Capítulo II

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Las nubes, los árboles, el viento. Todo allí afuera lucia más interesante que esa monótona clase. Desde su lugar, Takao sólo contemplaba la manera en la que su profesor movía los labios con suma rapidez y elocuencia; la duda de que si realmente respiraba se hizo presente.

No logró comprender absolutamente nada, y debo aclarar que no es que él carezca de compresión o inteligencia, es solo que simplemente no quería estar allí. No quería escuchar las palabras de un hombre que le dictaban como debía ser, como debía actuar, las responsabilidades que debía acatar y realizar durante su reinado... Vaya, con siquiera pensarlo, una sensación dolorosa se formaba en su estómago

-¡Kazunari! - un dulce llamado le sacó de su ensimismamiento, provocando que el sonido volviera a sus oídos. Una pequeña chica entró sin ningún cuidado a la habitación, y claramente está acción molesta al mentor. Ella como disculpa hace una pequeña reverencia y se queda de pie en aquel mismo lugar - ¿puedo hablar con mi hermano? - pregunta

En realidad el joven pelinegro ni siquiera esperó una aprobación. Una de las cosas que le beneficiaban de ser príncipe era que él decidía que hacer y que no hacer; por lo que, tomo a la pequeña de la mano y salió de la habitación, cerrando la puerta tras suyo y soltando un ligero suspiro de alivio

-¿Puedo saber cual es tu emergencia, pequeña? - preguntó con tono de voz apagado. La mirada de ella delataba una profunda preocupación, gesto que alarmó un poco al mayor

-Hermano... Necesito... - murmuró atrayéndolo del cuello de la camiseta y susurrando en su oído - Necesito manzanas - finalizó la oración separándose un poco de él

-¿Ahora? - preguntó mirando hacia todos lados. Aquella conversación aunque no lo pareciera, era bastante delicada, y Takao quería evitar que alguien escuchase - Kazumi, ahora no puedo, estoy ocupado - respondió en voz baja

-Se trata de Pam. Esta muy enfermo...

Ella comenzó a temblar. En ese instante Takao lo comprendió. Lanzó un pequeño suspiro y acaricio su cabeza para consolarla un poco.
Pam era la mascota de su hermana. Un gato bastante enfermizo que ella rescató de las calles; podía verse que ella realmente adoraba a aquel animal. Las medicinas, los hechizos, nada en el reino había logrado curarlo siquiera un poco... A excepción de esas manzanas. Las mismas manzanas de un árbol que Takao había encontrado en una de sus tantas escapatorias al bosque. Aquella misma fruta era la que había salvado un sinnúmero de veces al querido compañero de su hermana

-Cubreme el tiempo que esté fuera - dijo Takao con rumbo a su habitación - si alguien te pregunta, solo di que es una emergencia

-Kazu... - murmuró ella con los ojos inundados. Él solo sonrió

-No te preocupes, nadie cuestionaría a una princesa - dijo antes de cerrar la puerta de su habitación, a la vez que comenzaba a deshacerse de sus ropas, para reemplazarlas después por unas más viejas. Una capa, pantalones viejos y un pedazo de tela que cubría la mitad inferior de su rostro.

El pequeño librero se fue moviendo poco a poco, producto de la fuerza del príncipe, dejando a la vista un estrecho pasadizo por el cual se coló, llegando hasta el sótano, último paradero del castillo. Jamás nadie sospecharía que el se escabullía por allí.
Mezclándose con las personas, podía crearse una ruta más fácil para llegar al bosque, mismo donde se internaba.

De pronto se vio envuelto de un color verde casi en su totalidad. Las ramas, los árboles y algunas hojas caídas en el suelo. Sus pasos fueron quedando atrás al internarse más en el bosque. El sutil olor a humedad le daba a entender que llovería pronto, por lo que se dio prisa en ubicar el dichoso árbol.

Miro a todas direcciones. El sonido de las aves regresando a los árboles le daba un mal presentimiento. Más que una lluvia, se avecinaba algo parecido a una tormenta, y aquello no era oportuno para una persona que se encontraba en medio del bosque. Para su fortuna, a lo lejos divisó el dichoso árbol, solo era cuestión de correr. Sí, de correr de ida y vuelta. Sus piernas reaccionaron, y pronto se encontró al pie del árbol.

No pensó en nada más que tomar gran parte de ellas para así no tener que volver en un tiempo a ese lugar. Tres, cuatro, diez, quince, más manzanas entraban en el bolso que había llevado consigo. Cuando éste estuvo lleno sonrió satisfecho. La tormenta no iba a ganarle esta vez.

Llevo el bolso sobre su hombro dispuesto a darse la vuelta y regresar por su rumbo, sin embargo algo llamó su atención. Más allá de aquel árbol había todo un desastre. Ramas quebradas, algunos árboles golpeados y otros caídos en su totalidad. Claro, ahora lo recordaba, el mismo había estado allí. Algo había provocado aquel desastre, dejando a su paso aquel chico herido...

-Midorima... - murmuró recordando un poco. - Era Midorima Shintaro. - volvió a decir. No se había dado cuenta de que sus pies se habían movido de manera involuntaria, llevándolo cada vez más adentro del bosque. Como siempre, su curiosidad le había llevado más allá.

Se detuvo y miró hacia atrás. Y noto algo muy importante...
Se había perdido.
Se perdió.
Demonios, se perdió.

Su respiración se acelero un poco, pero prefirió calmarse. Ya le había pasado en más de una ocasión, por lo que también podría salir de aquello. Camino por donde había llegado, sin embargo, solo podía ver más árboles destruidos, y un color en el lugar que se iba opacando por las nubes.

Una gota cayó en su mejilla, seguida de unas cuantas más. Camino un poco más y se rindió. No podía estar calmado. Finalmente, se dejó caer al pie de uno de los árboles menos destruidos del lugar y allí se quedó. Había sido mala idea, pero su necedad le impediría retractarse al tomar aquella decisión.

Cerró los ojos. El frío aire golpeaba contra su rostro. Se había descubierto la parte inferior, pues dudaba que alguien pudiese reconocerlo estando perdido. Primero dejo de sentir sus piernas, después los dedos de sus manos, para finalmente, dejar de sentir.

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Continuará 💜

El Príncipe & El Vampiro Where stories live. Discover now