Capítulo Veintinueve.

692 117 14
                                    

Tras despedirse de Joaquín, Vany se fue andando rápido, como si de pronto hubiera recordado que tenía escuela y estuviera incluso más cerca de la costa que de ella, cosa que era cierta. Mientras tanto, el chico se quedó inmóvil afuera de la nevería al menos cinco minutos pensando en lo que acababa de pasar, ¿realmente se había propuesto el mismo como un payaso?
Por su parte, la pelinegra parecía contenta, ocasionalmente daba saltitos en la calle haciendo los pines de su mochila tintinear, eso hasta que llegó a la mitad del camino, fue entonces cuando la realidad le cayó como golpe de boxeador violento luego de chocar con las cuerdas.
Primero se puso a pensar en lo cómoda que se había sentido platicando con el muchacho, la parte final de la hora se había dedicado a explicarle lo básico que tenia que hacer para su próxima visita al hospital mientras este hacia algunas preguntas de lo que consideraba importante resaltar. Viéndolo así, en persona, el muchacho era de todo menos grosero. Si acaso, Vany pensó que más bien parecía un tanto fastidiado. La muchacha lo había visto arrugar la nariz ocasionalmente, como cuando llego un grupo de niños gritones o cuando ella levanto la galleta que se le cayo previamente al piso y se la comió. Pero aun con todo aquello, el resto del rato que estuvieron juntos había pasado sin muchos inconvenientes. De hecho, una parte de la pelinegra le pedía insistentemente volver e inventarle que le faltaba aprender más sobre payasos, quizá maneras de caminar o que hacer cuando un niño lloraba al verte.
Estaba a punto de hacerle caso a esa nueva voz cuando finalmente se detuvo en una esquina preguntándose porque sentía aquello y tras meditarlo mucho se convenció a si misma de que solo se trataba de un pensamiento ilógico, casi el mismo que había tenido cuando luego de su primera conversación (la cual perjuraba por todos los mangos del mundo que realmente había sido muy casual) cuando había decidido continuar marcando, aun a pesar de no necesitar ningún servicio telefónico.
Supo que se había entretenido demasiado pensando cuando el joven castaño la alcanzó doblando la esquina. Apenas la vio, sus ojos se abrieron tanto que Vany pensó que sus cuencas intentaban jugar ping pong con su cara.
Pero ella no estaba en mejor posición, verlo justamente en el momento que estaba reflexionando sobre él la hizo pegar un pequeño salto que no paso inadvertido para el recién llegado.
-¿Por qué no te has ido?- Pregunto el muchacho luego de unos segundos. Vany no pudo evitar notar que tenía un bote de helado en la mano, probablemente para Ali.
-Estoy esperando el autobús.
Bueno, al menos no era una completa mentira.
El muchacho miró al rededor confundido. - No sé si lo notaste, pero aquí no pasan ni los taxis. – Ya dicho de esa forma la chica se lo pensó mejor, estaban en una calle tan estrecha y congestionada que las personas apenas y podían pasar andando, era una maravilla cuando una bici entraba, un autobús era más bien imposible. - ¿Qué paso con tu carro?
Ella se encogió de hombros descubriéndose a sí misma nerviosa. - Se lo preste a Ethan.
- ¿Por qué?
-Por qué es de él.
Joaquín estrecho los ojos en su dirección y como quien no quiere la cosa comenzó a caminar hacia su propio auto. Un coche gris que estaba estacionado casi frente a la muchacha. - Tienes suerte, estamos cerca del mío. Si quieres te puedes subir, pero te aclaro desde ya que nunca te lo voy a prestar.
Vany agradeció el gesto con un energético asentimiento antes de seguirlo al interior del vehículo. En un principio tenía pensado llamar a Ethan para que fuera con ella, pero aquella era la oportunidad perfecta por la que su vocecita casi rogaba. Una vez dentro, el olor el olor amaderado de la colonia del muchacho la envolvió.
