Capítulo XI

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El frío calaba hasta los huesos. La tormenta de la noche anterior había dejado como consecuencia aquello. Éste motivo fue una perfecta excusa para el príncipe, quien se había decidido en no salir de la habitación en toda la mañana. Llovía, hermosamente llovía, escuchandose las gotas de agua que furiosas estallaban contra el techo: un día perfecto.

Dejó la taza de té a un lado y quitó las sábanas de encima suyo. Vagamente merodeó por la habitación y se paró frente al espejo. Aquellas marcas se comenzaban a desvanecer.

-¿Tan pronto? - murmuró a lo bajo Takao, pasando sus dedos con lentitud. Eran inmensas e inexplicables las ganas que tenia de saltar por aquella ventana o salir por su pasadizo, pero la lluvia era un impedimento, además... No sabía si alguien esperaría allí en el bosque por él.

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Midorima decidió ponerse en pie desde temprano; aunque, realmente ni siquiera había dormido. Sin embargo, debido a que el día anterior había decidido encerrarse el resto de la tarde y la noche, su habitación se había impregnado de aquel olor a sangre, un olor que con el tiempo se convirtió desagradable.

Se apresuró en limpiar y dejar su cuarto ordenado, abriendo las ventanas, y dejando que la brisa mañanera mezclada con el olor de la lluvia inundaran su habitación. El viento revolvió su cabello y su ropa, un viento tan intenso que tiró algunas cosas de su habitación, cayendo a su vez un objeto en especial a sus pies. Unos anteojos. Los sujetó y los observó unos segundos más, para finalmente volver a dejarlos en el pequeño escritorio en el que se encontraban.

Se dispuso a cerrar la ventana, hasta que un cuervo se posó en el umbral. Un cuervo ciertamente representa tal vez un mal augurio, pero para un vampiro representa algo más: un mensaje. Podía apreciarse si se tomaba en cuenta la pequeña nota que el ave portaba en su pata.

Rápidamente el vampiro la tomó y al abrirla encontró un escrito

"Aún no. Quédate al mando un poco más"

Era todo lo que decía la nota. Tan pocas palabras escritas provocó una gran furia en el peliverde, quien finalmente optó por dejar caer la nota al suelo y salir rápidamente. Se dispuso a abrir la puerta para salir de aquella mansión lo más pronto posible

-Midorima kun - dijo con semblante serio Kuroko interponiéndose entre su habitación y la libertad. El peliverde tuvo que sostenerse del marco de la puerta para no caer sobre el contrario

-¿Qué? - preguntó torpemente Midorima, retrocediendo un poco

-¿Vas... A algún lado? - cuestionó el más bajo, entrando en la habitación

-Yo... - titubeó un poco, pero finalmente suspiró - Ese es el plan.

-Se avecina una tormenta más fuerte...

-¿Que eres?, ¿Mi madre? - exclamó con evidente molestia el más alto

-No... Es sólo que...

-Escucha, Kuroko. - interrumpió - No estoy de humor. De verdad necesito salir

El silencio en la habitación se hizo presente, a la vez que la mirada de Kuroko se dirigía a la zona donde yacía aquella nota

-Ellos aún no vuelven. ¿Es eso lo que te tiene tan molesto? - preguntó Kuroko refiriéndose a los padres de Midorima, mismos quienes eran autores de esa nota.

-Sí... No... ¡No lo sé! - exclamó exasperado Midorima - detesto que siempre lo sepas todo, Kuroko - agregó evitando el impulso de golpear la pared

-Tendrán sus razones. Estarán bien - murmuró Kuroko acercándose a él. El mayor no respondió, sólo relajó un poco lo tenso de sus músculos - Midorima kun... Sé que es el momento más inoportuno del mundo, pero hay algo que debo decirte... - continuó Kuroko desviando un poco la mirada y arqueando un poco sus cejas en gesto de preocupación - Yo... Estoy sosteniendo un romance con... - las palabras quisieron atorarse, sin embargo se armó de valor para continuar - con un híbrido - finalizó atreviéndose a mirar fijamente los ojos del contrario

El Príncipe & El Vampiro Where stories live. Discover now