Capítulo XIII

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Midorima soltó un leve suspiro, pero finalmente, se giró en dirección al pelinegro, quedando frente a él

-¿Para qué quieres saberlo?- pregunto el peliverde

-Porque deseo escucharte.- dijo de repente –no quitas la curiosidad tan fácilmente de un terco humano- alego en su defensa. El suspiro que soltó Midorima fue entrecortado, levemente alegre

-Hace doscientos años fue tomada esa foto. En ese entonces, al igual que ahora, vivía con mi padre, mi madre y mi hermana. En realidad siempre fuimos bastante humildes, nunca tuvimos una riqueza… ni siquiera cercana a esta. Tuvimos lo que necesitamos gracias al mejor amigo de mi padre. Tú te identificarías bastante con el- dijo Midorima

-¿Yo con él?- pregunto Takao

-Así es. Era feliz, extrovertido, curioso…. Y estaba un poco loco. Siempre fue extraño, como si tuviese otra faceta que todos nosotros desconocíamos. En aquel año, una plaga azoto contra el pueblo en el que vivía. Llego a matar a mis mejores amigos, no tenía cura alguna…- hizo una pausa y respiro profundamente. –La enfermedad llego a nosotros más rápido de lo que esperaba. A mí, de hecho. Se supone que cuando cerré los ojos debí haber muerto…- volvió a detenerse, llegar a esa parte era difícil hasta en sus pensamientos –Pero no fue así. Abrí los ojos y yo… ya era esto.- dijo finalmente, deteniendo su hablar y poniéndose de pie. Takao bajo la mirada y se quedó observando fijamente esos lentes

-¿Sabes cómo paso?- pregunto nuevamente el contrario

-El mejor amigo de mi padre… era un vampiro. No sabía que su fuente de alimento era…

-Tu padre…- murmuro Takao

-Si. Exactamente. Debido a eso, fue que aquel hombre decidió salvarnos… “la vida”

-Pero, ¿Cómo puede ser posible convertir un humano en vampiro?

-Honestamente, no tengo idea. Siempre odie hablar del tema con mi familia.- respondió el peliverde dando unos cuantos pasos por la habitación. –Nuestros lazos poco a poco se fueron disolviendo con el paso del tiempo, provocando que cada día nos distanciáramos un poco más…

-Lo lamento.- comento Takao –Entonces, ¿ser vampiro mejoro tu vista?

-Jamás tuve una buena vista, esos anteojos fueron un regalo de mi padre. Nunca me agrado del todo usarlos, pero digamos que… los conservo por recuerdos y esas cosas.- respondió Midorima optando por regresar a sentarse de nueva cuenta en la cama. La habitación de nuevo volvió a un ambiente de silencio. Por la ventana se podía ver la intensidad con la que llovía

-Ya veo…- comentó Takao levantándose de la cama y colocándose frente al peliverde. Sostuvo los lentes a la altura del rostro del contrario y sonrió con timidez

-¿Puedo?- pregunto finalmente

-…Adelante.- respondió Midorima después de unos momentos de pensarlo. Con lentitud el contrario le coloco con sutileza aquellos lentes, separándose solo un poco después

-Me encanta… la forma en la que hace resaltar tus ojos- murmuro Takao esbozando una sonrisa de ternura –en especial porque tienes unas hermosas pestañas.- agrego atreviéndose a sostener sus mejillas y dando un paso hacia adelante. Midorima lo veía desde abajo, debido a la posición en la que se encontraban. -¿Me ves bien con ellos?- pregunto. Ante ello, las manos del vampiro se situaron en la cintura de Takao y lo acerco hacia el

-Perfectamente.- respondió, provocando que en las mejillas del príncipe se tornaran de un sutil color carmín. Lo atrajo más hacia sí, sintiendo su aroma envolverse alrededor suyo. Las manos de Kazunari se colocaron en los hombros del contrario; sus rostros se encontraban muy cerca, pero ambos tenían miedo de avanzar. Takao inclino un poco la cabeza, ofreciéndole de esta manera al vampiro repetir aquella mordida.

El Príncipe & El Vampiro Where stories live. Discover now