Capítulo V

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Afuera era una tormenta total. Kazumi lo sabía, y los nervios ya se habían encargado de ir destruyendo su mente de manera lenta. La impaciencia, el miedo, y la preocupación de no saber de su hermano eran evidentes ante la servidumbre del castillo... Más ella no decía nada. Antes que nada, aun depositaba la confianza en que todo estaría bien, y el príncipe pronto llegaría con la ropa empapada y una enorme sonrisa.

Anhelante a ese deseo, miraba de manera intensa a través del cristal de la ventana. Su respiración chocaba contra la misma, dejando una marca de vapor, producto del frío que calaba hasta sus huesos.

Un extraño presentimiento se alojó en su pecho, y el temor que anteriormente había forjado se intensificó. Podría ser muy pequeña, pero temía incluso lo peor.

-Mi príncipe... Tu pequeña princesa te espera - murmuró, a la vez que una lágrima se deslizaba por su mejilla

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Los labios de Takao se habían torcido, dejando a su paso un intento de risa. Los colmillos alargados del peliverde parecían una broma, sus ojos también lo parecían. Era tan irreal. No, Midorima no podía ser...

-¿V-vampiro? - pregunto con voz temblorosa - Sabes, no es divertido - agregó volviendo a retomar aquella extraña mueca - Anda... Ya... Ya tuve suficiente de esta broma... Yo no...

-¿Broma? - pregunto Shintaro yendo prácticamente encima del príncipe - No... Los vampiros no hacemos bromas, Kazunari. - murmuró deslizándose por su cuerpo, acorralándolo en el rincón de la cama. De pronto el aroma del humano le parecía de lo más exquisito, que incluso quiso tomar tal vez, una pequeña probaba de su inquieta y circulatoria sangre.

El miedo se apoderó de Takao, sellando por completo el habla, sin poder articular siquiera una sola palabra; inclusive poder respirar era un tanto complicado. Su labio inferior comenzó a temblar, y su corazón se aceleró. Cerró los ojos para esperarse lo peor, mientras en su mente, de manera fugaz apareció Kazumi. Su pequeña y adorada princesa.

El temor de Kazunari se extendió, y de manera inexplicable, el sentimiento abarcó por completo el ser de Shintaro, quien reaccionó rápidamente a él. Sus ojos regresaron rápidamente a la normalidad, y sus colmillos de manera lenta volvieron al tamaño que tenían anteriormente.

Un sentimiento de culpa y asco se propagó por Midorima, quien casi de un salto retrocedió hasta uno de los rincones de la habitación. Fue entonces, que los ojos de Takao volvieron a abrirse, encontrándose con el mismo peliverde, pero esta vez a varios metros lejos de sí.

Ninguno de los dos dijo nada, lo único que podía escucharse era la respiración de Takao mientras se iba nivelando. Contrario a ello, Midorima se quedó de pie sin atreverse a levantar la mirada.

Se sentía un monstruo. El rostro atemorizado de Takao se había quedado grabado en su memoria. Aquella imagen no se borraba, no salía de su cabeza.

-Yo... - murmuró Midorima sin realmente saber que decir - N-no quiero... - balbuceó levantando la mirada hacia Takao, quien había cambiado su rostro de pánico, a uno confundido. Sus miradas volvieron a chocar, y fue entonces, donde el mayor desapareció como una sombra fugaz.

Los labios de Takao se entreabrieron, pero era imposible seguir asombrándose o asustándose más, por lo que solamente se limito a soltar un entrecortado suspiro. Miro hacia todas direcciones, sin embargo no quedaba rastro alguno del peliverde. De manera lenta y cuidadosa fue bajando de la cama, mientras sostenía aún con firmeza la sábana a la que se había aferrado desde un principio. Dio un paso, luego dos, y finalmente termino recorriendo la habitación, intentado encontrar sus ropas. Al no tener éxito en la habitación optó por abrir la puerta, encontrándose con una hermosa sala a primera vista

-¿Hola? - pregunto más por precaución, que por amabilidad; al no recibir respuesta, recorrió la sala. Era un ambiente agradable, no iba a mentir.

Una extraña habitación al fondo llamo su atención, y no dudo en aproximarse a ella. Definitivamente estaba loco, pero no se detendría a pensarlo cuando ya estaba abriendo la puerta.

¿Que habría dentro?
¿Sangre?
¿Cadáveres?
¿Él?
¿Más vampiros?

-Una cama - murmuró sosteniendo el pomo de la puerta. No había más que una cama perfectamente ordenada y un silencio abrumador inundando el aire. Vaya, que inesperado.

Cerro la puerta y regreso a la misma sala donde había estado con  anterioridad. Finalmente, y para su fortuna, una cálida sensación terminó por conducirlo cerca de la chimenea. Y justamente, allí estaba: su ropa tendida en el borde de la misma y su bolsa a un costado.

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-Lo diré una vez más, Kazumi, ¿donde está tu hermano? - pregunto el rey ante la pequeña chica que apretaba sus labios con impaciencia. Entreabrio sus labios ante su padre, ya rendida ante la situación

-Aquí - murmuró una voz descendiendo de las escaleras. Su cabello húmedo y su ropa de dormir ahora vestían su cuerpo. Lanzó una mirada a su asombrada hermana y asintió sutilmente con una pequeña sonrisa - lo siento, padre. Me he quedado dormido.

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Nos vemos en el próximo capítulo! 💜

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