CAPITULO 44

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Había pasado exactamente un mes desde que abandono a Perrie Edwards en esa comisaria del demonio. Le habia visto un par de veces por supuesto, ahora sabia perfectamente lo que era un stalker en toda la extensión de la palabra. No sabe como fue que la rubia se entero de que se habia internado una vez mas en el convento, tampoco como fue que dio con su nuevo numero de teléfono ni mucho menos que era lo que hacia para conocer la hora exacta a la que salia todos los sábados con la hermana Carmen con dirección al mercado local.

Las pocas veces en que le pudo ver noto lo diferente de su apariencia. Su cabello estaba teñido de color rosa pastel de medios a puntas por lo que no le reconoció al primer vistazo, pero definitivamente era ella, aquellos ojos azules eran difícilmente confundibles. La hermana le habia preguntado varias veces quien era aquella chica de apariencia siniestra y rebelde que siempre les seguia mientras buscaban las frutas entre el mercadillo concurrido respondiendole simplemente con monosilabos e intentando evader su pregunta.

Ni siquiera se dejo conmover por el hecho de que le esperara con toda la paciencia en la cafeteria situada enfrente del lugar por mas de dos horas. No iba a acceder a verle con tanta facilidad, aunque muriese por verle y asegurarse de que estaba bien, no estaba dispuesta a ser tan debil esta vez.

El sabor amargo de las mentiras y el engaño aún no le habían abandonado del todo y aunque consiguió algo de paz y tranquilidad en el convento para pensar bien en el asunto no podría sentirse lista para perdonarle aún si eso era lo que le gritaba su corazón con todas sus fuerzas.

Se sintió un poco confundida con el proceder de Perrie conforme pasaban las semanas. Ella parecía estar dispuesta a seguirla a todos lados defiriendo del convento claro estaba, pero aún así jamas habia intentado hablarle o siquiera tratar de disculparse. Parecía decidida a esperarle hasta que ella misma fuera quién tomara la iniciativa de formalizar una conversación que ambas notaban necesitar con urgencia.

Y así era por supuesto. Perrie estaba decidida a amarle entre las sombras por ahora, sin ser lo suficientemente valiente como para encararle, sabia el peso de su error y podía hacerse una idea del estado en el que se encontraba el corazón de la morena por lo que pensó cualquier intento por enmendarse un completo desperdicio. Jade necesitaba tiempo para asimilar el gran trozo de mierda que habia tenido por novia.

Pues ella no se merecía nada más que eso, sufrir el rechazo de la mujer que mas ama en la tierra como consecuencia a su estupidez. 

—¿Cómo sigues? —la voz espesa y ronca de la ojiverde le hace achinar los ojos en un intento por no romperle la cara. Sus ojos viajan por la sala de estar hasta chocar con los de Lauren Jauregui quien sostiene una cerveza en su mano y un cigarro en la otra —Aunque pues a juzgar por tu aspecto creo que la pregunta sale sobrando —dice con aires de superioridad mientras cruza sus piernas dejando aún más al descubierto la piel pálida de sus muslos apenas cubiertos por una diminuta falda de cuero negro —Debí haberlo pensado antes... Jamás te habia visto tan perdida por una zorra como esa antes —las palabras llegan casi como dos estocadas certeras en su corazón haciéndole empuñar sus manos dándole un aspecto blanquecino a sus nudillos —Me debiste haber dicho antes que solo jugabas así nos hubiéramos divertido ambas.

Fue suficiente para ella una vez le escucho reírse de forma burlona. Se levanta del sofá decidida a hacerle tanto daño que ni siquiera ella misma podrá recordarlo, pero para antes de que logre su cometido se encuentra a escasos centímetros del rostro de la ojiverde haciéndole respirar con pesadez.

—Para de decir estupideces o haré que te arrepientas —su voz llega apenas en un susurro a los oídos de Lauren haciéndole tragar en seco al percibir en esta el enojo y la amenaza. Ya habían pasado demasiados años en los que habia compartido miles de experiencias junto a Perrie, para desgracia de ambas no muchas fueron buenas pero lo suficientemente eficientes como para darles una remota idea de su propio temperamento.

DEAR GOD - Jerrie ThirlwardsWhere stories live. Discover now