capítulo 2. Alas para volar

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Dibujo el ciervo de mis sueños, sin dejar desapercibido los ojos tan hermosos que tenía, una mirada tan profunda y misteriosa...

- Cariño, te tengo una noticia - llega mi madre algo agitada y se sienta en mi cama.
- ¿Qué sucede mamá? – le pregunto y guardo mi libreta de dibujos.
- Hablé con el señor Wilson, acerca de la universidad a la que quieres asistir.
- Sí, pero no está aquí, está en Europa – le contesto y me siento a su lado.
- Si, lo sé, por eso me tome la libertad de hablar con él y como fuiste una de las mejores alumnas de la escuela...
- Continua – la animo a seguir.
- Te conseguí una beca internacional, para que vayas a estudiar artes a Rumania.
- ¿Qué? ¿Hablas en serio mamá? – le digo emocionada y me levanto de la cama de golpe.
- Si Leisy, te iras a Rumania en cuatro días – me dice aún más emocionada que yo.
- ¿Cuatro? – le pregunto.
- Si, ya que el vuelo es largo y el lugar es algo rústico, llegaras a un punto medio y de ahí te iras en auto – me explica y se levanta de la cama.
- Yo, solo quería estar más tiempo contigo – le digo y siento que mis ojos comienzan a arder.
- Amor, siempre estás sola, recuerda que yo trabajo – me responde y toma mis hombros.

Sí, siempre estoy sola, qué más da, tal vez, irme será lo mejor, tal vez mi vida cambie dejos de mi madre, aunque prácticamente siempre hemos estado lejos...

- Está bien mamá, entonces comenzaré a empacar - le contesto y le ofrezco una sonrisa a medias, aunque no quiero admitir, me dolió que dijese eso.

Las alas son para volar, libres y sin preocupaciones, como aves, como mariposas, que solo les deben de importar no dejar de revolotear, ir de ahí para allá, posarse en un árbol, tomar el sol y sentir el aire en sus alas...
Las aves deben aprender a volar solas, desde pequeñas crías, aprender a mover sus alitas para no caer, aunque aún dependen de la madre, pero con el paso del tiempo, el pequeño polluelo crecerá y solo dependerá de sus bellas alas y su capacidad de volar...

- Madre, ¿me extrañaras? – le pregunto.
- Un poco – me contesta distraía, metida en su mundo de cuentas y contratos.
Ya es hora de la cena, mi última cena en este lugar, mi hogar, el lugar donde crecí y viví...
- Mañana me iré madre – le digo con insistencia, acomodando un mechón de cabello tras mi oreja.
- Lo sé, y sé que te ira bien, así que no me preocupo – me contesta sin interés y se levanta de la mesa.

Cuenta hasta tres Leisy... uno...dos...tres...cuatro...cinco...

- ¿Alguna vez te preocupaste por mi madre? – le pregunto con toda la furia y dolor del mundo, temiendo por una respuesta que me doliera.
- ¿Disculpa? – me pregunta con un tono de molestia.
- Sólo responde – le digo agotada.
- Sólo te diré, que me alegro que te vayas, así conocerás nuevas personas, nuevas reglas, un nuevo mundo.
- Con esto me has dicho todo – le digo secando una lagrima rebelde.
Camino despacio hacia mi habitación, solo pensando, pensando y pensando, ¿Cuál es el problema conmigo?...

Estoy en mi habitación, mirándome al espejo, admiro cada facción y defecto de mi cuerpo, el color de mi cabello, de mis ojos, de mi piel. Llegue a la conclusión de que, físicamente soy normal, pero ¿mentalmente? Mi mundo está muy lejos de este...

Saco un piyama de las maletas y la ropa que me he quitado, la meto en otra, ato mi cabello en dos trenzas y me acomodo en mi cama, mirando al techo, adentrándome en mis pensamientos, preparándome para lo que viene.

A la mañana siguiente, me levanto muy temprano, desato las trenzas y veo mi cabello esponjarse más de lo normal, veo que en las pequeñas gomas quedan unos cabellos color carmesí oscuro y las tiro al cesto.
Me encamino al baño y tardo 20 minutos para volver envuelta en una toalla buscando que usar para vestir.

10 minutos mas tarde, fajo mi blusa de manga larga rosa pastel y acomodo mi falda de encaje, me pongo unos calcetines de bolitas sobre mis mallas blancas y me pongo mis botas marrones. Tengo una manera diferente de vestir, pero así me siento bien, me siento distinta...

Hoy es el gran día, hoy me iré de este lugar y viajare a otro, conoceré gente nueva y me tendré que adaptar a nuevas reglas.
Bajo las escaleras y encuentro a nana haciendo el desayuno.
- Buenos días nana – la saludo y me siento en la mesa.
- Buenos días niña – me saluda y deja mi desayuno frente a mí.
- ¿Y mi madre? – le pregunto tomando un poco de fruta del trasto.
- Se fue hace unas horas, me dijo que te deseara suerte y que te tendría una sorpresa cuando llegaras allá a donde vas – me dice y seca sus manos en su delantal.

Se fue... ni siquiera dijo adiós, ni siquiera un abrazo de despedida, ni siquiera nada...

- Oh está bien, bueno, ¿puedes ayudarme con mis maletas y decirle a james que esté listo antes de las 11?
- Claro mi niña, pero antes, quisiera darte un regalo de despedida – me dice y se encamina a unos cajones de la cocina.
- Aquí tienes – me dice y posa ante mí una caja color blanco con un lazo color rosa.

La abro lentamente y veo una pequeña libreta de cuero color blanco con unos diseños hermosos simulando flores y debajo dice mi nombre con una bella letra cursiva.

- Nana esta hermosa – le digo y la miro con nostalgia.
- Es un diario, mi familia tiene una tradición o costumbre de tener uno, y ya que te iras, me pareció una buena idea que te quedases con un recuerdo mío – me contesta y sonríe formando unos pequeños hoyuelos en sus mejillas.
- Gracias nana – le digo y la abrazo. Realmente fue un hermoso detalle.

James saca mi última maleta de mi habitación, me quedo parada en la puerta, la observo, miro cada detalle de ella, suelto un pesado suspiro y cierro la puerta lentamente.

Voy camino al aeropuerto, James conduce a toda prisa y yo solo miro por la ventanilla, mirando los arboles pasar, mirando el reflejo del sol en el cristal, metida en mis pensamientos, haciendo un viaje corto a mi mundo.

- Gracias James – le digo y lo abrazo - por todo, por aconsejarme cuando un chico me hizo llorar en secundaria, cuando me tendió un pañuelo antes de ir a mi ceremonia de graduación, en fin, gracias por todo.
- Sólo cuidaba de usted señorita y lo seguiré haciendo – me dice y pone en mis manos una linda pulsera, con unas pequeñas piedras y rosas, con una pequeña letra inicial de mi nombre.
- Es hermosa James, gracias – le digo y le doy un último abrazo.

Mis maletas ya están acomodadas,
Mi boleto ha sido revisado,
Mi celular está apagado,
Mi corazón late a mil por hora,
Solo espero la voz del capitán para partí,
Damas y caballeros, gracias por su preferencia, ahora nuestro destino es...
Rumania

Si amoWhere stories live. Discover now