-¿A dónde te llevo?-Pregunto esté un tanto cohibido. Si bien, era verdad que por teléfono siempre se mostraba molesto con todo lo que lo rodeaba, en persona siempre había sido más callado que un quejumbroso con causa.
Vany volvió los ojos hasta él cómo llevaba haciéndolo el resto del día, contemplando el cabello castaño que le caía en mechones sobre la frente, de un momento a otro se encontró fantaseando que estos tenían pintura en la punta y cada que caminaba estas salpicaban su cara, y que de esa forma era que aquel joven estaba salpicado de pecas.
- ¿A dónde te llevo? - Repitió el muchacho que ya había encendido el motor. La peligra volvió la vista al frente intentando recordar el nombre de su escuela y tras decírselo, el coche comenzó a andar.
Luego de unos minutos en completo silencio Vany hablo. -Mira esa ventana, esta tan limpia que me dan ganas de asomarme.
-No lo hagas - Dijo el muchacho advirtiendo que no pasaría del cristal. La muchacha río divertida en respuesta.
-Tranquilo, nunca lo haría. No sin mis goggles. A mí no me gustan los mosquitos en mis ojos, ¿a ti sí?
-A mí no me gusta la gente que usa goggles fuera de una alberca.
Vany asintió comprensiva. - ¿Y qué pasa con los mosquitos?
Joaquín suspiro sin apartar la vista del frente.
-No me gustan.
Vany sonrió. - ¿Lo ves?, Somos almas afines.
-Tú tampoco me gustas.
La chica frunció el ceño tras escuchar aquello. Mientras tanto el muchacho parecía inmutable mirando al frente.
-Esa no es la parte importante de las almas afines- Menciono la peligra hundiéndose en su asiento. De pronto estaba contrariada, retiraba lo dicho, Joaquín no era nada amable, todo lo contrario. Era como si el Grinch y Gargamel hubieran decidido poseer el cuerpo del muchacho que tenía sentado al lado.
Por su parte Joaquín pareció ignorar el último comentario de Vany, y en su lugar se dedicó a manejar hasta que el coche se detuvo en un embotellamiento. En ese momento dejó caer los brazos a su costado con frustración.
La pelinegra sonrió maliciosa- ¿Qué paso?
- ¿No lo ves? Estoy atrapado contigo en el tráfico - La cara del muchacho parecía monótona, muy contrario a sus palabras que chispeaban molestia.
- ¿Y no piensas que sería un tanto menos incómodo si no le hubieras dicho a tu única acompañante que no te gustaba segundos antes?
-Seria mas fácil si no me hubiera ofrecido a traerte en primer lugar.
Vany entre abrió la boca en un gesto de sorpresa. - Pues no lo hubieras hecho.
Segundos después, abrió la puerta del copiloto, y estaba apunto de bajarse ante la mirada atónita del chico.
-¿Que haces?- Joaquín estiró su cuerpo sobre el de la muchacha para cerrar la puerta, cuando esto pasó, él y Vany habían quedado tan cerca que tuvo oportunidad de percibir en ella un aroma a pastel. Aquello le hizo recordar lo que una vez Vany le había contado: ella trabajaba en una pastelería.
La chica aclaró su garganta, y con un gesto rápido el chico se aparto de ella.
- No puedes abrir la puerta aquí , ni siquiera estoy seguro de que sea legal. - Habló él luego de unos segundos en completo silencio.
Ella, por su parte se dedico a verlo con los ojos entornados. - Creo que vi un taxi afuera, dejame salir, por favor.
-Aquí no puedes tomar un taxi, Vany. Estamos dentro de la avenida.
-Puedo intentarlo, después de todo no quiero molestarte. Esta bien si no quieres llevarme.
A ese punto Joaquín estaba muy confundido, la pelinegra ni siquiera parecía estar molesta, más bien era como si se estuviera ofreciendo a no incomodarlo. El joven negó ante la propuesta de la muchacha. Y finalmente suspiro con rendición - Disculpame por lo que dije antes. ¿Te parece si te llevo?
-¿Quieres hacerlo?
Él asintió. Si quería.

TMR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora