CAPITULO 11

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—¿Puede esto ser un sueño? —Sus ojos ahora están cerrados y sus manos vagan por mi cintura para luego ponerme sobre el escritorio a nuestro costado —¿Puede? —repite tratando de convencerse de lo contrario.

—No lo se —admití, pues estaba empezando a creer que si lo era. Mi cabeza se echó atrás esperando por la dulce y pecaminosa sensación de sus calientes labios contra la piel desnuda de mi cuello —Pero si lo es... No quiero despertar.

Aquellas perlas azules opacas y perturbadas se iluminaron de repente atacándome con una mirada soñadora. Sonrei de medio lado mientras relamía mis labios.

—Te quiero desnuda —se acerca a mi oído para luego pasar sus manos en un movimiento rápido hasta el borde de mi holgada blusa. La toma entre sus dedos para luego tirar de ella hacia arriba.

Mis mejillas arden y puedo sentir el deseo florecer en mi interior recorriéndome tal cual una corriente eléctrica. Quiero tenerle, quiero que me tenga, quiero que me haga suya.

Pero no puedo dejar de pensar en los múltiples motivos por los cuales lo que estoy haciendo está completamente mal. Ella no ha hecho nada más que hacerme difícil el subsistir en el instituto, y ahora es la culpable de que Camila se haya alejado de mí.

Sin embargo todas aquellas razones no parecen ser suficientes para mí como para pedirle que se detenga.

—Desnúdame entonces —el deseo me está consumiendo ahora que sus azules ojos dan un peligroso y en muchos niveles excitante camino por mis pechos apenas cubiertos por el que debe ser el sostén menos atractivo del mundo.

Su labio inferior se enreda entre sus dientes y ahora entiendo el significado del deseo.

—Jade —susurra mi nombre en cuanto se acerca lo suficiente como para rozar mis labios con los suyos. Un jadeo involuntario lleno de anhelo me abandona —Besarte es por lejos lo mejor que he hecho toda mi vida —su frente se une a la mía y ahora ella no luce tan loca como usualmente lo hace. Le miro esperanzada, jamás pensé que aquellas palabras salieran de su boca.

—Perrie —dije apenas en un susurro que llego a sonar a suplica —Bésame entonces... Hazlo ya.

Su frente se pegó a la mía en un contacto que justo ahora considero imposible de explicar. Le miro, ella parece aturdida y sé que ahora está fuera de su mundo loco y descarado. Por primera vez puedo ver a la Perrie Edwards dulce y sincera que siempre quise ver.

—No puedo —se queja mirándome a través de lo que parece ser una cortina de vidrios destrozados. Le miro confundida, ella se aleja.

Y la sensación de soledad que estaba experimentando me dejo vuelta un lio. Trate de acercarme pero ella parecía estar dispuesta a poner distancia entre ese cuerpo y el mío que hace apenas segundos eran uno solo.

—Perrie... —digo suplicante. Ella niega y entonces veo en esos ojos encantadores el dolor y la profunda tristeza que siempre pensé que escondía.

—Perdóname te lo suplico —dice para darme un último vistazo.

El dolor que se instala en la boca de mi estómago recorre todo mi cuerpo hasta llegar a lo más profundo de mí ser. Estoy perpleja... ¿Por qué me haría algo como esto? ¿Solo quiera avergonzarme?

La rubia dio media vuelta para luego marcharse como si estuviera huyendo de algo o alguien. Mi espalda se recostó en la pared a mi lado, mientras sentía la confusión y decepción tomarme por completo.

Quiero irme de aquí, pero no quiero que nadie me vea.

Quiero gritar, pero no quiero que nadie me escuche.

DEAR GOD - Jerrie ThirlwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora