Confesiones (Parte II)

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(It Ends Tonight /THE ALL-AMERICAN REJECTS)


—Mi hermana murió en Marzo del 2014...


>> Tres semanas, tres semanas son suficiente para volver loca a una persona, tres semanas bastan para tomar tus ideas y reorganizarlas de tal modo, que todos los planes de vida se transforman en recuerdos vagos de lo que somos como seres humanos. Tres semanas bastaron para que él se transformara en nada más que colillas de cigarro y botellas vacías.

El barman le tendió el nuevo vaso de whisky con una mirada de desdén que pasó desapercibida para el joven; no es como si le importara en realidad, llevaba las últimas tres semanas visitando aquella taberna oscura donde los borrachos iban y venían, para perderse por completo del mundo. 

El mesón de tono caoba que lo sostenía le servía de apoyo para no perder el equilibrio, mientras bebía el quinto vaso de la tarde, estiró su mano hasta uno de los platos que contenían los últimos rastros de maní.

Aún no lograba entender lo que sucedió. Había sido demasiado repentino, no solo hablando de la tragedia en sí, sino refiriéndose al periodo de cambio, en solo seis meses su hermana había perdido la cabeza.

Escuchó como Fredy Mercury hacía una perfecta interpretación de "I want to break free" y casi rió con ironía, si solo hubiese podido sentir algo que no fuera dolor quizás lo habría hecho. Pero no era el caso, su rostro crispado en una mueca de desagrado constante acompañaba la postura rota de su espalda, como si el esfuerzo por no derretirse como el hielo fuese imperecedero.

<<No pienses que eso me detendrá, yo te demostraré que no soy una niña.>>

El chico apoyó su frente contra la madera mientras un sollozo se le escapaba del pecho ante el recuerdo de aquella frase, podía escuchar a Gemma gritándolo desde su alcoba una y otra vez, no permitiéndole redimirse de su pesar.

Le dijo a sus padres, les advirtió que algo pasaba con su hermana; desde el viaje que organizaron en su año escolar para despedir la secundaria, fue capaz de ver que algo había pasado con ella, pero no lo escucharon, no hicieron nada y el resultado de aquello fue fatídico. Pudo ver como el corazón acendrado de su hermana pequeña se volvió tan oscuro como la noche, su vida repleta de sueños transformada en charcos de agua sucia.

Todo porque no supieron intervenir a tiempo, porque él no estuvo allí para ella, la culpa era y sigue siendo el sentimiento más profundo que se arraiga en su corazón, creyendo que sin su ausencia, las cosas pudieron ser diferentes.

Suspiró entre el llanto gorgojeante de su garganta, volteando levemente para ver a su alrededor, sujetándose del mostrador para no perder el equilibrio, pero de todas maneras lo hizo, se desorientó cuando vio a la rubia guapa que entraba al local con un aire angelical que lo volvió incluso más torpe, como si el estar borracho no fuera suficiente, aparecía allí con ese aire de diosa griega y el cuerpo de una sirena.

Se le hizo inevitable caer de bruces al piso, llevando consigo el vaso a medio beber del mostrador mientras aterrizaba sobre la alfombra maloliente sin tener claro dónde era arriba y dónde era abajo, porque simplemente el aura celestial que cubrí la imagen de Gemma en ese hermoso vestido blanco podía más que su semiconsciente cuerpo.

Oyó los tacones negros que se desplazaban por el pasillo del lugar, su hermana lucía incluso más hermosa que antes, como si fuese un hada, repleta de un brillo mágico y elegancia absurda. La observó avanzar sin siquiera voltear a verlo, con su vista fija en dirección a la barra.

—Gemma —masculló intentando controlar el impulso de vomitar, se avergonzaba tremendamente de sí mismo en aquel momento; de haber sabido que su hermana lo vería así evidentemente no se habría emborrachado a tal punto. 

CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora