Efecto colateral

857 93 44
                                    

(Half life/BANNERS)


—¿Qué está pasando Harry? —pregunto con temor porque llevo al menos una hora en la consulta del médico sin que me entreguen los resultados aún y comienza a ponerme ansiosa el hecho de no saber qué tengo.

—No lo sé Bini, no ha querido decir ni una sola palabra —explica tomándome de las manos para infundirme confianza.

—Harry —pronuncio su nombre con temor, porque no sé como reaccionará—, llamé a Callie con el teléfono del doctor.

—¿Qué? —cuestiona abriendo sus ojos con impresión.

Lo observo poniéndose en pie de un golpe, como si de pronto mi contacto le hiciera daño.

—Necesitaba despedirme de ella —explico, en tanto que una vez más comienzo a llorar y me odio por ser tan débil, tan estúpida, tan nada.

Veo que no sabe cómo reaccionar, una parte de él está molesta, pero sé que es la preocupación de que me pillen y puedan hacerme algo por ello, la otra parte solo se desarma al verme tan triste y creo que el último instinto es el que prevalece, pues se acerca para abrazarme.

—¿Pudiste borrar la llamada? —cuestiona anticipándose a la idea de que el doctor verá el registro y sabrá que lo he hecho.

Mi cabeza se mueve de un lado a otro, negando, y casi puedo sentir el sudor de sus manos cuando oye mi respuesta. Pero no lo dejo idear ningún plan, antes de que piense cualquier cosa le aclaro que no hace falta asustarse.

—El doctor ya lo sabe, se dio cuenta a penas entró, pero dijo que guardaría silencio.

No sabe si confiar, pero no tiene muchas alternativas salvo rogar al cielo porque sea cierto.

—De todas formas Lepbinia, cómo te hago entender que no vas a morir, no dejaré que suceda —explica ordenando los mechones de cabello que se me escapan y me cubren el rostro. 

—Que me manden a Sudáfrica para acostarme con hombres no es una mejor opción —respondo mordaz frotándome las lágrimas con rabia, mientras su cuerpo se tensa al comprender que lo sé todo... Bueno, no todo, pero mucho más que antes—. No lo soportaré —explico hipando, entonces exploto—. ¡No soporto nada!¡Ni siquiera soy capaz de controlar mis emociones! —mis reclamos salen acompañados de un golpe en su pecho que recibe con humildad—. Me he vuelto loca —le indico sosteniendo su mentón para que me mire directo a los ojos—, estoy hecha una maldita demente —Finalizo antes de soltar su mentón con brusquedad para enredar los dedos en mi cabello—. Necesito pensar, necesito poder pensar, si no pienso no soy yo.

—Hey, hey... —llama mi atención con cuidado, pues no quiere que actúe de esta manera—. No lo harás, no te volverás loca.

—Ya lo estoy —explico mirando la puerta, esperando ver al doctor con mis resultados—. El doctor Tonra olvidó su teléfono sobre la mesa —cuento encorvando la espalda porque incluso mis hombros son demasiado para mí—. Y no llamé a la policía para pedir ayuda, por ti.

—No habría servido de nada —me aclara sin hacer ningún gesto de consuelo, ni un arrumaco ante mi confesión patética y me llena de rabia saber que tiene razón, que solo habría sido una perdida de tiempo, un mal rato, a lo más un motivo adicional para que me pegaran un tiro.

—¿Por qué aún no me han mandado a otro lugar? —cuestiono sin esperar ni una respuesta de su parte.

—Porque no les conviene —explica de pronto, logrando llevar mis ojos hasta él—, eres la mejor arma que tienen y mandarte a prostituir en algún lugar del mundo no es útil, al menos no por ahora. 

CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora