Esta no es mamá

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—Señorita Lepbinia. —La voz sutil de la doctora irrumpe en la puerta cortando la conexión que he hecho con los ojos de Harry.

Sé que debo concentrarme para escuchar lo que ellos tengan que decir, pero me resulta complejo con esta sensación de que Harry me oculta algo gordo.

—Buenas... —respondo vacilante mientras mi vista se fija en ella.

Acompaña al doctor Tonra por la derecha y mide un par de centímetros menos. Su cabello marrón está tomado en un pequeño tomate medio caído, dándole un aspecto jovial.

Es curioso el modo en que me mira, como si se debatiera entre ser agradable o una perra de buenas a primera, pero supongo que mi reciente "casi muerte" la ablanda lo suficiente como para poner una sonrisa amigable en el rostro.

—Soy Colleen Raid. —Se presenta sentándose junto a mí sobre las mantas—. Traté tu... intervención —expresa con incomodidad como si no supiera bien qué palabra usar—. Fue grave, demasiado y por ello te mantuvimos sedada tantos días, para dejar que tu cuerpo se recuperara tranquilo.

Un sudor frío me toma la espalda y el terror a la idea de que mi actuar no fue efectivo empieza a dominarme. De pronto quiero llorar asustada y miro hacia la ventana buscando un poco de calma al menos en los rayos del sol.

—Tranquila —me dice mientras apoya su mano sobre la mía—, lo lograste, no había forma de salvar al bebé.

Es inmediato, exhalo el aire de mis pulmones con fuerza excesiva y paso mi mano libre por mi cabello suelto para quitarlo fuer del campo de visión. Las lágrimas se me escapan, porque el alivio que siento es excesivo. Veo de reojo a Harry que cambia su peso de un lado a otro, y aprieta los labios como si sopesara la noticia. No estoy seguro de si siente algo al respecto, pero no tengo mucho tiempo más para ello, pues la doctora sigue hablando.

—Lo mejor de todo es que tampoco dañaste demasiado tu útero. —Una sonrisa falsa me aparece sobre los labios, pues me parece irónico que me cuiden el útero cuando sé que no pretenden dejarme vivir para hacer una familia bella fuera de esta basura—. Igor logró salvarte, no sé como, pero lo hizo.

El médico se ríe cruzándose de brazos, mientras me da una mirada compasiva.

—Que no te engañe, casi te rostizo como a un pollo —explica como si yo tuviera la menor idea de lo que habla.

A mi mente viene la escena del baño, el dolor y la pregunta de si fue o no una buena decisión. Me callo unos segundos para analizar mi consciencia, porque no puedo quitar el horror en los ojos de Harry al encontrarme, juzgándome.

La verdad es que no hay nada, ni una pizca de culpa, nada salvo alivio. ¿Lo haría de nuevo? Carajos, claro que sí, lo haría una y mil veces. Porque no me arrepiento ni un ápice. Además, el saber que por primera vez luego de semanas algo es una buena noticia me resulta una especie de señal divina, como si algo en el cielo alguien me dijera que fue la decisión correcta.

—Eres una chica valiente Lepbinia —dice ella con un gesto de cabeza, como si hiciera una reverencia respetuosa—. No todos tendrían el valor que tú tuviste.

El silencio se instaura en la alcoba y no necesito ver a Harry para saber que le molesta el tema. Si no fuera tan jodidamente sumiso me lo recriminaría a cada segundo. Y detesto que no sea capaz de entenderme, odio que su corazón sea tan egoísta como para no ponerse en mi lugar, no puedo creer que exista alguien capaz de juzgarme por tomar esta decisión. Quiero comenzar a pelear con él ahora mismo, quiero gritarle que es un idiota por eso, pero al mismo tiempo sé que no vale la pena. Por tanto me limito a preguntar lo siguiente a Colleen.

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