cuatro

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Me reí en su cara y su cara de odio aumentaba cada vez más.

—¿De qué te reí?—preguntó choriá.

—De las hueás que hablai, ¿cómo se te ocurre que me voy a meter con un profe?—dije incrédula.

—Ah no sé po, dime tú—dijo cruzándose de brazos.

—Te estoy diciendo que no, mongóla—sonreí falsamente—ahora con permiso—dije para esquivarla pero seguía al frente mío.

—¿Y qué hacías con él en el Patio Bellavista?—dijo poniéndose un poco más chora.

Hueón, voy a buscar a alguien que tenga una olla gigante para poder llenarla de aceite, hervirla y meter a la saco hueá esta adentro.

—¡Qué te importa a ti!—le grité—métete en tus asuntos.

—Ya te lo advertí, Ignacia—dijo y se metió al baño.

Yo subí toda choriá a la sala y no alcancé ni a mear. Llegué con el caracho y al parecer todos se dieron cuenta y me quedaron mirando.

El profe me miró raro y después miró de nuevo hacia la puerta y vio a la rata entrar. Ahí hizo un gesto de: aah, con razón. Todos estaban completamente callados, no podían hablar ahora hueón, hablan como loro todo el puto día y ahora no.

—Necesito ir a buscar unos diccionarios—habló el profe parándose de su asiento—Ignacia, acompáñeme.

¿Le puedo chupar el pico?. Digo, si no le molesta.

—Yo también lo puedo ayudar—dijo la Renata.

El profe la miró le sonrió forzadamente y negó con la cabeza.

—Javier, cualquier persona que haga algo anótalo en tu cuaderno y me dices después.

El Javier asintió con la cabeza y yo me fui con el profesor a buscar los diccionarios a la biblioteca.

—¿Qué pasó con la Renata?—me preguntó.

—¿Qué? ¿Por qué?—me hice la hueona y terminamos de bajar la escalera para cruzar al otro patio.

Me miró entrecerrando los ojos y se rió.

—Porque discutieron, se notó al tiro.

—Bueno sí, pero nada importante—mentí.

—Ah ya, bueno—respondió de buena manera.

—Puta ya—dije y mi miró—me dijo que nos vio en el Patio Bellavista, y está sospechando muchas cosas, y cuando lo descubra no dudará en decirle a la directora, una cosa así.

Se quedó mirando serio hacia adelante y después se empezó a reír, a carcajadas, literalmente. Ay, qué linda su risa.

—Qué chistosa la Renata—dijo calmándose—o sea, ¿ella piensa que entre tú y yo, hay algo?—preguntó.

—Sí, está loca.

—Tú y yo a penas nos conocemos y ya está pensando cosas—dijo abriendo la puerta de la biblioteca y no había nadie.

Me reí y me sonrojé. ¿Por qué me sonrojé? No lo sé. Por mientras que él buscaba los diccionarios empecé a mirar los libros.

—Si fuera por mí me llevo todos los libros—dije para que no hubiera tanto silencio.

—¿Y en este colegio sacan los libros o no están ni ahí y están de adorno?—preguntó mirándome.

—Ningún hue... huevón lee—nos reímos.

¡Wena, profe!Where stories live. Discover now