida maniaca es que yo soy un buen deductor y tú muy mala ocultando cosas.

-Es sábado, mi cerebro está dormido.

-¿Qué excusa tienes para el resto de la semana?

-Seguramente las mismas que has tenido tú en toda tu vida.

Joaquín rió. –Basta, ¿A dónde vas a ir?

-¿Por qué la pregunta? ¿Acaso quieres poner más cámaras? Lunático.

-Solo preguntaba, tranquila. Ni siquiera tengo cámaras.

Vany murmuro algo por lo bajo al tiempo que cambio la música, Joaquín no conocía ninguna de las canciones por lo que ignoro esa acción.

-Se supone que mi padre quiere pasar tiempo padre e hija. Yo soy la hija.

-Si no lo aclaras no me doy cuenta- El tono irónico de Joaquín le robo una sonrisa burlona a Vany.

-Por eso mismo lo aclare. De nada.

No sabía que pensar, la chica seguiría sacándolo de sus casillas sin importar que pasara pero aun así ahora era el quien la llamaba, ¿Qué rayos había pasado ahí?

El muchacho se puso a pensar en los días que habían estado hablando, en las risas que esa molesta chica le había sacado, en la suave vibración de su voz al otro lado del teléfono y en la emoción de ella cada que contestaba. Ahí mismo tenía la respuesta a su propia pregunta.

-Oye Mr. Silencioso, me tengo que ir si no quiero que papá piense que el payasito me secuestro, hasta mañana.

Joaquín sonrió. –Hasta mañana.

La llamada fue finalizada al momento que Joaquín decidió que esa sería su oración favorita a partir de ese día.



TMR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora