XXIV

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El tiempo pasa, y no se detiene por nadie. No es solo una frase, es la cruel y triste realidad.

Pero también el tiempo todo lo mejora, de eso no hay duda.

Mi perspectiva de la vida ha cambiado un poco desde la partida de Josh. Veo las cosas con otros ojos, y disfruto de los pequeños detalles más de lo que podría querer. El sol se esconde bajo el tortuoso océano, ofreciéndome un panorama casi perfecto, trayéndome paz y tranquilidad junto a los miles de recuerdos.

Dentro de una semana, mi vida tomaría un nuevo rumbo. El verano finalmente se acababa y todo lo conocido ya no importaba.

Creceré como persona, aprendiendo de diferentes formas, conociendo nuevos rumbos, y aunque quiera o no, estoy aterrado.

Tuve la fantástica idea de ir a ver a Elena en la mañana.

Me encontraba caminando por la calle relajado, disfrutando del sol ya en sus último momentos. Resplandeciendo sobre la tierra, recordándonos su soberanía sobre nosotros, los humanos.

De pronto, un chica en bicicleta se acerca a mi, y sentí un poco de pánico, hasta que se bajó de esta y sacó sus gafas de sol, mostrándome sus brillantes ojos.

-Danielle, ¿qué ocurre?  - pregunté al notar su pálido rostro.

-Elena no está - pronunció negando repetidas veces.

-¿Qué? - no entendía.

-Elena se ha ido, Niall. Sus padres no quieren decirme. La llamo a su celular y el número no existe.

Agitaba sus manos con violencia, la rabia y desesperación se apoderaban de su cuerpo. La entendía a la perfección, comenzaba a sentirme de la misma manera.
No lo pensé dos veces, y comencé a correr hacia la casa de mi novia. Ayer hablé con ella, y todo parecía normal.

¿Qué la hizo cambiar de opinión? ¿Qué estaba realmente ocurriendo realmente?

Jadeaban cansado por mi corrida sin descanso, a un paso frenético. Sentía los pedales dar vuelta con violencia a mis espaldas y a Danielle entusiasmada a encontrar respuesta.

Cuando llegamos a la casa, golpeé la puerta con violencia, mientras intentaba recuperar el aliento. La castaña se paró a mi lado y volvió a golpear la puerta.

Desde adentro se escucharon murmullos, unos pasos y luego la silueta de la Sra. Carter con el ceño fruncido nos recibió.

-¿Dónde está Elena? - pregunté, sin siquiera saludar.

-Yo estoy bien, Niall. Un gusto verte - sonrió con hipocresía y no pude evitar las ganas de rodar los ojos - Elena, se ha ido.

-Eso ya lo sabemos, ¿Podría decirnos a dónde? - se apresuró a contestar Danielle.

La Sra. Carter se cruzó de brazos y nos miró ambos con desprecio, desde la superioridad de su casa.

-No les diré. Ella me pidió que quedara en secreto - nos miramos asombrados, sin dar tregua a aquellas palabras. Comenzaban a doler más de lo que pensaba - Ahora si no les molesta - dijo, antes de cerrar la puerta. Pero fui más rápido y puse el pie, impidiéndoselo.

Me lanzó una mirada de notable desagrado. Volvió a abrir la puerta y me escuchó en silencio.

-¿Qué ha ocurrido para que se fuera?

-Nos dijo que necesitaba salir. Descubrir cosas nuevas, conocer gente nueva. ¿Entiendes? Y no nos pudimos negar a su petición. Los Ángeles ya no es un buen lugar para vivir. Han pasado tantas cosas que...

-Nosotros también hemos pasado por las mismas situaciones, y no intentamos escapar - dijo Danielle con rabia. Tenía los puños apretados y las lágrimas a punto de caer.

-Cada uno hace lo que puede - respondió con calma, y sentí mi sangre hervir - Les pido que se vayan y no vuelvan. No les diré absolutamente nada acerca del paradero de mi hija.

Y con esas palabras, cerró la puerta, y esta vez no hice nada para impedirlo.

