XXXIV

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Uno, dos, tres.

Sudor.

Caliente.

Amor.

-¡Ah! - exclamó. Su voz como música estimulante vibrante en mi oído.

Llegué. A la misma gloria, al mismísimo paraíso.

Elena bajo mis brazos tiritaba, mientras que intentaba normalizar su respiración. Nuestros cuerpos se habían convertido en uno, y ese candente contacto me tenía a la altura de las nubes. Solo podía pensar en lo mágico y magnifico que había sido haber estado dentro de ella. Otra vez.

Me di la vuelta, no sin antes dejar un húmedo beso en su hombro. Saqué el condón y le hice un nudo. Lo dejé en el suelo y luego la abracé por la cintura, dejando mi cabeza en su vientre. No tardó en dar pequeños masajes en mi cabello, y como acto reflejo cerré los ojos, dejándome llevar por sus caricias.

-¿No tienes hambre? - preguntó, obligándome a despertar.

Alcé levemente la mirada y sus ojos café se clavaban en los míos.

-Un poco - dije haciendo una mueca. Estaba cómodo entre su carne.

-Necesito comer - dijo alargando las dos últimas letras.

Justo en ese momento, su estómago rugió de tal manera que me vi conmovido mientras reíamos.

-Creo que debemos ir por algo para comer - dije ahora a centímetro de su boca, la cual estaba curvada, formando una hermosa sonrisa.

-Por favor.

La besé en los labios de forma corta, sin poder evitar sentirme dichoso y satisfecho. Tenía a la mujer más guapa del mundo junto a mi, compartiendo un momento íntimo y único, y lo mejor de todo era que ella se sentía de la misma forma, o al menos eso me empeñaba en creer. Pero si no se sintiera de la misma manera, ¿estaría aquí conmigo?

Aquellas dudas dejaron de existir en el momento en que se puso de pie dejando su ser expuesto. Me volví loco, lo juro.

Fue como si una fuerza externa me moviera y me salí tan rápido de la cama que casi me caigo.

La tomé por la espalda dándola vuelta para luego unir nuestros labios de una manera salvaje y apasionada. Al principio pareció sorprendida, pero bastaron un par de segundos para que me correspondiera el beso con la misma energía.

-Elena, te necesito - hablé sin aliento.

Ella asintió, mientras acariciaba con fervor mi pecho.

Me empujó hasta que caímos en la cama, ella sobre mi. Y en ese momento volví a perder la conciencia y mi ubicación espacio  tiempo.

Dos horas más tarde aproximadamente, nos encontrábamos caminando hacia un pequeño local de comida rápida que quedaba cerca del departamento de Elena. Habíamos quedado realmente agotados y necesitábamos de alguna manera recuperar las fuerzas.

Cuando entramos al lugar, el delicioso olor a frituras inundó mis fosas nasales.

-¿Qué pedirás? - preguntó Elena mientras se ponía en la fila para comprar.

Miré por todos lados observando los diferentes platos que ofrecían, pero a decir verdad, mis ojos me lo impedían. Veía todo borroso y las letras se movían. Necesitaba usar lentes con urgencia.

-Iré a ver, vuelvo en seguida - dije y ella me brindó una cálida sonrisa, de aquellas que solo ella me puede ofrecer y hacerme sentir bien en cosa de segundos.

Me moví alrededor de las personas, esquivando algunos cuerpos y chocando con otros. El local olía a fritura y tenía un aspecto descuidado. Mesas desordenas se regaban por todos lados y personas de todas las edades y géneros estaban sentadas en ellas.

Elena •n.h• TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora