doce

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De verdad mi corazón se detuvo, aunque en realidad fue un malentendido ya que en ningún momento fue con otra tensión, al menos según yo. Filo, le voy a decir que, ¿qué tanta hueá?, total yo soy chora.

—Viste mal. El ángulo—dije y traté de no reírme porque fue todo lo contrario a lo que había pensado.

Me quedaron mirando y luego se miraron entre ellos.

—¿De verdad te estai pasando rollos? —le pregunté a mi papá.

—Más respeto con el inspector—habló la otra vieja culiá.

—Le recuerdo que es mi papá también, y no le estoy faltando el respeto. Toda la vida hemos sido así, no se meta—le respondí y luego miré a mi papá. Ninguno hizo nada así que me fui al baño, el cual había unas pendejas levantándose la falda y riéndose.

¿Qué chucha?, hueón. Al menos yo a esa edad, era super reservada con mis hueás (aunque siempre he sido una autista de mierda). Pero, bueno, si así es la niñez de hoy en día... aunque la juventud está peor.

Cuando me vieron entrar se fueron del baño y no sé a dónde chucha se fueron, pero se fueron corriendo. Parecían ratones las pendejas, a veces sé que soy muy mala con los niños pero me saturan, y aparte no sé si sólo son las de mi colegio. Filo.

Me lavé y luego me metí en un baño porque tenía ganas de mear. Miré hacia al lado y habían dibujos hechos claramente por niñas chicas, y eran dos personas de palito con tetas besándose. Quedé pa adentro, yo apoyo a la comunidad LGBT, pero aun así quedé pensando. Cuando salí iba entrando la Renata y me miró de pies a cabeza.

—¿Qué me mirai así? ¿te gusto acaso? —pregunté y me lavé nuevamente las manos.

—No, es que estai media pasadita de peso—respondió mirándose al espejo.

Pa que les digo que no me dolió un poco, si sí. Pero no pienso demostrar debilidad delante de ella.

—¿Ah, sí? —la quedé mirando— fíjate que estoy re contenta así, ya que te miro y eres como un huesito caminando.

—Así les gustan a los hombres, pregúntale a tu amigo, el Javier.

—Ay sí, ya vi todos los vistos que te dejaba... qué pena por ti, Ratita—le hice un puchero, me reí en su cara y me fui.

La mina loca no se cansa de molestar, o de siempre estar ahí e insultar a los demás, así como es ella se va a quedar sola. Subí a la sala y el profe estaba haciendo una cosa en el libro de clases, los demás estaban haciendo una tarea que había dejado. Me acerqué al profe.

—¿No le dijo nada mi papá o la directora? —le pregunté en un susurro.

Me miró a los ojos y se quedó pensando unos segundos.

—Algo, pero nada grave, rollos de ellos—me analizó la cara y sonrió.

Me fui a sentar con una sonrisa, es tan lindo este profe, si el mundo pudiera retroceder el tiem'po, nacería siete años antes, para poder estar a su alcance. Cuando me senté justo entró la Renata y el profe posó su vista en mí, e hizo una seña por la Renata. Luego ella se agachó para quedar a la altura del profe y le dijo algo al oído. Él ponía caras de no entender nada, y me llamó.

—¿Podemos ir fuera de la sala?—preguntó cuando llegué a su lado. La Renata tenía los ojos llorosos.

Asentí con la cabeza y él avisó al curso que estaría afuera de la sala hablando algo con nosotras, que por mientras no hicieran ruido. Al salir el profe se cruzó de brazos esperando a que la Renata hablara primero.

¡Wena, profe!Where stories live. Discover now