dos

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Qué raro el nombre Samir, pero este hueón está como quiere, y la mina también es súper linda.

—Ya...—dijo el Javier mirando a la Camila—la primera pregunta es, ¿cuánto tiempo llevan juntos?.

Esta cagá de guía está como para sacarse un siete, el que tenga un seis ya sería muy ahueonao.

—Ahora llevamos dos años juntos—respondió el Samir.

—¿Ahora?—pregunté.

—Es una larga historia—se rió la Camila.

—¿Se dieron un tiempo, terminaron?—preguntó el Javier antes de anotar en la hoja.

—Algo así—respondieron algo incomodos pero aún así se miraron y sonrieron.

—Ya, y ¿cuánto sería en total?—preguntó el Javier.

Le pegué disimuladamente porque ya estaba preguntando hueás na' que ver, y quizás se pondrían muy incómodos.

—Casi cuatro años—respondió la Camila.

—Ya, la otra pregunta es, ¿cómo se conocieron?.

Le hicimos las otras preguntas y definitivamente ellos merecen estar para siempre juntos, si no lloré fue por mi dignidad, ah. Mentira.

La Cami me pasó su número porque quiero saber cómo nos fue después, así que quizás algún día volvamos a hablar.

—Ya los shippeo—dije mientras el Javier iba leyendo nuevamente las preguntas y las respuestas. Pero después sacó su celular.

—Por dos—se rió—¿vamos a un carrete?—preguntó viendo su celular.

—Que paja—respondí—¿en dónde?.

—Cerca del patio Bellavista—dijo—van a ir mis amigos, amigas también.

—No cacho a nadie de tus amigos, sabí que soy bien autista pa' mis hueás...

—Va el Pancho, el Vicho, el Pipe—respondió—ellos te caen bien po.

Lo pensé bien y acepté, quizás terminen todos curados y uno ahí aburrida, pero bueno.

—Eso sí, conociéndote vai a tomar—lo miré con los ojos entrecerrados.

Me miró con cara de inocente.

—Igual yo te dejo en tu casa—dijo
relax—tranqui.

Seguimos caminando y llegué a mi casa. Nos despedimos con el Javier y quedamos en que nos juntaríamos en el metro Quinta a las ocho y media.

Dejé mi mochila en el sillón y pasé a saludar a mi hermano.

—Hola mojón de acequia—le di un beso en la mejilla.

—Hola rata inmunda.

Mi mamá se rió.

—Hola ma—le sonreí.

—Hola hija—me respondió—¿cómo te fue?.

—Bien—le sonreí, hablamos un rato más y luego subí a mi pieza.

Ahí llegó mi regalón, mi gatito.

—Hola pichi bebé—en realidad no se llama así, se llama Dylan.

Empezó a ronronear y yo me quedé acostada con él un rato. Luego me acordé lo rico que estaba el profe y traté de encontrar su facebook y su instagram, pero no hubo caso.

¡Wena, profe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora