Capítulo treinta.

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Era tarde, pero no tan tarde. El sol se estaba poniendo anaranjado y grande, tanto así que si Joaquín no supiera nada sobre él habría jurado que aquella enorme estrella dorada estaba espiándolo desde lo alto, justo a tiempo para verlo conducir de vuelta a su casa luego de dejar a Vany.

Ciertamente, era la primera vez que llevaba a alguien a casa y la razón no era otra que el hecho de que no tenia amigos. Dicho así sonaba terrible, ¿Qué pobre diablo no tenia ni un solo amigo a sus diecinueve años?

Joaquín, claro.

Quería pensar que era por su personalidad brusca y en parte podría ser que sí, pero también estaba el innegable hecho de que nunca se había permitido a si mismo conservar una amistad. Apenas alguien se acercaba a él, Joaquín prefería ponerle limites antes de que algo más llegara a pasar.

Al principio intentaba no ser grosero con las personas, pero luego se dio cuenta de que funcionaba mejor si de una vez les ponías las cosas en crudo, para que pudieran ir sopesando que su amistad no valía la pena desde un inicio y no perdieran su tiempo.

Él sabia que tratar tan mal a las personas no era algo bueno ni ejemplar, de hecho, a veces, cuando se ponía a ver hacia atrás y analizar mejor las cosas terminaba por avergonzarse, pero sabía que seria peor encariñarte de un desconocido, alguien voluble del que apenas sabrías algo más que lo que esa persona decidiera contarte. Joaquín consideraba que con Ali ya tenía suficientes preocupaciones, ¿Por qué añadir a alguien más a la lista?

Pero ahora, también estaba Vany. Sonaba extraño para él decirlo, pero ella poco a poco se estaba convirtiendo en una amiga, y la idea lo hacia sentir tan tranquilo como preocupado, si es que eso era posible.

Esa tarde, apenas la dejo en su casa ella lo había invitado a pasar. Le dijo que tenía kol-aid y pastel, pero él se negó a entrar alegando que pronto también tendría diabetes, por lo que la muchacha no insistió. Más tarde, analizando sus acciones se pregunto si estaba haciendo las cosas mal. Ella no tenía la culpa de los problemas que él tenía para hacer amigos, así como el resto de las personas solo estaba ahí porque de alguna forma se había cruzado con él, pero contrario a los demás se estaba esforzando. Joaquín pensó que era tonto hacer algo así, ¿Por qué te esforzarías con alguien que no lo merece?

Vany era la persona más testaruda que conocía, y aunque le costara admitirlo, ya había entrado a su vida por lo que de seguir renuente a su amistad lo más probable era que la lastimara y él no quería eso bajo ninguna razón. Pero estaba en un dilema muy grande, sentía que no merecía esa amistad así que conservarla seria como quedarse con algo que no era de él, como una recompensa que no merecía.

Para cuando llego a su casa tenía la cabeza tan llena de aquellos pensamientos que ya se le habían quitado las ganas de ir a trabajar. Solo quería llegar, acostarse en su cama y pensar otro poco antes de dormirse lo que quedaba de la tarde, pero aquello no era una opción por lo que luego de casi obligarse a sí mismo abrió la puerta con la intención de ir a cambiarse para no llegar tarde a la compañía de celulares pero aquella acción se vio interrumpida cuando al otro lado de la puerta se encontró unos enormes ojos marrones esperándolo.

Ali salto a los brazos de su hermano a penas esté entro en su campo de visión, provocando que las cosas que este llevaba en la mano cayeran en el tapete de la entrada como peso muerto. - ¿Dónde estabas, Joaquín? No llegaste a comer.

El muchacho aparto a la niña con cuidado, pero al darse cuenta de que no tenía intenciones de soltarlo se rindió e incluso (sorprendiéndose a si mismo) la abrazo de vuelta con una sola mano, las demostraciones afectivas se le daban peor que el tema de hacer amigos. -En la escuela.

En ese momento la niña aflojo un poco su agarre para ver a la cara de su hermano con los ojos estrechados. –Es muy tarde, ¿no? Pienso que más bien intentabas dejarme aquí sola comiendo tofú.

Joaquín rio, y dándose cuenta de la molestia de su hermanita señalo el bote de helado que se le había caído cuando ella lo abrazo. En ese momento los ojos de Ali se abrieron muchísimo más de lo que el muchacho tenía pensado que era posible. Normalmente en la dieta de la pequeña estaba muy restringida, después de todo Gina pensaba que una de las partes más importantes de la recuperación era la alimentación y el muchacho estaba de acuerdo, pero también pensaba que de vez en cuando era bueno que Ali probara cosas normales, a fin de cuentas, era una niña y aquello la hacía tan feliz que lo contagiaba.

El castaño le dirigió un giño cómplice que la niña devolvió con una sonrisa enorme, antes de tomar el helado con ambas manos. Fue entonces cuando Joaquín noto algo raro, la niña tenía las uñas cubiertas de una pintura rosa metálico cosa que lo extraño muchísimo. El simplemente no se podía imaginar a Gina llevando a su hermanita a pintarse las uñas, y mucho menos tenía una sola idea en la cabeza de como Ali podía conseguir la pintura por lo que la duda surgió en su mente como flotador en una alberca.

-¿Qué tienes en las uñas?

La niña se miro los dedos con desinterés. -Brillos, ¿Por qué? ¿Te molesta? - Tras decir aquello le dedico una sonrisa que dejo muy claro que no le importaba si su respuesta era afirmativa, por a ella si le habían gustado y así se iban a quedar.

El muchacho se mantuvo inexpresivo.

- ¿Quién te puso eso?

- ¿Por qué? ¿Quieres que te pongan? - Preguntó la niña.

-No, es toxico. Se te van a caer los dedos.

-Pero seguirán viéndose muy bonitos.

Joaquín frunció el ceño ante las palabras de Ali, pero antes de que pudiera decir una cosa más, la niña salió corriendo en dirección a su cuarto con el bote de helado abrazado. En ese momento se rindió, más tarde hablaría con Gina, pero mientras tanto tenía que alistarse para ir a trabajar.



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