Caída libre (parte II)

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(Happiness Does Not Wait/ Olafur Arnalds)


La siesta no fue tan reponedora como esperaba,  siesta que por cierto se alargó unas cuantas horas. Fue un sueño intermitente en el cual despertaba exaltada cada tanto, Harry me hacía calmar mientras me informaba que aun podía seguir durmiendo, que él cuidaría de mí. 

El sueño definitivamente era la mejor parte de mi día, era lo único bueno en mi vida por aquel momento, era el único instante donde nada importaba, nada existía, solo había vacío y el vacío implicaba paz. 

Después de enterarme que ya llevaba siete días lejos de casa, me preocupé cada mañana de repasar los días de encierro y marcarlos en la vieja pared, en el pecho llevaba la extraña sensación de que estaba soñando, que nada de aquello era real.

 Para el noveno día Louis estaba de turno cuando desperté, como a eso de las cinco de la mañana según me indicó Harry, me despertó para vendarme, me esposó las muñecas y doblando alguna prenda suya que no vi, apoyó mi cabeza en la improvisada almohada.

Despertar se me hacía un horror, mi cuerpo se encontraba siempre en una especie de limbo, indeciso respecto a lo que hacer, mareado y confundido. La mañana del octavo día no fue diferente, un olor a café mezclado con el moho y la orina me llegó a las fosas nasales generando un quiebre en mi esquema mental, aquel olor me traía de vuelta a mis mañanas de universidad.

—¿Qué tal la noche? —preguntó Louis mientras se le oía sorber, la panza se me revolvió como si tuviera un perrito hambriento dentro intentando llamar la atención para que le dieran comida.

—Bien, supongo. —Me senté como pude hasta apoyarme en la muralla mientras estornudaba un par de veces—. ¿Y mi desayuno? —bromeé con la voz ronca por las horas de sueño, pasándome el dorso de la mano por la nariz.

—Me lo acabo de comer —dijo con seriedad—, el brownie fue la mejor parte. —Mi estómago rugió de pronto, como si le respondiera molesto a su comentario y lo oí reírse de la situación—. Harry llega en poco, él te trae comida. —Asentí en silencio.

 No pasaron muchos minutos antes de pedirle que me llevara al baño, Louis no puso problema en hacerlo y me condujo sosteniéndome de las esposas por los largos pasillos del lugar. Me dio un empujón una vez que estuvimos frente a la puerta y esperé a que la cerrara tras de mí para quitarme la venda. 

Me miré al espejo como hacía cada día para ver los cambios bruscos que experimentaba mi cuerpo, quité una esquina del parche que me cubría la frente para ver como avanzaba la herida, seguía roja la mitad de mi frente pero la hinchazón comenzaba a menguar, y la infección disminuía lo suficiente como para que la herida no desprendiera materia.

Estaba mas delgada, lo suficiente como para que mis clavículas comenzaran a sobresalir entre los hombros y el cuello. Extrañaba demasiado el agua caliente de un baño, cepillarme los dientes mientras mis hermanos me gritaban desde fuera que me apresurara, jugar con mis pies para encontrar la zona más helada de mi cama... deseaba tanto ducharme, pero no podía hacer más que lavarme con agua fría para sentirme un poco menos sucia, porque con suerte me permitían orinar. 

Me sostuve en el lavamanos inestable mientras la lástima por mí misma me atacaba una vez más.

—¿Te falta mucho? —preguntó desde la puerta Louis al ver que tardaba demasiado.

—ya casi —a penas pronuncié caminando hacia la puerta, toqué tres veces mientras con la otra mano me volvía a ubicar la prenda sobre los ojos.

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