Capítulo #22

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Canción: Trading Yesterday/ Shattered

Para ti mi Tita preciosa














—¡No, no, no! No tu, ángel.

Fiorella hacia presión sobre su vientre pese a su estado de gravedad, su vientre comenzó a sangrar imparablemente haciendo que  sus manos se cubrieran de sangre y entonces comenzó a perder el equilibrio. De nuevo la sostuve y comencé a llorar desesperado, cargado de impotencia. Coloqué una mano sobre las de ellas desesperado haciendo presión también en un vano intento. Ella lloraba desconsolada.

—Theo...el bebé.

—No hables mi amor, pronto saldremos de aquí, todo estará bien —giré mi rostro en busca de Ernest, él estaba recostado sobre la pared cerca a la ventana con el móvil pegado a su oído, se le veía mal y su pierna no paraba de sangrar —¡Ernest, necesitamos sacarla de aquí ya! —le pedí a gritos.

—Enviaron un helicóptero... en diez minutos estarán aquí.

Asentí temblando o tal vez era mi amor quien lo hacía, la cargué hasta recostarla en la cama, con una mano volví a presionar la herida y con la otra acariciaba sus mejillas tratando de limpiar sus lágrimas. Todo era extraño y borroso, los demás hombres revisaban los cuerpos inertes de Horacio y Scarlet, tendidos sobre el piso, que Dios me perdonara pero no sentí remordimiento alguno por ninguno de ellos, a la larga fueron escorias para la sociedad, tal vez la muerte fue un camino fácil para ellos tal vez hubiese sido mejor que pagaran por sus fechorías, pero, terminaron muertos el mismo día uno tras el otro.

—Tengo...miedo —gimió con voz apagada mi ángel.

—Aquí estoy contigo mi amor, junto a ti. La ayuda ya viene en camino.

Algunos truenos se escuchaban a lo lejos avisando una fuerte tormenta, pude divisar a través de la ventana el cambio brusco en el paisaje tal vez anunciando un mal presagio. La luz del amanecer fue arrastrada por las grandes nubes grises que se habían formado en el cielo azul cambiándolo por un cielo negro.

Cerré mi mente, cerré la puerta a pensamientos grises. Hubiese dado mi vida por ser yo quien ocupara el lugar de ella en ese momento, por ser yo quien hubiese recibido esa bala, habría dado todo con tal de evitarle tanto pesar. 

Su respiración se acortaba, ya no lloraba, se encontraba muy quieta.

—Ángel, no te duermas. Vamos, hazlo por mí, no te duermas —se había vuelto una muñeca frágil, sus manos rojas y manchadas de su propia sangre, cayeron a un costado. Un miedo atroz se sembró en mi ser —¡Por favor, por favor, por favor Dios, ayúdale! —¡ERNEST! —.Grité de nuevo con impotencia cuando por fin escuché las hélices del helicóptero, la cargué de inmediato  y corrí con ella empleando toda la velocidad que mi cuerpo me permitía.

La espera en aquella clínica era lenta. 

Las personas me hablaban, creo que si o quién sabe, no puedo tener una imagen clara de esa parte, y para ser sincero no prestaba atención a lo que me decían. Estaba sentado en el piso, recostado a la pared con mi rostro oculto, no quería ver a nadie, no quería que me hablaran porque cada vez que alguien intentaba hacerlo me sentía extraño, me sentía en un mundo paralelo ajeno a ellos. Mi cuerpo estaba allí pero mi alma se encontraba con Fiorella desde que yo mismo la coloqué en la camilla y la ingresaron a la sala de operaciones. Sabía que mi familia y la de Fiorella se encontraban allí, pude notar su presencia.  Alguien les avisó, tal vez fue el propio Ernest que a pesar de encontrarse mal herido no dejó de dar órdenes. Él, junto con mi amor fueron trasladados a una clínica privada en el mismo helicóptero, yo abordé con ellos en silencio, no me salían las palabras, y no tuve ni idea de cuánto tiempo permanecimos en el aire, volando a través de lluvia opaca; durante ese tiempo no solté la mano fría y ensangrentada de mi amor. 

Adoración Secreta, libro  2 Bilogía Secretos, BorradorWhere stories live. Discover now