capítulo 23. Has firmado tu contrato

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Lo contemplo, miro sus ojos, oscurecidos por el deseo que lo invade, mis mejillas se tornan rosadas al sentir su vibrante mirada, Dominnick me hace estremecer, eso creo yo ya que en mi vida me había sentido de esta manera.

- ¿en qué te estás metiendo pequeña? - me pregunta confundido y con pena al verme enredada en sus brazos.

- ni siquiera yo lo se Dominnick - le respondo depositando un beso en la comisura de sus labios para después salir de la habitación con timidez.

Bajo las largas escaleras, con Dominnick detrás mio, abro la puerta con lentitud y me encamino a mi habitación sobre el pasillo.

- Leisy - me llama Dominnick y volteo al instante.

Mi respiración se agita al verlo detenidamente, ya que siempre viste con prendas negras, en este momento usa un pantalón de vestir negro perfectamente planchado, una camisa de botones negra arremangada hasta los codos y zapatos escandalosamente limpios.
Se acerca a mí lentamente, se inclina hasta quedar a la altura de mi oído, tomando mi antebrazo con fuerza.

- en cuanto menos pienses, cumpliré tu deseo - me susurra para irse por el pasillo, haciendome estremecer, dejando a mi imaginación lo que hara al darle mi consentimiento.

Me adentro a mi habitación soltando un suspiro, me dejo caer lentamente, deslizándome en la puerta hasta quedar sentada en el piso, solo teniendo en mente sus grandes manos tocando mi piel, sus hermosos labios, besando los míos, su mirada puesta en mi cuerpo, y con una mente retorcida con imágenes mías para nada decentes.

- ¿en qué te has metido?...
- solamente deje de pensar en el que pasará mañana, en qué pasará si algo sale mal, simplemente me deje llevar...
- eso es bueno, sin embargo, no firmaste un paseo por el parque, no aseguraste una cita en el cine, acabas de firmar tu sumisión, has firmado tu contrato...
- talvez es lo que necesito...

Me encuentro en mi estudio, talvez ya todos duerman, pero mi mente va a mil por hora, que solo el pintar hará que se relaje.
Tomo un bastidor y mi gama de pinturas de óleo para después colocar todo en mi escritorio y acomodar el bastidor en el caballete.
Comienzo trazando las primeras líneas con grafito, imagino una mujer desnuda, enredada en una sábana blanca que le cubre desde sus genitales , sus senos hasta llegar a los ojos de manera de antifaz, atada de manos y pies. Imagino dolor en su rostro, imagino confusión, imagino liberación.
Poco a poco llegan a mi mente imágenes de Dominnick dominándome, tomando mi cuerpo y libertad, sometiendome a sus descabellados deseos.
Tomo el color blanco y lo difumino con un poco de negro, tomo el carmesí y lo coloco por ahí y por allá; difumino el color de piel y perfecciono las siluetas de la chica.
En mi mente solo veo a Dominnick, sus perfectos ojos, todo el, todo su misterio encerrado en su mirada.
Al terminar la pintura me sorprendo al ver una mirada gris en ella, esos ojos que me hacen sentir millones de cosas a la vez, y es extraño, apenas lo conozco, apenas llegue a este lugar, pero he aprendido a sentir tanto en tan poco tiempo. Mi pintura me sorprende, ya que en ella plasmé cada uno de mis extrovertidos pensamientos.

- espero que Dominnick nunca entre a este lugar, creerá que soy una demente...
- eres una demente...
- ni siquiera se lo que soy, toda una vida fui una chica distinta ante todos, incluso ante mi madre y mi hermana...

Acomodo todo en su lugar y dejo la pintura en el caballete para que seque, apago la luz y cierro la puerta.
Me deshago de mi ropa quedando solo en interiores, me acerco al espejo y me observo en el, raro en mi, es algo que nunca acostumbro hacer. Me observo en el, mi cuerpo es delgado, sin embargo, no está marcada cada parte de el como el de otras chicas; mis senos son normales, ni muy grandes y ni muy pequeños; mis piernas son largas y estulizadas, ya que en mi niñez acudí un tiempo a ballet y me quedo eso de recuerdo. Apesar de todo esto, siempre me esforcé por esconder mi cuerpo entre medias de colores, vestidos de encaje y faldas con patoles.
Acaricio mi rostro y paso mis manos por mi cabello colocandolo de lado, imitando esa clásica acción que hacen las chicas, me sigo observando y sonrio.