Danielle se dio la vuelta y caminó para tomar su bicicleta. La tomó del manubrio y comenzó a caminar en dirección a su hogar en completo silencio, solo dejando salir amargas lágrimas.

Me apresuré hasta alcanzarla y la abracé. Dejó caer su medio de transporte y se aferró a mi cuerpo con fuerza.

-La odio, Niall. Nos ha dejado.
Ayer me dijo que ya estaba mejor. Es una mentirosa - pronunció a penas entre sollozos - Josh no está y Elena ahora tampoco. ¿Qué clase de amiga es?

Cada palabra se clavaba con mayor ímpetu que la anterior. Sabía que estaba en lo correcto.

Que Elena había salido corriendo de esta agobiante situación, si decirle a nadie.

¿Qué podría esperar de ella en un tiempo futuro?

Me separé de la castaña y sequé sus lagrimas. Me miró con sus ojos llorosos y me volvió a abrazar.

-Tranquila, Danielle. Todo estará bien.

-Claro que lo estará. Ya no tendré que lidiar con la estúpida de Elena que cree que solo su sufrimiento vale. ¿Por qué no puede aceptar que todos perdimos a alguien importante? ¡Diablos, Horan!
Ya no sé ni siquiera en que pensar.

Se sentó en la acera y llevó sus manos a la cabeza. Me senté a su lado y tomé todo el aire que mis pulmones me permitieron.

A pesar de que sentía la misma impotencia que Danielle, no me dejaría llevar por mis pasiones.

-Intentaré llamarla, ¿Vale?

Rió con sarcasmo y negó con la cabeza.

-Su número ya no existe - se quedó callada esperando a que el auto pasara por unos instantes - Al menos sigue siendo inteligente - agregó.

Tenía razón, ya me lo había comentado. Pero de todas formas saqué mi celular del bolsillo y marqué su número.
Crucé los dedos con la esperanza de que contestara, o que al menos me mandara al buzón, pero solo escuché la voz de la grabadora volviendo a decirme que ese número ya no existía.

-Tienes razón, no existe - dije.

-Lo estraño, ¿Lo sabes? - luego de unos largos minutos en los cuales nos dedicamos a apreciar a la ciudad de Los Ángeles, Danielle volvió a hablar.

-Yo también lo hago - murmuré.

-Es bueno saber que no estoy sola - sus lágrimas caían a través de sus mejillas, mas sonaba tranquila - Estuve mucho tiempo al pendiente de Elena. Le preguntaba como se sentía, la venía a ver. Pero ella nunca me preguntó a mi. Perdí a mi novio. Al amor de mi vida. Dime que sentirías tú.

-Yo...

-¿Qué sientes ahora? Ella ya no está, se fue. Y no hay manera de encontrarla.

Sus palabras eran pronunciadas con odio. De a poco comenzaba a entender la situación. Elena se había marchado, ya no volvería y nadie (a excepción de sus padres) sabe donde está.

Caí en la cuenta de forma gradual, sin querer admitirlo quizás.

Me puse de pie y estirando mi mano ayudé a Danielle para que también lo hiciera.

Limpié mis pantalones y comenzamos una caminata en dirección a nuestras casas.

Pensaba ilusionado que mi novia volvería.

El día de ayer estuvimos juntos y no me comentó absolutamente nada de un viaje. Todo parecía estar en completa normalidad. No podría jamás adivinar cual fue la razón para que cambiara de decisión tan abruptamente. Por eso intentaba creer que era por unos días.

Nos separamos a una cuadra de mi casa. Me despedí de mi amiga transmitiéndole todas las buenas vibras para que pudiera seguir adelante. Incluso le pedí disculpas por el comportamiento de mi novia.
Danielle solo me miró enternecida y luego cerró sus ojos, para dar la media vuelta y volverlos a abrir, y así seguir su camino.

La observé unos segundos alejarse, y luego retomé la marcha, perdido entre mis pensamientos, intentando encontrar una respuesta.

Elena •n.h• TERMINADAWhere stories live. Discover now