Capítulo XVIII

944 100 6
                                    

El día había llegado sin Midorima en la mansión. Todos los sabían. Todos sentían su ausencia.

Kuroko tenía cierto temor. Tal vez por sentir que ahora, justo en ese preciso momento, una gran responsabilidad recaía en su persona. Por las palabras de Midorima, él ahora se encontraba a cargo de todo. De todos, más bien.
Pero había algo más. Algo que lograba ponerlo completamente nervioso, y hasta cierto punto, asustado. Eran las palabras de Kise que ahora abarcaban por completo sus pensamientos

"A lo que temo... Es a lo que vendrá después"

No había querido preguntarle más al rubio sobre ello. No quería saber a ciencia cierta a qué rayos se estaba refiriendo al momento de hablar a futuro.

-Se siente bien. - exclamó una voz detrás de él. Rápidamente pudo identificar de quién se trataba. No es que hubiesen muchos seres con esa engreída voz

-¿A qué te refieres, Akashi kun? - preguntó suavemente. No solía molestarse con facilidad

-Simple. No tener a Shintaro por aquí... Se siente bien. - respondió.

-¿Te divierte ésta situación? - preguntó Kuroko, sin cambiar la monotonía en su voz

-¿Qué?

-¿Te estás divirtiendo con ésta situación? - repitió el peliazul, esta vez, mirando fijamente en la dirección del pelirrojo

-Tal vez. - respondió de manera retadora. Kuroko sólo se mantuvo firme, jamás perdería la cordura por algo así

-No confío en ti.

-Poco me importa. - respondió Akashi, acomodando con ambas manos el cuello de su propia camiseta - Hablando de sospechas... ¿Qué sabes sobre Shintaro?

-Nada que necesites saber.

Las palabras de Kuroko lograron estampar en Akashi un rostro de incredulidad. ¿Acaso Tetsuya se había atrevido a hablarle de esa manera?

-¿Te crees la gran cosa sólo por estar al mando? - preguntó el pelirrojo

-No. - respondió - No soy tú. Ahora, por favor, discúlpame. - finalizó retirándose del lugar, y de la presencia de Akashi

Nadie podría lidiar con Akashi. Aunque Kuroko lo intentaba, tal vez tenía demasiada paciencia con él. Pero a veces le era imposible.

La mansión estaba desierta. Los pasillos, las habitaciones, no mostraban rastros de vida.
Pero claro, si todos allí eran vampiros... Y por ende, estaban muertos.

Como sea, aquello no va al caso. El punto es que todo estaba desierto. Como si cada uno guardara un luto que no existía. Un luto... No, con sólo pensarlo le recorría una sensación escalofriante de pies a cabeza. Tenía que confiar en que todo estaría bien.

Necesitaba despejarse un poco. De igual manera el lugar se encontraba en calma, y no había mucho por hacer. Tal vez salir.
Ahora entendía por qué a Midorima se le daba escapar de la mansión para ver al príncipe.
Tal vez si iba a ver a Kagami también se calmaría un poquito... Pero no. No iba a hacer eso. No debía hacerlo.

Optó por dar una ronda por la mansión, tal vez le ayudaría a despejarse y así comprobar que todo estaba en orden. Pero no pudo hacerlo. No pudo. A lo lejos había alguien, él lo sabía, sentía su presencia. No era su Kagami, era un humano. En el mejor de los casos tal vez sería un humano perdido, y en el peor de los casos... Un cazador. Debía averiguar de quién se trataba.

Tal vez sería prudente dejar a alguien a cargo, pero no podía tomar más tiempo en quedarse. Necesitaba salir. Y lo hizo de la manera más natural posible, saltando de árbol en árbol con el más nulo silencio que podía efectuar. Cada vez sentía su presencia con mayor intensidad. Estaba ahí.

El Príncipe & El Vampiro Where stories live. Discover now