- soy bonita - me digo convencida en susurro y suelto un largo suspiro, ya que no entendía como un chico como Dominnick se fijo en una chica como yo.
Me encamino al baño y tomo una ducha caliente, aunque prefiero mil veces el agua fria, me gusta la sensación del agua fría en mi piel, solo que siento la necesidad de relajar mi cuerpo. 20 minutos después me pongo una bata y me encamino a mi vestidor para tomar un conjunto de ropa interior y un piyama, me pongo unas bragas blancas de encaje y sin sosten tomo un blusón blanco de seda que se encontraba ahí, me lo pongo y me llega hasta un poco más arriba de las rodillas, realmente es muy bonito, ya que hace forma de la silueta baja de los senos con una serie de bordado, realmente es hermoso.

- ¿qué está pasando conmigo? - me pregunto viéndome de nuevo en el espejo.

Me recuesto en mi cama y me pregunto qué estará haciendo Dominnick en este instante, talvez solo duerme, talvez esta siendo torturado por sus pensamientos, talvez solo piense en aquel momento en la habitación de Anabelle, o simplemente no le tomo importancia.

Dominnick...

Verla ante mí me hizo sentir un sin fin de cosas, me siento culpable, sin embargo, lo que me dijo en aquella habitación, me dejó completamente sorprendido y confundido a la vez, dice conocer mi mundo, dice saber más de lo que yo pienso, ¿acaso ella es...? No imposible, aunque realmente no estaría seguro, su fachada de niña buena deja a desear y pensar muchas cosas.

- ¿qué escondes Leisy? - me pregunto mientras me desvisto para tomar una ducha.

Me adentro en mi cama y mi mirada se pierde en el techo, ella firmó su contrato de sumisión con sus propias palabras, si dice saber sobre mi mundo, estará consiente de que no es un juego de niños, como yo creí hace algunos años atrás.
Señorita Coreman, me tienes hechizado, ¿como una chica tan pequeña y que apenas conozco ha llegado a descontrolar mi mundo sin siquiera pedírmelo? Es inaceptable, yo nunca he actuado así, pero toda su timidez, su manera de vestir, me hacen sentir distinto; solo quiero tocarla, hacerla mía, quiero que se arrepiente por el haber alterado mi mundo con tan solo su mirada, esos hermosos ojos color miel que me hacen estremecer, esa mirada tierna pero a la vez perdida, que me hace sentir todo pero a la vez nada.

- pequeña Leisy, creo que conocerás el sótano mucho antes de lo que imaginé...

Me duermo recordando sus rosados labios, recordando su acción infantil de arrojarse y enredarse entre mis brazos, la manera en que se puso a mi voluntad, la manera que me suplicó que la hiciera mía...

La miro ante mí, atada de pies y sus manos están suspendidas sobre su cabeza, está ante mí con tan solo unas pequeñas bragas color rosa pastel, se ve tan tierna y sexy a la vez. La miro como si un lobo hambriento mirase su próxima presa, la deseo profundamente, la deseo más que nada en este mundo.
- mi pequeña Leisy - la llamo y su respiración se altera mientras su cuerpo se comienza a retorcer, acción que hace que mi deseo se eleve por los cielos.
- quieta - le ordeno y ella obedece al instante, ya que sabe cuál es el castigo.
- buena chica - le digo y me acerco a ella sin tocarla.
- ¿es usted mía señorita Coreman? - le pregunto mientras roso su piel con mi cinturon favorito. Ella de comienza a estremecer y la golpeo justo en medio de sus perfectos senos.
- ¿es usted mía señorita Coreman? - le vuelvo a preguntar y ella suelta un gemido al sentir el ardor de su piel.
- si - me contesta casi para ella. Bajo sus bragas rápidamente y hago que enrede sus piernas en mi cintura para penetrarla con dureza.
- ¿si que?- le pregunto sin dejar de entrar en ella con ferocidad.
Sus gemidos se hacen mas constantes y se vuelve una escena perfecta, poco a poco su interior se comienza a compromir y no paro de penetrarla con dureza, envuelta en el climax ella grita con devoción:
- SI AMO - y continua gimiendo para mi, para dejarme venir en su interior, sometiendola a mí, haciéndola completamente mía...

Si amoWhere stories live. Discover now