CAPITULO 41

415 33 0
                                    

Parece en extremo perturbada, se recuesta en mi pecho mientras siento su respiración pesada e irregular recorriendo la piel descubierta del mismo. Intento por todos los medios tranquilizarle pero cada vez que me aproximo a tocar su piel parece sentirse peor, me evita y esquiva cualquier contacto que no sea de su parte.

—Está bien... Ya tranquilízate Pezz —le consuelo torpemente un poco aturdida por su comportamiento. Mi mirada barre la habitación en busca del reloj que ahora cuelga en la pared. Es más de media noche pero se siente como si hubiera dormido unos segundos tan solo.

Mi brazo se enreda alrededor de su cintura esperando que no se alejara. Al fin ella pareció ceder dejándome ponerle de forma suave sobre la cama una vez más. Le miro esta vez directamente a los ojos, luce asombrada, petrificada e increíblemente fatigada. Sus ojos apenas están abiertos pero aun así puedo notar lo muy perpleja que se siente, como puedo tomo sus manos que tiemblan de forma leve pero aun así alarmante. Esta no suele ser ella, no suele despertar aterrada a mitad de la noche, ese es el rol que he mantenido a mi cargo en esta relación hasta ahora.

Aun así noto que su frente y mejillas sudan, no me siento habilitada para preguntarle nada por lo que me mantengo en silencio pensando reconfortarle. Sus labios están entreabiertos como un último intento por normalizar su respiración, quiero abrazarle y decirle que fuese lo que fuese era solo una pesadilla pero ella parece no estar ahora junto conmigo. Su mirada perdida me pone los dedos de punta, porque la reconozco, reconozco ese iris de tonalidad más oscura del que suele tener, reconozco sus pupilas dilatadas y la forma en que sus parpados se cierran fulminantemente y deduje que ahora estaba más que enojada.

Pero... ¿Por qué?

Tal vez es debido a la discusión que protagonizamos horas antes pero eso no tiene el más mínimo sentido pues aunque discutamos jamás había tenido esta reacción de su parte. Es mas no suele hacer mucho caso a esta situación.

—Estoy tan...—dice con expresión confusa, trata de hallar la frase correcta para expresarse para después decir —Tan... Asqueada —su ceño se frunce de pronto y sus ojos por fin hacen contacto directo con los míos. De alguna manera siento mi mundo tambalear cuando sus labios se fruncen hacia abajo formando un puchero de pura preocupación, reconozco esto también, sé que se siente culpable por alguna razón.

—¿Asqueada? —pronuncio más que confundida. No me esperaba para nada que la razón de su repentino ataque de terror fuera debido al simple asco. Sonrió de medio lado pensando que tuvo que ser alguna tontería, así que me aproximo para tomar sus mejillas entre mis manos —No sé muy bien cómo hacer esto porque siempre lo haces tú —digo intentando tranquilizarle, para luego plantar un beso en la punta de su respingada nariz —Pero fue nada mas una pesadilla Pezzie, nada malo ocurrió en realidad.

Sus ojos ahora demuestran intranquilidad, como si fuese una pequeña niña que fue atrapada robando. Mi ceño se frunce cuando le veo relamer sus labios de esa forma tan familiar, de la forma que suele hacer cuando me ha mentido. Me acomodo de mejor manera a su lado, dejando que su cabeza reposara en mi antebrazo sirviéndole esta vez de algún tipo de almohada.

—No comprendes —dice rápidamente intentando no verme directamente a los ojos —Es mucho peor de lo que te imaginas, fue horrible y me siento tan mal ahora viéndote a los ojos —habla completamente horrorizada tal vez recordando aquello que suena como el mismísimo infierno.

¿Qué tan mala pudo estar su pesadilla?

—Supongo que ahora no quieres hablar de eso eh...—digo un poco intrigada, pero sin querer realmente volver a alterarla, dirijo mis mano a su mejilla para acariciarla con cariño y dedicación.

DEAR GOD - Jerrie ThirlwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora