9. Día en el lago (parte 2)

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Subieron a la cima de una colina, donde abajo, se podía ver agua clara. Había un acantilado de piedras por el que caía una cascada. Todo parecía sacado de un cuento de hadas, con las hermosas flores rodeando el agua. El lago era hermoso y Magnus no pudo resistir sacar una foto. Lentamente fueron bajando el acantilado, ya que era relativamente fácil, pero Magnus no dejaba de darle pequeños ataques cardiacos a Alec.

– Sabes, eres bastante torpe, – dijo Alec la tercera vez que tuvo que atrapar al chico para que no se callera. Magnus bufó.

– ¿Gracias? Me voy a tomar eso como un cumplido, – dijo Magnus tratando de no sonrojarse mientras Alec le sostenía con una mano. Alec rió.

– Solo tu te lo tomarías como un cumplido, – dijo cuando llegaron al río sin ningún incidente, Alec dejando la canasta en el pasto y sacando un mantel para sentarse.

– Oh, – dijo Magnus, sonriendo. – Que tradicional. Tela escocesa roja, me impresionas, – dijo pasando la mano por la tela mientras se acostaba.

– Muévete. Estás muy gordo. – dijo Alec dado que Magnus no le había dejado espacio.

– Eres tan infantil. De verdad, – dijo riéndose pero haciéndole un espacio al chico. – ¿Tu mejor insulto es decirme gordo? –

– Pero funcionó, te moviste. – dijo encogiéndose de hombros. – No hay nada mejor que un día caluroso en el lago. –

– Amen, – dijo Magnus haciendo que Alec riera de nuevo. Ambos se quedaron así un momento, disfrutando el momento. – Esto es perfecto. –

– Te lo dije, –Alec sonrió. – Esta es la magia del picnic de la que te has estado perdiendo. – dijo cruzándose los brazos debajo de su cabeza viendo el cielo.

– Tu también te lo has perdido, – dijo Magnus recargándose en un brazo para poder ver a Alec.

– Si supongo que si, – dijo Alec. Hubo una pequeña pausa, hasta que Alec brincó sonriendo y dándole la mano al chico para ayudarle a pararse. – Vamos, – dijo dándole una sonrisa malévola que hizo saltar a su corazón. – Es un requisito obligatorio el nadar. –

– ¿Ahora? – preguntó Magnus, levantando una ceja. Y Alec asintió.

– Ahora, – dijo comenzando a dar saltitos, – Maaagnuuuusss, – dijo arrastrando las letras de su nombre y haciendo que Magnus tomara su mano y se levantara.

– Está bien, vamos a nadar. –

Obviamente, cuando Magnus dijo eso, no esperó que Alec jalara su brazo lo suficientemente fuerte como para lanzarlo al agua. Y Alec no esperó que Magnus le tomara tan fuerte que le arrastrara también al agua. Sacando su cabeza por el agua, Magnus jadeó, sintiendo como su playera se pegaba a su cuerpo y escuchando a Alec reír.

– ¡Tramposo! – gritó Magnus lanzándose contra Alec al agua.

– No puedo creer que no lo hayas visto venir! – dijo Alec respirando con dificultad tratando de contener la risa. Magnus farfulló.

– ¿Quién vería eso venir? – dijo sacudiendo la cabeza y lanzándole agua a Alec en venganza, con una sonrisa. – Vas a pagar eso, – Los ojos de Alec se agrandaron antes de que Magnus le sumergiera en el agua. Salió tosiendo pero riendo y Magnus reía. – Mmm, tienen razón. La venganza es un plato que se sirve frío. Frío, como el agua fría. –

Alec reía a carcajadas, dándole a Magnus una esplendida vista de su pecho con la playera pegada por el agua. Alec se aprovechó de eso y ambos empezaron una batalla de agua, disfrutando el contacto.

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