33. Volver a casa

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Y cada noche vendrá una estrella a hacerme compañía
Que te cuente cómo estoy, que sepas lo que hay..
.



La mamá de Magnus le estaba esperando en el aeropuerto de Nueva York. Ella lucía tan pequeña en medio de toda la gente, y lucía más hermosa de lo que recordaba.

– Hola, – dijo, algo tímido, como si no supiera como hablarle después de todo ese tiempo.

– Hola, – le contestó ella, mirándole con adoración para después darle un abrazo maternal, que Magnus devolvió en seguida.

No era común que su madre le abrazara así, haciéndole saber lo mucho que le quería y le extrañaba. Hubiera dado todo por recibir abrazos así cuando era niño.

Cuando se separaron, ambos tenían lagrimas en los ojos. No hablaron mucho mientras caminaban con las maletas para conseguir un taxi. Magnus solo le contaba sobre el vuelo: lo que le habían dado de comer, las películas horribles que pasaron, y la molesta señora que se sentó detrás de él.

– Y luego...–

– Magnus, – su madre le miró a los ojos. – ¿Estás bien? –

– ¿Qué? –

– Se que fue difícil despedirse, – un taxi se paró enfrente de ellos, pero su mamá seguía con la vista fija en él. – Solo quiero asegurarme de que estás bien. –

Quizá eso hubiera sido normal para cualquier hijo, pero su madre nunca había sido de las que le mirara a los ojos con preocupación maternal. Y Magnus no sabía como reaccionar o que responder. Hablar de sus sentimientos enfrente del taxista no le parecía una idea agradable.

Así que Magnus se las arregló para sonreír y asentir. – Si, – dijo sabiendo que su voz no sonaba del todo creíble. – Estoy bien. – Su madre solo se mordió el labio, obviamente no le creía.

– Si necesitas hablar, estoy aquí, – le dijo ella subiendo al taxi y sin insistir en el tema.

El resto del viaje fue en silencio. Magnus iba viendo por la ventana su ciudad, sorprendiéndose de lo mucho que la había extrañado, y su madre viéndole por lo mucho que ella había extrañado a su hijo. Magnus vio los rascacielos, y la multitud de gente caminando por las calles, la forma en la que toda la ciudad se movía. Definitivamente era su ciudad.

– Extrañé esto, – admitió Magnus. Viendo a los jóvenes reír y platicar, sin rumbo fijo, solo disfrutando de la ciudad.

Ella solo sonrió. – No importa donde vayas o donde termines viviendo, siempre extrañaras tu hogar. Una parte de ti siempre amará Nueva York porque es donde creciste, – Magnus pudo notar algo de tristeza en su voz y no pudo evitar comprender lo mucho que ella debía extrañar su hogar y su gente.

– Nunca había disfrutado tanto el olor a gente y orines, – Magnus sonrió con burla, haciendo reír a su madre.

Sintió que llegaron a casa demasiado rápido. No pudo evitar comparar el paisaje de su ciudad con el de Texas, su departamento con la casa de los Lightwood. Alec tenía razón, Magnus pertenecía ahí.

Al entrar a su casa, vio que todos sus amigos estaban ahí, esperándolo.

Todos se veían igual de cómo los recordaba pero al mismo tiempo diferentes. No había sido demasiado tiempo pero si se sentía así. No pudo evitar que las lágrimas volvieran a acumularse en sus ojos y fue cuando se dio cuenta que realmente los había extrañado demasiado.

Big City (Malec UA)Where stories live. Discover now