Capítulo 6

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NICOLE

Después de su pequeño desvanecimiento, André se despierta pero permanece en el suelo. Sentado y abrazando su piernas flexionadas contra su pecho, se balancea de adelante hacia detrás.

— Mi mejor amiga es un vampiro. ¿Y yo? Yo soy un brujo —repite una y otra vez de forma ausente.

En el estado en el que se encuentra no hay mucho que yo pueda hacer. He intentado hablarle y parece empeorar las cosas. Así que he optado por esperar a que se calme lo suficiente como para explicarle la situación en la que nos encontramos.

Cojo el grimorio de nuevo y lo abro por la página en la que se haya el extraño símbolo. Ojalá conociese a alguien que supiese más sobre estas cosas... Espera un momento, de hecho conozco a alguien así. Alguien que me prometió su ayuda en cualquier momento que la necesitase.

El teléfono está preparado. Mi dedo se desliza por la pantalla mientras los contactos de mi agenda se desplazan por ella. Me detengo cuando encuentro el número que estoy buscando. Su nombre parece destacar entre todos los demás que sólo ocupan espacio en la memoria del dispositivo.

Dudo antes de seleccionarlo. Han pasado cuatro años desde aquel día en el que hizo esa promesa. ¿Y si ya se ha olvidado de mí? ¿Qué haré entonces si se niega a ayudarme? Tomo una gran inspiración y me armo de valor. El vaivén silencioso de André y el tono al otro lado de la línea me acompañan mientras espero a que él responda la llamada.


Roma, 23:47 p.m.

KILIAN

— Estamos rodeados de bellas mujeres interesadas. Elige una, il mio amico, y diviértete —dice César abriendo sus brazos.

No puedo evitar sonreír ante su contagioso júbilo. César es siempre el alma de la fiesta y una de sus grandes pasiones son las mujeres... o los hombres. Es bien conocido por ser un "Don Juan". Dice enamorarse de las personas sin importar a que sexo pertenezcan.

Hemos sido amigos durante doscientos años. Fui yo quien lo convirtió en vampiro lo que nos ha unido bastante. Hacía tiempo que no nos veíamos y César ha estado celebrando nuestro encuentro con fiesta y diversión.

— Me tientas, César. Desafortunadamente no estoy de humor —le contesto alzando la copa en su dirección.

— Dijiste lo mismo ayer y el día antes de ese. Estoy empezando a preocuparme. ¿Las mujeres de Roma no son suficiente para ti? —pregunta él alzando una ceja.

Cruza los brazos sobre su fornido pecho y me mira incrédulo. Un grupo de mujeres no nos quita ojo desde la barra del pub en el que nos encontramos. No sólo me miran a mí sino también a mi amigo. Su pelo rizado de color canela y sus pícaros ojos azules parecen volverlas locas. Pero incluso así no puede superar mi atractivo natural.

— Sabes que ese no es el problema. No me apetece, eso es todo.

— Mmmm... has estado muy extraño últimamente. Parece que los años han comenzado a alcanzarte, anciano —se burla él.

— Tienes suerte de ser mi amigo porque podría matarte por eso —bromeo.

— Qué miedo —dice él de forma irónica —. De verdad, amico, me preocupas. Sobre todo cuando te quedas mirando a las mujeres mayores. Ya sabes, esas que tienen el pelo gris. Es muy desconcertante.

— Ves cosas donde no las hay —respondo divertido.

Desvío la mirada hacia las mujeres que intentan llamar nuestra atención. Todas ellas son impresionantes con sus vestidos ajustados y cuerpos de escándalo. Pero sin importan cuanto las mire no puedo evitar sentirme decepcionado. Son tan comunes...

He estado con varias mujeres durante estos años y siento que todas ellas carecen de espíritu. Ninguna me llama realmente la atención. Sangre y sexo es lo que consigo de ellas, pero a veces anhelo más. Quiero alguien que me desafíe y que no me trate como un objeto, pues es así como me ven todas ellas. Me quieren por mi atractivo, quieren poseerme pero no conocerme. Antes estaba bien con ello pero ahora... Ciertas cosas han cambiado. ¿Me estaré haciendo demasiado mayor como afirma César?

Mis profundos pensamientos son interrumpidos por el tono de mi teléfono que vibra sobre la mesa. Mi corazón se detiene unos segundos cuando veo el nombre sobre la pantalla. César me mira extrañado al darse cuenta de mi cambio. Cojo el teléfono y sin decirle nada salgo fuera. El ruido en el pub es demasiado fuerte y necesito un ambiente más calmado para poder responder a la llamada que jamás pensé que llegaría.

La noche es cálida en el exterior y camino varios pasos para alejarme del sonido de la música que sale por la puerta del local. Me detengo junto a unos coches aparcados y elevo el teléfono hasta mi oído. Descuelgo.

— ¿Nicole? —pregunto intentando controlar la esperanza en mi voz.

— Kilian —dice ella con alivio —. No sabía si responderías.

— ¿Por qué no iba a hacerlo? Te dije que podías llamarme cuando quisieses — mi ceño se frunce ante su actitud dudosa.

— Han pasado más de cuatro años...

— En cualquier momento o lugar ¿recuerdas? —repito las palabras que le dije aquel día en el cementerio.

A pesar de que no puedo verla siento su sonrisa al otro lado de la línea. A veces me preocupan los sentimientos que desarrollé por Nicole de forma tan rápida. Tal vez fueron los intensos acontecimientos vividos en aquel pueblo los que nos obligaron a aproximarnos o, tal vez, no. Sea como fuere, no me desagradan.

— Necesito tu ayuda con algo —pide ella ahora más seria.

— ¿Qué ocurre?

— Es posible que tenga un problema relacionado con la brujería pero no se mucho sobre ello.

— Pues estás de suerte, preciosa. Tengo un amigo que es un experto —respondo.

— ¿En serio? Eso sería genial. ¿Podrías venir? —pregunta Nicole esperanzada.

— Claro pero tardaré un par de días. Estoy fuera del país —digo después de que me da la dirección.

— No importa. Me basta con saber que vendrás.

— Allí estaré —prometo.

La llamada se corta y durante unos minutos me quedo observando la pantalla del teléfono como un estúpido. Más de cuatro años sin saber nada de ella. Había comenzado a pensar que se había olvidado de mí.

Vuelvo dentro del bar donde mi amigo me espera. Me mira con cara interrogante.

— ¿Qué ha sido eso? —pregunta él molesto por mi brusca salida.

— Prepara las maletas —le digo ignorando su pregunta a propósito —. No vamos de viaje.

— ¿A dónde? —responde él emocionado.

— A la universidad

Una gran sonrisa llena su cara. Todos sabemos que la universidad es sinónimo de fiestas, alcohol y jóvenes con ganas de pasarlo bien. César se apunta al plan inmediatamente y de esa forma ambos cogemos un avión en dirección a Nicole.


Starving of BLOODDonde viven las historias. Descúbrelo ahora