Prólogo

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Comienza el entrenamiento

Cuando el día de Min YoonGi comenzó esa mañana y abrió el correo, él realmente no estaba seguro de que terminaría de esa manera.

Pero ahí estaba él, recibiendo una visita guiada, una entrevista y una explicación que realmente no entendía ni quería recibir.

—Es el resultado del esfuerzo de cientos de personas, la más avanzada tecnología hasta ahora, una perfecta réplica humana sentada frente a ti.

YoonGi suspiró y observó a la "magnifica" creación que yacía sentada en en el centro de la pequeña habitación repleta de artefactos extraños, sin embargo, no mantuvo su vista en "eso", simplemente la regresó al hombre quien, a diferencia de él, miraba al objeto como si fuera la octava maravilla del mundo, objeto que no se movía y se mantenía ahí sentado sin hacer expresión alguna.

Se tragó toda una charla que duró quizás media hora para... eso.

—¿No es lo más impactante y fascinante que han visto tus ojos hasta ahora? —le preguntó aún sin mirarlo—. Quizás sí, no lo sé, no estás familiarizado con todo esto, creo que me emocioné mucho —se rió ligeramente avergonzado.

—Y... bueno... ¿Cuánto se supone que me van a dar por esto? —preguntó el pelinegro ya un poquito harto del parloteo del tipo; desde que había llegado a aquellas instalaciones no lo había dejado de escuchar usar palabras complicadas y explicaciones que no había pedido, él sólo quería firmar y que le dieran el dinero.

El hombre lo miró por fin y le sonrió.

Al pelinegro ya lo consideraba realmente molesto.

—Verás, esta prueba no es broma —eso ya lo sabía, se lo habían repetido casi cien veces—. Él necesita una base de datos sobre la vida cotidiana y agradecemos mucho que se haya ofrecido a hacer este experimento, usted es alguien realmente importante —sí, eso ya lo sabía también—. Estoy seguro que ninguno de nosotros podría enseñarle lo que es la vida normal, ya sabe, nosotros los científicos siempre estamos rodeados de cosas extrañas.

El hombre se rió de nuevo y YoonGi casi vira los ojos con fastidio, él ni siquiera había respondido su pregunta.

¿Cómo Min YoonGi había llegado hasta uno de los centros de tecnología y desarrollo más importante de corea y del mundo? Porque había visto un anuncio en internet en donde se anunciaba que se le pagaría una considerable cantidad de dinero por formar parte de un experimento con un robot, una cosa llevó a la otra y ahora YoonGi está parado frente a un tipo que no se calla y que tiene aires de "soy súper listo, te voy a decir que tan listo soy" y de un robot que no parecía estar encendido.

Lamentablemente en el anuncio no decía nada de que a los idiotas con los coeficientes intelectuales más altos del mundo, les gusta parlotear tanto.

YoonGi estaba a punto de decirles que buscaran a otro diseñador de publicidad.

—Entiendo... —fue lo único que logró decir y fijó su vista en el supuesto chico sentado frente a él—. ¿Viene con manual de instrucciones o algo así? ¿Al menos me dirá donde encenderlo?

El hombre volvió a reírse y YoonGi esta vez si viró los ojos. Nuevamente había ignorado sus preguntas y lo hizo sentir estúpido.

—Eres alguien muy chistoso —comentó—, estoy seguro que él estará en buenas manos —dijo sin importarle en absoluto que YoonGi no se viera tan interesado en el tema, mucho menos de humor—. Igualmente iré personalmente a visitarte cada mes para saber cómo se va desarrollando y si quieres terminar con el experimento nos puedes avisar en cualquier momento, no estarás solo en esto.

YoonGi sólo asintió, intentando que no se le olvidara esas pequeñas cosas simples.

—Muy bien —el hombre miró al robot—. JiMin, arriba.

El rubio levantó la mirada lentamente sin ninguna expresión en el rostro y sus orbes se fijaron en el hombre parado a un lado de YoonGi quien, quizás, estaba un poco aterrado ahora, debatiéndose si la recompensa era suficiente como para hacer todo eso. Su mente tampoco ayudaba mucho ya que se repitieron todas las películas con robots que había visto, todas con el mismo final: el fin del mundo.

¿Realmente valía la pena morir por un poco de dinero?

Era una pregunta muy difícil.

Y la respuesta era sí.

—Él será tu maestro por ahora —le explicó al robot, quien miró a YoonGi e hizo que el hombre se tensara en su puesto—. Salúdalo, se llama Min YoonGi.

JiMin se levantó de su asiento sin prisas, como si estuviera reconociendo que podía moverse, y se acercó un par de pasos hasta YoonGi, el hombre no podía estar más tenso y tragó en seco cuando el robot hizo una ligera reverencia, sonriendo finalmente. YoonGi no iba a negar estar absolutamente sorprendido, porque los movimientos del robot eran fluidos y sus expresiones se veían casi reales.

Casi, si no fuera porque sus ojos no tenían emoción alguna.

—Me llamo JiMin, es un gusto conocerlo y espero que nos llevemos muy bien, YoonGi-sunbaenim.

Ante ese apodo, YoonGi miró interrogante al hombre y este pareció entender su mueca de extrañeza.

—Su edad es de veinte años, cinco menos que tú y está programado con los modales de Corea, ¿no es algo genial? —nuevamente, una sonrisa se hizo presente en su rostro.

Esa cosa tenía más modales de los que él pudo aprender en toda su vida, era gracioso.

—El gusto es mío —apretó los labios—. Uh... Puedes decirme Hyung, si quieres.

JiMin se mantuvo estático un segundo, como si estuviera procesando lo dicho.

—Está bien, YoonGi Hyung —volvió a sonreír.

Quizás YoonGi no lo sabía, pero su vida estaba a punto de cambiar radicalmente después de ese día.

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