30. Un recuerdo para siempre

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Ya no seré precavido, total si te vas déjame una sonrisa
Puede doler el recuerdo, pero lo prefiero a no quedarme siquiera con eso...



Una semana después:

Despertar y ver el rostro de Alec a su lado era lo mejor del mundo. Despertar y ver el rostro de Isabelle a su lado era algo terrorífico.

– ¡Jesús! – Magnus brincó de la cama, casi cayendo al piso. Isabelle soltó una risita y se sentó en la cama, aun usando su pijama.

– Buenos días, cariño, – Isabelle se burló, haciéndose una coleta. – ¿Te vas a levantar, o qué? –

– ¿Dónde está Alec? – Magnus preguntó, ignorando su pregunta.

– Bañándose, – ella pausó. – ¿Siempre duerme aquí? –

– No, – Magnus rió, – A veces dormimos en su cuarto, – si, en ese punto ya nunca pasaban las noches separados. Magnus ya se había acostumbrado a dormir escuchando el latido del corazón de Alec.

Isabelle se levantó, con las manos en la cadera, de repente poniéndose seria. – Te vas a ir en una semana. Y no se si Alec va a ser capaz de soportarlo. –

– Lo se, – dijo Magnus, siendo tomado por sorpresa. – Y yo no se como podré irme, – Isabelle le seguía mirando con seriedad. – ¿Estás enfadada? Y yo que pensé que éramos camaradas. –

– Nadie dice "camaradas" –

– Yo lo hago. –

Eso casi hizo que Isabelle sonriera, pero sacudió la cabeza y se puso serie de nuevo. – Solo tu dices eso, nadie más. Y si somos amigos, camaradas, como quieras llamarle. Pero también eres el chico que en una semana romperá el corazón de mi hermano. –

– Escucha Isabelle, – fue el turno de Magnus de pausar un rato, pensando que decir. – No tengo idea de que va a pasar cuando me vaya. No me gusta pensar en ello. Amo a tu hermano y voy a aprovechar cada segundo con él. –

– Tu dices eso porque no estarás aquí para recoger los pedazos, – dijo Isabelle de forma dura, y Magnus se sintió herido. – Lo siento, se que estoy siendo rara y deprimente. Eso estuvo fuera de lugar...–

– No, no lo estuvo, – dijo Magnus, mirando sus manos. – Es verdad, de cierta forma, –

– ¿Lo es? – Isabelle rió. – Magnus Bane, puedes ser muchas cosas pero no eres un rompecorazones. No vas a aplastar el corazón de mi hermano y olvidarlo todo. Eres mejor que eso. –

Eso le hizo sentir peor. Magnus no le quería decir, pero si lo había sido. Había sido el peor de los peores rompecorazones. Había sido de la clase de persona que se liaba con alguien y nunca los volvía a buscar, de clase de persona que se alejaba solo porque se aburría. Magnus intentaba ser una persona mejor. Pero esto era diferente, porque ahora se tenía que ir y no había forma de que eso no rompiera el corazón de ambos.

– ¿Sigues aquí? – Isabelle chasqueó los dedos en frente de la cara de Magnus. – Te fuiste a tu mundo. Pero si sigues por aquí, quiero que me prometas que serás bueno con Alec. No lo destruyas, – dijo ella, casi rogando.

– Nunca lo haría, – dijo Magnus, deseando que fueran verdad. – ¿Somos camaradas, ¿recuerdas? –

Eso fue suficiente para que Isabelle sonriera de nuevo. – Camaradas. –

Big City (Malec UA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora