Capítulo XIV

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¿Qué voy a hacer con ésto que siento?

Se preguntaban Midorima y Takao desde sus respectivos hogares. Midorima en la mansión y Takao en el castillo.

Habían ya pasado un par de semanas desde la última vez en la que se habían visto, desde aquella última mordida, desde aquellas últimas palabras. Para el príncipe aquello no había sido precisamente una despedida, pues la intención del vampiro no era la de decir adiós; sin embargo, ¿cómo lidiar con aquel sentimiento? Era tan confuso que ni siquiera lograba aclararselo. A decir verdad... Aquel sentimiento era completamente desconocido para el príncipe, dado que su padre no tenía el suficiente tiempo para charlar con  el, y su madre... Se había ido antes de que el pudiese escucharla hablar de aquellos sentimientos que florecen en la dichosa juventud.

La extrañaba.

Aquella calidez, aquel amor incondicional, aquel apoyo... Pero sobre todo aquel amor. Extrañaba profundamente sentirse protegido por alguien más, acunado en un pecho en el que se sentía a salvo de cualquier mal exterior o interior. Ansiaba por lo menos sentir aquellas caricias que le reconfortaban. Pero lo cierto es que ella ya no estaba, y él... Él estaba solo.

-¡Principito! - dijo una voz a gritos desde el otro lado de la puerta, acompañado de unos golpes no muy delicados en la misma - ¡sal de ahí! - volvió a exclamar y Takao rápidamente supo que se trataba de Miyaji. Atinó a simplemente abrir la puerta, encontrándose con el rubio que lo miraba seriamente desde su lugar

-¿Qué? - alcanzo a decir Kazunari con el ceño levemente fruncido, esto solo provoco que el contrario soltara un suspiro y negase con la cabeza

-De verdad que no tienes remedio - musitó con tono de resignación. - Deberías salir de aquí. - dijo Miyaji recargandose esta vez en el marco de la puerta - No se que es lo que te sucede pero... No vas a superarlo quedandote aquí encerrado - puntualizó, atinando en los sentimientos de Takao

-No se porqué piensas que me pasa algo - dijo el príncipe intentando creer en lo que él mismo decía. El cazador se cruzo de brazos y volvió a suspirar

-Salgamos de aquí - dijo antes de tomar el brazo del pelinegro y llevarlo hacia afuera de la habitación - Te llevaré a un lugar donde sin duda olvidarás lo que sea que te esté pasando - agregó, soltando una leve risa ante la resignación que adornaba el rostro de Takao

-No tienes remedio... - respondió sin más, dejándose llevar.

- - - -

Midorima había decidido continuar con  su rutina en aquel par de semanas. Insensible, ¿no?

Lo parece. Pero lo cierto es que se había limitado a permanecer de aquella manera para no levantar ninguna sospecha. De igual manera Kuroko y Kise habían imitado aquel acto, limitándose a permanecer en la mansión y no salir de ella. Algo de prudencia era conveniente ante las sospechas que habian provocado en Akashi.

Murasakibara se había limitado a permanecer en silencio en aquellos días, cosa bastante rara en él. Su actitud serena y misteriosa era lo que ayudaba el equilibrio de Midorima, pues lidiar con un problema más seria motivo de suicidio para el peliverde.
En medio de tantos pensamientos, Midorima fue a dar hasta la habitación del de pelos violeta, y al entrar sólo se quedó en shock. La habitación estaba repleta de lienzos, todos con pintura fresca y seca, estando cada uno de ellos con la figura de una misma persona. Al fondo de la habitación se encontraba Murasakibara, completamente cubierto de pintura, sosteniendo un pincel en sus dedos; su cabello estaba torpemente sujeto en una coleta. Estaba tan absorto en sí mismo que no notó cuando el peliverde se colocó a su lado.

-¿Quién es? - preguntó Midorima, y para sorpresa del más alto, sonaba demasiado tranquilo. Pese a la sorpresa, el peli violeta volvió su vista al frente y sonrió.

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