2. El chico de campo

5.1K 445 275
                                    

– Así que, – dijo Maryse. – Esta es tu habitación. Tienes una cama, un escritorio, un estante, un closet, una silla y un baño, – dijo señalándole todo. – ¿Está bien? –

Su boca se abrió, pero solo asintió. Ella puso su maleta al lado de la puerta, le dio una última mirada y salió, cerrando la puerta tras de ella, dejando solo a Magnus. Vio la habitación, riéndose de su anterior pensamiento de temor por tener que compartir habitación. La casa era enorme, y la habitación por igual.

Había una gran ventana que daba al patio de atrás, en el que noto el montón de cultivos y bosque. La ventana tenía un sillón, perfecto para dibujar, cubierta de varios cojines combinados. Le gustó la enorme y acolchonada cama que estaba en el centro del cuarto. Magnus se permitió un momento infantil al dejarse caer en la gran cama, y dejar que las almohadas le rodearan, siendo la cama más cómoda en la que había estado en su vida. Se río y giró en ella, levantándose para ver el baño. Era impresionante, con una ducha en la que podrían caber diez personas. Magnus trató de esconder su sonrisa, pero difícil estar enfadado en una habitación tan asombrosa.

Pero de repente todo le golpeó de nuevo. Iba a estar ahí tres meses. El viaje no se veía nada mal hasta ahora. Estaba teniendo una lucha entre divertirse y tener una aventura, como su mamá quería, o enojarse y ser miserable. Magnus tenía una semana para estar molesto, ese era su trato con Maryse.

¿Pero una semana era suficiente? ¿O era demasiado?

Se sentó en el edredón, pasando sus manos por el suave material, tratando de no llorar. No sabía que hacer. Estaba dividido en dos y no tenía a nadie con quien hablar. Le habría preguntado a Camille, pero no le habían dado la contraseña del internet y no había teléfono en su habitación. Sin mencionar el grito que su mamá pegaría si recibiera una factura de teléfono por un montón de dinero al final del mes. Magnus estaba solo y no estaba seguro que le gustaran sus opciones. La idea de bajar y tratar de disfrutar con los Lightwood le hacía sentir enfermo, sobre todo porque quería un momento a solas y bañarse en lástima. Pero la idea de sentarse solo en esa habitación por tres meses lucía más triste. Tomó una gran respiración y sacudió su cabeza. No tenía que decidir ahora mismo, tenía toda una semana para decidir que hacer.

En algún momento se quedó dormido y para el momento que despertó, ya pasaban de las siete. Había una gran cobija sobre él. Y la comida servida en su escritorio, cubierta para mantenerla caliente, con una nota diciéndole que se quedaba con hambre siempre podía bajar o si quería algo más. Sonriéndole a la nota y asumiendo que era de Maryse, se sentó en la suave silla y comenzó a comer. Magnus abrió uno de sus libros de moda, comiendo con la otra mano. Cuando terminó solo amontonó los platos y los puso a un lado, y sacó sus suministros de arte de su mochila.

Dibujó hasta altas horas de la noche, sacando inspiración de su tristeza. Dibujó casi una línea entera inspirado en los ojos de Camille, con un poco de los de Will, aunque Magnus nunca lo iba admitir, extrañaba a ese estúpido arrogante. Sacó algunos colores, y comenzó a pintar sus diseños, escuchando la risa de Camille mientras añadía una brillante raya verde a un vestido de coctel blanco. Pensó el lo mucho que extrañaba a sus amigos. Ragnor siempre decía que deberían ser más sentimentales, pero el resto siempre se reía- excepto Jem, quien raramente se reía a expensas de sus amigos. Pero sentado en ese escritorio, en Texas, deseó que sus amigos fueran más sentimentalistas, recordando los besos lanzados y los abrazos, sonrió. Pero la falta de seriedad en sus rostros al despedirse se sintió un poco frio, y le hiso ponerse triste. Magnus añadió más colores oscuros a su diseño, tratando de darle dimensión. Frustrado con su falta de profundidad, puso los lápices a un lado y pasó su mano por su cabello exasperado.

Big City (Malec UA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora