EPÍLOGO (Extra largo)

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ALGUNOS AÑOS MÁS TARDE...

NICOLE

Camino dentro del bar y el olor a rancio y cerveza golpea mi nariz con fuerza. Saco el móvil del bolsillo de mi chaqueta de punto y compruebo la dirección que hay escrita en el mensaje de nuevo. Por desgracia, no me he confundido y este es el bar de mala muerte donde hemos quedado en encontrarnos.

Suspirando guardo mi teléfono y me dirijo hacia la barra decorada con paneles de madera y luces de neón. El suelo cruje a mi paso debido a la suciedad que lo cubre e intento ignorar las miradas de los camioneros y transeúntes que llenan el local.

— ¿Qué te pongo? —me pregunta el camarero, un hombre cincuentón de barba canosa y abundante, cuando ocupo uno de los taburetes desgastados.

— Una cerveza —contesto mirándole fijamente a los ojos. Sus pupilas se contraen con mis palabras y ausentemente asiente a mi orden.

He recorrido muchos kilómetros hasta llegar a esta pocilga y no estoy de humor como para ponerme a discutir sobre la edad que tengo o, más bien, aparento. Sigue sin hacerme gracia que me pidan mi identificación en todas partes por lo que he optado por ahorrármelo y usar el control mental directamente.

Mientras el camarero va a buscar obedientemente mi bebida, mi oído capta la conversación que un grupo de chicos jóvenes está teniendo unos asientos más allá.

— Ese idiota se cree mejor que nosotros —se queja uno de ellos estrellando su botellín de cerveza contra la barra, la espuma se derrama por la parte superior y moja la madera.

— ¿Quién se cree que es para rechazarme de esa manera? —exclama indignada una rubia mientras se afianza al brazo del chico.

Sus amigos asienten y se quejan de acuerdo con ellos. Risas, insultos, burlas... Ah, la humanidad en toda su gloria. Aunque no debería quejarme pues los vampiros no somos mucho mejores.

— Ha rechazado a cada chica que se le ha acercado —se lamenta una morena —. Dios, es tan caliente.

Los suspiros de las dos chicas hacen que los hombres se quejen e imiten ruidos de arcadas. El camarero aparece por fin frente a mí por lo que dejo de prestar atención al ruidoso grupo para pagar la cerveza. Mi seca garganta agradece el alivio y sin poder evitarlo, llena de curiosidad, vuelvo a espiar la conversación que los dos chicos y las dos chicas mantienen a escasos centímetros.

— A lo mejor tiene novia —sugiere uno de ellos con el pelo de punta.

— Dudo que alguien como él tenga novia —responde el que la rubia continúa abrazando y apastando sus tetas contra su brazo —. Simplemente es un estirado snob. No sé qué estará haciendo en este lugar pero me apuesto lo que quieras a que no miraría dos veces a cualquier chica de este bar.

Apenas sin darme cuenta he comenzado a andar antes de que acabase de hablar. Me aproximo hasta ellos y toco su hombro. El chico se gira con el ceño fruncido y cara de pocos amigos pero, cuando me da una mirada, su expresión cambia. Me muestra una sonrisa coqueta mientras con poco disimulo aparta a la chica rubia de un empujón.

— Eh —se queja ella trastabillando hacia atrás.

— Vaya, hola. ¿En qué puedo ayudarte? —me pregunta él de forma simpática ignorando a su amiga que lo fulmina con la mirada.

Sin darle mayor importancia a sus intentos desesperados de ligoteo me apoyo sobre la barra y bebo de mi cerveza.

— No he podido evitar escuchar vuestra conversación —confieso —. ¿De cuánto dinero estamos hablando si gano esa apuesta?

Starving of BLOODWhere stories live. Discover now