Rastros de cordura (parte II)

2.3K 187 6
                                    

(All We Do/ OH WONDER)


Con la venda limpia en las manos volvió hacia mí.

Y lo comprendí.

Me ahorcaría.


Estaba segura de ello, me sostendría del cuello con aquel duro género hasta que la falta de oxígeno me acabara.

Se agachó hasta estar a mi altura y yo me encogí aun más mirándolo de reojo.

—Por favor no me mates —rogué sin dejar de lagrimear—, no quería hacerte daño a ti —insistí esperando que creyera en mis palabras, deseando vivir un poco más, no obstante, vi en sus ojos que sabía la verdad detrás de mis acciones.

Sentí su pulgar recogiendo las lágrimas de mi mejilla izquierda y cerré los ojos esperando que me pusiera la tela en el cuello, solo rogaba que no fuese tan terrible como imaginaba.

—No te haré daño. —Abrí los ojos de golpe al escuchar su tono de voz pacífico, sin rencor, para ver si había rastro de sarcasmo en aquella oración, pero no lo parecía—. Mucho menos voy a matarte. —Sonrió como si le causara gracia mi comentario—. Pero si voy a decirte que tu idea era realmente estúpida —habló serio secando esta vez las lágrimas de la mejilla derecha—. No durarías ni cinco minutos intentando escapar de aquí. —Su mano tomó un mechón de mi cabello y lo puso detrás de mi oreja, sus ojos se veían sinceros, inconscientemente apoyé mi mejilla en su palma, adorando el contacto cálido, adorando el recuerdo de lo que era ser un humano, porque para estas alturas yo me sentía más como una bestia.

No le creí el comentario respecto a mi plan de escape, sentí que solo me lo decía para infundirme miedo, para evitar problemas con su jefe. Debían existir riesgos, claro, pero no podía ser imposible, yo no era torpe y poseía una habilidad innata para correr con rapidez.

Su rostro no mostraba nada, no había ningún atisbo de enojo, de felicidad, de rabia o de tristeza.

—Perdóname —pedí cerrando los ojos, sintiéndome completamente avergonzada.

—Será mejor que volvamos. —Se limitó a decir, alejando su mano de mi rostro y corriéndose un par de centímetros para que pudiera ponerme en pie, omitiendo mis disculpas.

No insistí, solo torpemente apoyé mis manos en el piso asqueroso del lugar para levantarme, con el estómago hecho un puño lo sentí tomarme del brazo para facilitarme la tarea y una vez de pié se acercó por detrás para vendarme los ojos, estaba a menos de medio metro, pero se sentía a una distancia más grande que el océano. 

De camino al cuarto donde estaba antes, agradecí al cielo una y mil veces mientras me prometía a mí misma no volver a hacer algo como aquello, no sin antes pensármelo mejor. Harry iba en silencio, hecho una tumba, lo que por primera vez se me hizo tremendamente incómodo.

Sentía que perdía al único aliado en aquel lugar.

Cuando entramos al cuarto cerró la puerta y se dirigió conmigo hasta la barra de metal, la cual para esas alturas era mi mejor amiga, pero a diferencia de otras veces, me esposó con las manos abajo, seguramente pensando en que mis muñecas ya no debían soportar el constante estrangulamiento, además del dolor agudo que quedó luego de que me torciera la mano para despojarme del palo con que intenté acabarlo.

Susurré un gracias mientras lo sentía alejarse sin siquiera preguntarme si deseaba que me quitara la venda, no dije nada, era justo, me lo merecía desde su perspectiva supongo y lo entendí de alguna extraña forma, sentí rabia, por supuesto, no podría pensar él que me quedaría sentada ahí sin más, a esperar que pasaran las horas sin saber que harían conmigo, y sí, sentía rabia por darle el espacio suficiente como para que me importara en lo más mínimo su confianza, rabia por entender que se sintiera traicionado por mí.

CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora