Capítulo #20

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Canción: San Song We The Kings & Elena Coats

Este capítulo va para ti Oli, gracias infinitas mi corazón por estar aquí



Miranda la madre de Fiorella le tendía un vaso de agua al idiota sentado cómodamente en los muebles de la sala, al sentir nuestra presencia, ambos nos observaron neutro. Felipe, bajaba las escaleras con cara de pocos amigos al ver a la indeseable visita, al parecer la única persona que le sonreía con educación en aquella casa era, Miranda.

El tal Horacio posó sus ojos en mi mujer poniéndose de pie. Era un tipo que proyectaba elegancia y seguridad sin embargo para mí era una jodida piedra de mierda en el zapato, que en mala hora se tropezó en la vida de Fiorella, no se portó bien con ella, la trató como una cualquiera en la cama, lastimando su cuerpo, ocasionando desconfianza en ella, por eso comprendí la primera vez que estuvimos juntos en Boston su excesiva timidez, ocultando sus pechos de mi, la sentía dispuesta pese a que era nuestra primera vez juntos pero algo la frenaba, era como una batalla entre cuerpo y su mente. Me maldije internamente porque yo tampoco me había comportado como un caballero precisamente con ella aquel día.

Dios mío, mi Fiorella era tan diferente de otras mujeres con las que había estado, si, lo supe desde que la vi la primera vez aunque no lo entendí en ese entonces, que ella era todo lo que le pedía a la vida, mi milagro, con cada uno de sus besos me sentía vivo, con cada mirada de ella puesta en mí  mis días se iluminaban. Gracias al cielo abrí los ojos a tiempo y comprendí mi amor por ella y que tenerla lejos de mi o que vivir sin ella ya no tendría sentido, no era una opción.

Cinco meses, exactamente cinco meses atrás mi mundo había cambiado el día que ella me bañó de café, desde entonces las situaciones que comenzamos a vivir fueron adorablemente impredecibles.

Nuestro amor crecía dulcemente día a día y con su sorpresivo y dulce embarazo ese amor se incrementó mucho más, el privilegio de su amor por mí me cambió por completo.

—Hola, Fiorella —saludó casual su ex. Fiore, se pegó mas a mí y yo aproveché para pasar un brazo por su hombro para infundirle seguridad.

—¿Qué haces aquí? —espetó ella, molesta.

—Visitarte.

—¿Visitarme? No me hagas reír.

—No le veo problema alguno, somos amigos aun.

—No. No lo somos, recuerda que fuiste tú quien me hecho de su vida porque te aburría.

El muy maldito sonrió y me acerqué a él rabioso. Sus ojos oscuros me observaron con odio contenido.

—Eres visita no grata, será mejor que te marches.

—Aléjate de mi, Bourke.

—¡Señores, calma! No hay necesidad de pelear, por favor —pidió nerviosa Miranda tomando por un brazo al desgraciado de Horacio y conduciéndolo de vuelta a los muebles. Mi suegra me estaba exasperando con sus excesivos buenos modales. Al carajo los modales, debía botarlo de su casa sin reparo, tal como él lo hizo con su hija al sacarla de su vida, y gracias al cielo, así ocurrió.
No sé realmente que sucedió pero mientras se alejaba de nosotros, tomó a Fiorella de una mano y la llevó con él, ella forcejeó para desprenderse de su agarre, yo de inmediato fui tras ellos.

—Horacio, es hora de que te marches, estoy siendo educado en este momento, créeme —Ernest, lo fulminó con la mirada, una mirada claramente amenazante. El aludido volvió a sentarse en uno de los muebles, obligando a Fiore a sentarse a su lado. Me paré frente a ella, con la respiración acelerada, quería matar a palos al muy hijo de puta. Destilaba confianza delante de todos.

Adoración Secreta, libro  2 Bilogía Secretos, BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora